TEMA: “Introducción al Nuevo Testamento”.

 Por Carlos Pezzini
 

 

   INTRODUCCIÓN.

 

   “De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas: en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quién instituyó heredero de todo, por quién también hizo los mundos” (Heb 1,1-2).

 

   La Biblia expresa la PALABRA de Dios al hombre a lo largo de la historia humana. Mientras los libros del Antiguo Testamento recogen lo dicho en el pasado por medio de los profetas, en los del Nuevo, Dios nos habla por medio de su Hijo: Jesús, el Cristo.

 

   El estudio del Nuevo Testamento nos conduce inevitablemente a una revisión de los principales hechos del período intertestamentario, es decir, del tiempo que transcurre entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

 

   Para comprender mejor el Nuevo Testamento, es necesa­rio echar una mirada rápida al ambiente social, reli­gioso y político en donde NT surge con la predicación de la Buena Nueva que hace Jesús de Nazaret.

 

   En este período intertestamentario se cumplieron dos profecías que el  profeta Daniel había hecho: la imagen de Nabucodonosor (Daniel 2), y la de las cuatro bestias (Daniel 7).

 

   Estas dos profecías, tanto la imagen como la de las cuatro bestias, hallaron su cumplimiento en los cuatro imperios mundiales que hubo desde Nabucodonosor (salvo la última parte del cuarto imperio).

   Estos cuatro imperios son: el Babilónico, el Medo-Persa, el Griego y el Romano.

 

   El imperio Babilónico es representado en la primera profecía por la cabeza de oro de la imagen; el Medo-Persa, por el pecho y los brazos de plata; el Griego, por el vientre y los muslos de bronce; y el Romano, por sus piernas de hierro.

 

   En la segunda profecía, el imperio babilónico es representado por el oso, el Medo-Persa por el león; el Griego por el leopardo, y el Romano, por la bestia "espantosa y terrible".

 

      I. Dimensión política:

         Grandes períodos en el gran paréntesis intertestamentario.

 

   1.1. Periodo Persa (430-332 A. C.) (Segundo imperio profético de Daniel)

 

El momento histórico en el que vive Daniel es el periodo babilónico, tiempo de exilio. Que corresponde al primer imperio profético de Daniel.

Y a finales del AT, Judea era una provincia persa, y lo fue durante 100 años después. De este período posterior poco se sabe en la historia judía. En general, se puede decir que el dominio persa era en su mayor parte moderado y tolerante, y que los judíos gozaban de bastante libertad.

 

   1.2. Periodo Griego (331-167 A.C.) (Tercer imperio profético de Daniel)

 

Entre 336 y 331 a.C. Alejandro Magno conquistó el mundo entero. Su padre -el rey Filipo- había muerto inesperadamente. Alejandro ascendió al trono de Macedonia cuando tenía sólo 20 años de edad.

   Recibió una sólida formación de parte del filósofo Aristóteles, lo cual le hizo muy sensible al arte y a las ciencias.

   En su comitiva siempre se hacía acompañar por los más grandes sabios, quienes iban realizando una labor de acopio cultural.

   Alejandro era un joven con una personalidad arrolladora y una ambición sin límites.

 

   En el 334 dejó a Antípater como regente en Macedonia y se trasladó al Asia Menor con un ejército de 40.000 hombres para enfrentarse a Darío Codomano, rey de Persia. A pesar de tener un ejército diez veces menor, lo venció en dos ocasiones (en Gránico e Isos). En seguida, Alejandro conquistó la costa oriental del Mediterráneo.

 

   En el 332 se apoderó de Tiro, la gran ciudad marítima de los sidonios, lo cual le sirvió de base para el dominio de todos los pueblos de Palestina. (Para la importancia de Tiro como centro comercial ver Ez 26-28).

 

   En su invasión de Palestina mostró gran consideración hacia los judíos, dejó intacta Jerusalén, y ofreció garantías a los judíos para que se estableciesen en Alejandría.

    Los entretelones de esta simpatía por los judíos son bien interesantes. Según el historiador judío Flavio Josefo, Dios le habría mostrado antes, en una visión, su entrada a Jerusalén, y también habría preparado al sumo sacerdote judío para recibirlo en paz.

   En efecto, cuando entró a Jerusalén le esperaban todos los sacerdotes con sus vestimentas ceremoniales.

   Alejandro se postró delante del sumo sacerdote en reconocimiento al Dios cuyo nombre éste llevaba inscrito en la frente.

   Los judíos, por su parte, mostraron a Alejandro las profecías de Daniel que apuntaban a su persona, lo cual acabó por convencer a Alejandro de su carácter de escogido.

 

   Siria y Egipto se sometieron al joven conquistador sin resistencia.

   En Egipto asumió el lugar de faraón y dios de los egipcios ('hijo de Amón'); fundó la ciudad de Alejandría y se preparó para la campaña del este.

   En primer lugar, tomó la ciudad siria de Damasco, donde se apoderó de los tesoros del rey Darío. Luego, venció a Darío en Gaugamela, Asiria.

   Tomó luego las espléndidas ciudades del Oriente: Susa, la capital del imperio Medo-Persa; Persépolis y Ecbatana. Llegó hasta cerca del río Ganges en la India entre 330 y 328. Contra lo que su maestro Aristóteles le había enseñado, en cuanto al riguroso helenismo, Alejandro, adoptó muchas de las costumbres orientales. Adoptó también el modelo medo-persa en cuanto a su sistema de gobierno y en lo cultural. Se casó con mujeres persas, y dio mujeres persas a sus hombres.

 

   El 323, cuando se preparaba para su expedición a Arabia, murió de un violento ataque de malaria. Su muerte hizo temblar todo el imperio. Tenía 33 años. Sus funerales duraron 2 años.

   Tras la muerte de Alejandro, durante 22 años, el imperio estuvo en manos de los sátrapas. Pero el 301, por la muerte de muchos de ellos y los forcejeos entre los líderes más ambiciosos se llegaron a conformar cuatro grandes áreas.

 

   Es así como el imperio pasó a cuatro de sus generales (diádocos = sucesores). En Tracia y parte del Asia Menor quedó Lisímaco. En Macedonia y Grecia quedó Casandro. En el oriente, Siria le tocó a Seleuco, y Egipto a Tolomeo.

 

   Palestina, situada entre ambos, se vio involucrada en muchas guerras. Primero perteneció a Egipto (entre 323 y 203, unos 120 años), bajo el reinado de Tolomeo Sóter, y luego de Tolomeo II Filadelfo. Bajo los reyes de Egipto (los Tolomeos), la suerte de los judíos fue, por lo general, pacífica. Los que estaban en Egipto edificaron sinagogas en todas las colonias.

 

   Tolomeo Filadelfo se interesó por apoyar la cultura y la literatura de los pueblos. Durante este período la ciudad de Alejandría llegó a ser un centro de gran influencia judía. Por orden suya, se produjo la versión griega del Antiguo Testamento, llamada Septuaginta, entre 280 y 150 a.C. El rey pidió al sumo sacerdote Eleazar que le enviara a Alejandría setenta eruditos hebreos para realizar dicha obra. Esta traducción permitió que todo el mundo conocido en la época –que conocía la lengua griega– leyera las Sagradas Escrituras.

 

   En el 198 a.C., Antíoco III el Grande reconquistó Palestina para los seléucidas. Poco después el rey Antíoco IV Epifanes, enemigo acérrimo de los judíos, hizo un esfuerzo salvaje y decidido para exterminarles a ellos y a su religión. (Éste se llamó a sí mismo "Teos Epífanes" - dios manifiesto).

 

   El 168 a.C., luego de fracasar en una embestida a Egipto Antíoco desahogó su frustración contra Jerusalén. Destruyó los muros de la ciudad, profanó el templo (que fue llamado 'Templo de Júpiter Olímpico'), sacrificó una cerda sobre el altar, erigió un altar a Júpiter, prohibió el culto del templo y la circuncisión, destruyó todos los ejemplares de la Escritura que fueron hallados, mató a todo aquel que las poseyera, vendió como esclavos a miles de familias judías y recurrió a toda forma imaginable de tortura para obligar a los judíos a que renunciaran a su religión.

 

   La figura de Antíoco Epífanes tiene gran valor profético, porque las profecías de Daniel 8,9-14 y 11,21-35 apuntaban a su persona. Por lo demás, la figura de Antíoco apunta también al Anticristo (Mateo 24,15), de quien es un tipo o antecedente.

 

   Las atrocidades cometidas por este rey condujeron al sublevamiento de los Macabeos, una de las hazañas más heroicas de la historia de la humanidad.

 

 

    I. 3. La independencia macabea o Asmonea (167-63 a.C).

 

   Matatías, sacerdote del linaje de Asmón, un valeroso patriota judío, enfurecido por los intentos de Antíoco Epifanes de destruir a los judíos, reunió a un grupo de judíos leales y alzó la bandera de la sublevación.

   Tuvo cinco hijos heroicos y guerreros: Juan, Simón, Judas, Eleazar y Jonatán.

   Su hijo Judas Macabeo ('martillo') reconquistó Jerusalén en 165 y purificó y reconsagró el templo. Esto dio lugar a la fiesta de la purificación o de la dedicación que se conmemoraba en tiempos de Jesús (Jn 10,22).

   Judas reunió en sí mismo la autoridad sacerdotal y civil, y de esta manera estableció la sucesión asmonea de sacerdotes-gobernadores, que durante 100 años encabezaron una Judea independiente.

 

   Los macabeos continuaron su lucha contra Siria y las naciones vecinas que amenazaban a Israel.

   Judas Macabeo murió en 161, y asumió el mando su hermano Jonatán, quien se alió con Siria, obteniendo paz y cierta libertad para Judea. Con apoyo sirio, Jonatán asumió como sumo sacerdote y gobernador de Judea entre 150-144, año en que fue asesinado por los sirios.

 

   En el 142, su hermano Simón echó definitivamente a los sirios, logrando la independencia casi total de Judea. Simón renovó el pacto con Roma que habían hecho sus hermanos Judas y Jonatán.

   Entre tanto, el poderío romano se iba extendiendo. (Para mayores detalles, consultar 1 Mac).

 

   Hechos importantes del período Macabeo:

 

   a. Los gobernantes ganaron una posición hereditaria. Con Simón Macabeo, el Sanedrín aprobó el sumo sacerdocio hereditario a perpetuidad. Los sacerdotes asmoneos gobernaron Judea hasta los días de Herodes el Grande (37 a.C).

 

   b. Expansión de la helenización (influencia griega). A partir de Juan Hircano, hijo de Simón, la posición del sumo sacerdote tuvo más importancia política que religiosa.

 

   Juan Hircano y sus sucesores se apartaron cada vez más de la tradición judía, y trataron de gobernar el país al estilo de otros reyes de la época. Contaron para ello con el apoyo de la aristocracia ambiciosa.

   Juan Hircano cambió los nombres judíos de sus hijos por nombres griegos, y sus sucesores se amoldaron cada vez más al helenismo.

   Juan Hircano era fariseo, pero luego se hizo saduceo, influido por la cultura griega.   Sin embargo, bajo su gobierno Judea experimentó un proceso de expansión territorial y fortalecimiento. Fue tal el engrandecimiento de Juan Hircano, que se autodenominó "rey de Israel", título que conservaron los judíos hasta que Roma se apoderó del país.

 

   c. Recuperación del territorio judío. Bajo el gobierno de su hijo Alejandro Janeo (103-78), los judíos volvieron a poseer todo el territorio que habían logrado dominar en el tiempo de David y Salomón. No obstante, éste fue el más cruel e impío de todos los sumos sacerdotes. (Dio muerte a más de 50.000 judíos).

  En esta época, Galilea fue judaizada, pero los samaritanos no aceptaron cambios, por lo que aún cien años más tarde eran enemigos de los judíos.

 

   d. Surgen los fariseos y saduceos. La influencia helenizante entre los judíos dio origen a dos partidos: los fariseos, que defendían la antigua fe, y los saduceos, amantes de la filosofía secular y helenista.

 

   e. La profanación de Antíoco Epifanes ocupa un lugar muy especial en la profecía bíblica, debido a su analogía con el anticristo.

 

   f. La sublevación de los Macabeos dio pie para que los judíos en tiempos de Cristo esperasen a un Mesías político a semejanza de ellos. Las hazañas de los macabeos estaban muy frescas en la memoria de todos los judíos.

 

 

   1.4. Periodo romano (63 a.C. hasta la época de Cristo)

(Cuarto imperio profético de Daniel).

 

   Los romanos tuvieron un desarrollo acelerado en los últimos tres siglos antes de Cristo. El 146 a.C. el imperio romano ya constaba de siete provincias: Sicilia, Córcega, Cerdeña, España, Francia, África y Macedonia; y, rápidamente, para el 133 Asia Menor se había constituido en la octava provincia romana.

   De esta manera, Roma se alzó como el cuarto imperio descrito por Daniel en sus profecías. (Las "piernas de hierro" de la estatua, Dn 2,33.40; y la "cuarta bestia" 7,7).

 

   Roma empieza a intervenir en los asuntos de Judea. Pompeyo conquistó Siria y Palestina el 63 a.C. Depuso al último sacerdote macabeo, Aristóbulo II, y lo llevó cautivo a Roma. Antípater (de Idumea) fue nombrado gobernador de Judea. Cuando nació Jesús, Judea era una subprovincia romana de Siria.

   En el año 40 a. C., César Augusto nombró a Herodes el Grande como rey de los judíos (37-3 a.C.).

 

   Aportes del periodo romano al cristianismo:

 

   Gobierno y paz mundiales: Había en el mundo romano un sentimiento cosmopolita. El mundo estaba globalizado y prácticamente sin fronteras, lo cual facilitó la difusión de la fe cristiana.

   Gobierno permanente (estable), con una ejemplar administración de justicia: el Derecho romano. El apóstol Pablo se vio muchas veces favorecido por estas condiciones sociopolíticas.

 

   Buenas carreteras: La red de carreteras romanas cruzaba todo el imperio, desde España hasta el Eúfrates; desde Alemania hasta África. Esto hizo de la época romana la más comercial e internacional de la historia.

 

   El erudito cristiano Wilton M. Nelson evalúa de la siguiente manera el aporte de los romanos a la difusión del evangelio:

   "La unión de tantas razas y pueblos bajo un imperio ayudó a derribar las barreras raciales y culturales y a unificar la raza humana. En estas condiciones el mundo habría de escuchar la predicación de la doctrina de que en Cristo, 'no hay griego ni judío... bárbaro ni escita, siervo ni libre' sino que todos los creyentes son uno en Cristo".

 

   Ralph Earle, por su parte, lo plantea muy gráficamente:

   "En muchos sentidos fue para Pablo más fácil viajar por el territorio del Mediterráneo que lo sería para un misionero hoy día. Podía ir de un territorio a otro sin ser detenido en las fronteras por los oficiales de aduana".

 

 

II. Marco religioso de Palestina en tiempos de Jesús.

 

   En la sociedad israelita de ese tiempo había tres clases sociales: una alta (jefes políticos y religiosos, grandes comerciantes y terratenientes, publicanos), otra media (comerciantes y artesanos, sacerdotes y escribas), y otra pobre (jornaleros, mendigos, leprosos, esclavos).

   Los principales oficios eran la agricultura, la ganadería, la pesca (en el lago de Galilea), trabajos artesanales (alfarería, zapatería, carpintería, albañilería) y el comercio.

   La atención del templo daba trabajo a un gran número de sacerdotes y levitas.

 

   Prácticas religiosas y filosofías grecorromanas imperantes.

 

   a) Adoración de reyes y emperadores. Alejandro Magno fue adorado como dios en Egipto ("hijo de Amón"), en Babilonia (ofreció a Marduk). Seleuco llevaba el nombre de Kirios (Señor). Tolomeo ostentaba el título de Soter (Salvador), y Antíoco IV Epífanes se hizo llamar "Teos Epífanes".

 

   b) Religiones y filosofías que dominaban el pensamiento pagano en el tiempo de Jesús:

   Religiones de misterios y ocultismo: misterios eleusinos, de Isis y Osiris de Egipto, de Dionisos (Baco) el mitraísmo y prácticas de ocultismo y hechicería. (Ver Hechos 8:9-11; 16:16; Gál. 5:20; Ap. 9:21).

   Filosofías que chocaban con la fe cristiana en el primer siglo: El platonismo y sus derivados, el humanismo aristotélico, el gnosticismo, el epicureísmo y el estoicismo. (Hech. 17:18).

 

 

   II.1. Palestina.

 

   a). División geográfica: Palestina está repartida en varias administraciones, dependientes todas ellas del poder imperial romano.

 

   Galilea. Goza de una aparente independencia bajo el rey Herodes-Antipas, pero ello se debe a la gran devoción de éste por el poder romano. Como consecuencia de ello es odiado por los judíos.

   Los galileos son mirados con malos ojos por los judíos, y siempre les resultan sospecho­sos de alguna herejía.

 

   Judea-Samaria. Está puesta bajo la autoridad de un magistrado romano: Poncio Pilato, que tiene su cuartel ge­neral en Cesarea, a orillas del Mediterráneo.

   Sin embargo la organiza­ción política judía se sigue manteniendo gracias a su se­nado, el sanedrin, que pre­side el sumo sacerdote.

 

   b). División política: Herodes el Grande gobernó Judea del 37-3 a.C., era hijo de Antípater. Siendo de sangre idumea, nunca pudo granjearse el cariño de los judíos, los cuales, además, le acusaban de haber exterminado la casa de los macabeos. Herodes reinaba cuando nació Jesús, y fue quien procuró matarlo.

   A su muerte, ocurrida poco después de la matanza de los niños (Mt 2,16), dejó su reino a tres de sus ocho hijos: Arquelao, en Idumea, Judea y Samaria; Herodes Antipas, en Galilea y Perea; y Herodes Felipe II, en los territorios al noreste del Jordán, Iturea, Decápolis, etc. Esta distribución fue ratificada por Cesar Augusto.

 

   Arquelao, hijo del anterior, sólo reinó 10 años, porque una delegación de judíos y samaritanos le acusó ante el emperador siendo desterrado. César Augusto puso entonces su territorio (Idumea, Judea y Samaria) bajo el dominio de Siria. Arquelao fue un rey muy cruel.

   Desde Siria eran nombrados los procuradores romanos. No menos de 14 procuradores gobernaron desde el 6 hasta el 70 d.C. Pilato fue el quinto en esta lista.

 

   Herodes Antipas ("el tetrarca", Lc 3,19), otro de sus hijos, también fue un rey cruel.   Este se hizo notable por quitarle la esposa a su hermanastro Felipe (Mc 6,17, 18; Lc 3,18). Jesús se refirió a él como "aquella zorra" (Lc 13,31-33).

   Este rey gobernó durante toda la vida Jesús. El último encuentro entre ellos tuvo lugar durante el juicio de Jesús. Pilato, al oír que Jesús era galileo, y en vista de que Herodes Antipas estaba en Jerusalén, le envió ante él. (Lc 23,6-12).

 

    Herodes Felipe II fue el tercero de sus herederos. Según el historiador Flavio Josefo, fue un gobernante muy justo. Entre otras obras, erigió la ciudad de Cesarea de Filipos, al pie del monte Hermón.

   Sin embargo, su nieto Herodes Agripa continuó la sangrienta historia de su abuelo el Grande. (El apóstol Santiago murió a manos de este gobernador. Hc 12,1-2). El bisnieto Herodes Agripa II fue, más tarde, el rey ante quien fue juzgado Pablo. (Hc 25,13-26.32)

 

 

   II.2. Grupos sociales: Instituciones y sectas judías.

 

   El templo: El templo de Jerusalén era el lugar de adoración y el punto de convergencia de todos los judíos. Allí los sacerdotes ofrecían los sacrificios, y se celebraban las fiestas. El templo original, levantado por Salomón, fue destruido por los babilonios (587 a.C). El segundo templo fue construido por Zorobabel al regreso de Babilonia (536-516). Este sufrió ataques, saqueos y profanaciones a manos de Antíoco Epífanes (168), Pompeyo (63) y Craso (54).  A partir del año 20 a.C. Herodes erigió un fastuoso templo de mármol y oro, que estaba en pie en días de Jesús. El templo estaba allí, pero no la presencia de Dios. Por eso, el Señor lo llamó "cueva de ladrones". Fue destruido totalmente en el año 70 de nuestra era.

 

   Las sinagogas: (Gr. synagogue, asamblea). Aparecieron en los días del cautiverio, cuando los judíos habían perdido su templo, y la nación estaba dispersa. Eran lugares donde se leía la Torá y el Talmud. Se establecieron en cada lugar donde hubiera una comunidad judía. Cuando regresaron a Palestina, los judíos trajeron sus sinagogas. Toda ciudad importante tenía una o más. En Jerusalén, a pesar de estar allí el templo, había muchas. Se dice que para el año 70 d.C. había unas 400.

   Las presidía una junta de ancianos. Jesús y los primeros cristianos judíos asistían a ellas. (Mt 13,54; Jn 6,59; Hc 13,5.14; 14,1; St 2,2,3).

 

   El Sanedrín: Se cree que surgió en el siglo III a.C. Funcionaba en Jerusalén. Estaba compuesto por 70 miembros: Sacerdotes y nobles saduceos, algunos fariseos, escribas y ancianos, bajo la presidencia del sumo sacerdote. El poder de este concilio era muy limitado, como se ve en el juicio contra Jesús (Mat 27,1-2). No obstante, tenía autoridad sobre los problemas religiosos (Hc 9,1-2; 22,5). Se extinguió con la destrucción de Jerusalén, en el 70 d.C.

 

   Saduceos: Eran una casta sacerdotal aristócrata y materialista; dominaban el Templo. Ricos y de gran influencia.

   De las Escrituras, sólo reconocíanq los 5 li­bros del Pentateuco. Debido a ello, no creían en la resurrec­ción de los muertos, puesto que ningún libro del Penta­teuco hace referencia clara a ella.

   Posiblemente sus orígenes se remontan a la época de los fariseos (s II a.C). Pero a diferencia de éstos, los saduceos estaban a favor de adoptar las costumbres griegas, así que se pusieron del lado de los helenistas. Además colaboraban con los dominadores (Cf; Mt 3,7; 22,23; Mc 12,18; Lc 20,27; Hc 5,17;23,6).

   Controlaban en gran parte el Sanedrín. Ocupaban los cargos principales del sacerdocio y del ritual del templo. Aunque fueron enemigos de los fariseos por sus creencias, cuando se juzgó a Jesús presentaron un frente unido con aquéllos.

 

   Fariseos: Se cree que esta secta surgió en el siglo II a.C., en los días de Juan Hircano. En ese tiempo los judíos habían comenzado a ser helenizados; entonces aparecieron los hasidim, líderes judíos que permanecieron fieles a la ley de Moisés en tiempos en que muchos se sometían al helenismo impuesto sobre Judea por los griegos y los sirios. Los fariseos se consideraban herederos de los hasidim. Su propósito era conservar la integridad nacional y la conformidad estricta a la ley de Moisés.

   Mezclaban un fervoroso patriotismo con la devoción religiosa. Más tarde se convirtieron en una secta formalista e hipócrita de justicia propia.

   Representaban el grupo con más autoridad entre el pueblo. Eran influyentes y participaban en la dirección política. Gente piadosa, de condición media, despre­ciados por los saduceos, pero gozaban de la simpatía de los escribas y doctores de la ley. Orgullosos de sus obras, no comprendían que el perdón gratuito ofrecido por Jesús era de hecho el cumplimiento del amor de Dios, pero algunos de ellos sí terminaron siguién­dole. Creen en la resurrección de los muertos.

 

   Escribas y doctores de la ley: Eran copistas de las Escrituras, una profesión de origen muy antiguo. Probablemente surgieron en tiempos del exilio. Les correspondía copiar, estudiar e interpretar las Sagradas Escrituras, y transmitirlas al pueblo. Se les llamaba doctores, maestros o intérpretes de la ley, y eran autoridades reconocidas (Cf; Mat 13,52; 23,2.13).

   Las decisiones de los escribas principales llegaron a ser ley oral o "tradición". Su interpretación de la Escritura era literalista y tradicional, por lo que siempre estuvieron en contra del mensaje vivo de Jesucristo.

   Tuvieron gran influencia entre el pueblo. Enseñaban en el templo (Lc 2,46) o en las sinagogas (Hc 15,21). Creían en la resurrección y en los ángeles, en la venida del Mesías y en la reunión final de todas las tribus de Israel.

   Sus enseñanzas se conservaron en la llamada literatura rabínica, escrita después del Nuevo Testamento. Son los especialistas en Sagrada Escritura, encarga­dos de difundirla y de pro­nunciar el derecho civil y reli­gioso.

 

   Esenios: Fueron una reacción contra el formalismo de los fariseos y la mundanidad de los saduceos. Aunque no se les nombra nunca en el N.T., eran una especie de monjes que vivían en comunidad en Qumran, en la orilla occidental del mar muerto.

   Se considera­ban una comunidad de "puros", practicando la comu­nidad de bienes y viviendo en medio de un gran fervor espi­ritual y en la meditación de las escrituras.

   Su preocupación era la conservación y propagación de las enseñanzas del A. T.

   Creían en las doctrinas hebreas, pero también tenían muchas creencias paganas: el determinismo universal, la adoración del sol como dios, y la reencarnación.

   Su aporte más importante fue dejar en las cuevas de Qumran, a orillas del mar Muerto, copia de gran parte de los escritos del Antiguo Testamento.

   En el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto (1947) se obtuvo nueva información sobre ellos.

   No se sabe si tuvieron contacto con Jesús y la iglesia primitiva; por lo menos no se refleja en su legado literario y arqueológico.

 

   Zelotes: (Fanáticos, celosos). También conocidos como "cananistas". Eran una secta intensamente nacionalista, lo opuesto de los publicanos. Políticamente estaban en contra de los romanos y fomentaban frecuentes rebeliones y escaramuzas. Se les consideraba alborotadores.

     Este partido fue fundado por Judas el Galileo, quien dirigió una rebelión contra Roma en el 6 d.C. Se oponían a que Israel pagase tributo a un emperador pagano, sobre la base de que se trataba de traición a Dios, el verdadero rey de Israel.

   Uno de los discípulos del Señor, Simón el zelote, posiblemente pertenecía a esta secta.

   Se les llamaba zelotes porque seguían el ejemplo de Matatías y sus hijos y seguidores, que manifestaron celo por la ley de Dios cuando Antíoco IV intentó suprimir la religión judía, y el ejemplo de Finees en el desierto (Números 25,11).

   Los zelotes estuvieron activos durante la guerra de 66-73 d.C.; la última plaza fuerte de los zelotes, Masada, cayó en mayo del 74 d.C.

   Eran fanáticos de la libertad y esperaban al Mesías como un caudillo libertador. Por eso, al principio se sintieron atraídos por la pre­dicación de Jesús, pero, decep­cionados por su actitud no violenta, se distanciaron de él.

   Gustaban de soluciones tajan­tes, y pretendían liberar al pueblo, por medio de la insurrección armada, del dominio romano.

 

   Herodianos: Este era un partido político que favorecía a Herodes el Grande y a sus hijos, los cuales gobernaban las provincias palestinas bajo la autoridad de Roma.   Creían que cooperando con los romanos resguardaban los intereses del país. El pueblo los aborrecía así como aborrecían a Herodes, pero gozaban de popularidad en los círculos políticos.

   En dos ocasiones los herodianos se unieron con los fariseos para tramar la muerte de Jesús: a) Cuando sanó al hombre de la mano seca (Mc 3,6), y b) cuando tentaron a Jesús con la pregunta acerca de los impuestos (Mt 22,15-22).

 

   Publicanos: Eran judíos que cobraban los tributos que exigía el Imperio Romano. A éstos no les interesaba qué métodos empleaban para cobrar los impuestos, con tal de que a las arcas del imperio entraran las cantidades presupuestadas.  Los publicanos se aprovechaban de esta situación, y siempre cobraban mucho más de lo justo, porque su comisión consistía en todo lo que superaba la cantidad estipulada por el imperio.

   Por eso la mayor parte de los publicanos eran muy ricos, y por eso también los judíos los odiaban. No los consideraban judíos sino apóstatas. El desprecio e impopularidad hacia ellos lo manifiesta su mención junto a los pecadores (Mt. 5,46; 21,31).

 

   Marginados: Constitu­yen una masa importante: las viudas, los mendigos, las prostitutas, enfer­mos...

 

 

III. ¿Qué es Teología de la Biblia?

 

   Es una visión del actuar de Dios en la historia de Israel y en la historia de la iglesia primitiva y a las formas concretas como Israel y la Iglesia Apostólica fueron acogiendo vitalmente el actuar de Dios. Las formas concretas del acontecer de Dios fueron:

•     federación de tribus

•     monarquía

•     comunidad post-exílica

•     Iglesia primitiva

 

   El objeto de la Teología (en modo general) no es Dios en sí mismo. Se preocupa por la acción de Dios y no por definir en conceptos quién es Él.

   Durante mucho tiempo primó una concepción abstracta de Dios. La filosofía griega influyó más en la Teología que la misma teología judía.

   La Teología parte del modo como Dios funciona de hecho; nunca dice la Biblia “qué es Dios”.

   Cuando la filosofía griega se metió en el cristianismo se hicieron lecturas desde esa concepción. Por ejemplo Ex. 3,14-17 en donde se define a Dios como “el que es”, se entendió a partir de cánones griegos como una definición de Dios, mientras que para la mentalidad judía esa frase expresaba la experiencia del Dios que no cambia, el Dios en el que siempre han creído.

   Saber como Dios funciona de hecho se llega a través de la experiencia. Jahvé es un Dios que se deja sentir y no uno que se busca como el objeto del conocimiento científico. Él es quien busca y toca al hombre.

 

   La Biblia es ya de por sí una teología pues en los diversos estratos que la componen hay una lógica del actuar de Dios. La Biblia es un conjunto del actuar de Dios. La Biblia es una expresión múltiple (muchos géneros literarios) de tomas de conciencia del actuar de Dios en la comunidad de Israel y la cristiana.

 

            III.1. Intentos de estudio bíblico.

 

   1. Primer intento. Por estratos literarios (conjuntos literarios homogéneos generalmente de la misma época).

AT:

•           El Javista

•           Profetas pre-exílicos

•           Deuteronomista

•           Sacerdotal (post-exílico)

 

NT:

•           Primeros credos cristianos

•           Pablo

•           Sinópticos

 

   Cuando se mira el primer conjunto se ve una evolución en la Revelación, sobre todo desde el punto de vista teológico, en el comportamiento de Dios con el hombre.

                       

Métodos:

•           Crítica literaria

•           Crítica histórica.

 

   La crítica literaria: Busca la fuente de cada uno de los estratos, de qué se formaron, que tradiciones o escritos anteriores a ellos generaron los estratos.

 

   La crítica histórica: busca qué realidad histórica se refleja en cada uno de los estratos. Pretende encontrar dónde nacieron y de qué historia están hablando. Ejm: Se cree que Moisés es un personaje histórico que vivió allá por el siglo XII a.C., pero su estrato es del siglo IX.

 

  En el Nuevo Testamento el punto de partida son los credos. Éstos hablaban de lo que la comunidad creía. Se redactan a partir de la experiencia del Resucitado. En esta etapa no están interesados por contar la historia de Jesús. Es a partir de la experiencia del Resucitado que comprenden al Jesús histórico.

   Uno no se transforma si el Resucitado no acontece vivo en la persona; quien salva es el Resucitado.

 

   2. Segundo intento. Presupone el anterior. Se le agrega el keryma (estrato literario).

   Keryma es el anuncio propio de cada estrato. Habla de qué cosa concreta está promoviendo cada uno de esos estratos. (Keryma: predicación), o dicho de otro modo, busca descubrir qué pretende cada predicación, a dónde va.

 

   Método:

            Crítica literaria

            Crítica histórica

            Hermenéutica bíblica (Es la interpretación que la misma Biblia hace de sí).

 

   3. Tercer intento. Presupone también las anteriores. Aterriza en lo que se denomina pueblo de Dios. Se tiene aquí el acontecer de Dios en un lugar concreto, en un pueblo concreto. Aquí lo que se busca son los espacios comunitarios existenciales en todo “eso” vació. No son contenidos doctrinales ni kerymaticos sino cómo vive la gente. Aquí se busca propiamente la vida de la comunidad de Israel, de las comunidades cristianas, las comunidades de Pablo y finalmente buscar lo que Jesús quería que se hiciese.

 

   La imagen de Jesús que aparece en los sinópticos, es la que creía la comunidad de los años 70 d.C. La comunidad no comenzó por creer en el Jesús histórico.

 

   Orden de comprensión del acontecimiento Cristo:

            Primeros credos,

Pablo, Evangelios.

 

            Método:

   Historia de las formas.

   Busca determinar cuál es el contexto histórico en el que nacen las unidades pequeñas de la Biblia. Mira a Israel y la Iglesia como una comunidad caminante y lo que pretende. No percibimos a Dios sino obrando en lo concreto. Sólo se puede hacer Teología mirando la lógica de Dios en su obrar concreto y este obrar de Dios es en la comunidad.

   Los kerymas: Son confesiones (Confesión: formulación de un acontecimiento divino comunitario) de fe.

 

 

   III.2. La esperanza mesiánica.

 

   Propiamente la religión de Israel (el yahvismo) se acaba con el fin de la monarquía y aparece una nueva religión que es el judaísmo. En el deuteronomio la monarquía es la religión. Lo que hacen los israelitas es hacer otra religión con otro propósito.

 

            Haciendo una visión sintética percibimos lo siguiente:

            a) Tienen el ideal de una sociedad igualitaria.

            b) Se hace la monarquía y ésta se hace institución sagrada con David.

 

   Se vuelve sagrada pues tiene condiciones de aceptación por parte de todo Israel. Pues es una monarquía que no tiene corte ni esclavos y no atropella la sociedad igualitaria. Se vuelve entonces en el instrumento de Yahvé para hacer una sociedad como él quiere.

            c) Con Salomón se divide la monarquía.

            d) El Reino de Salomón provocó la división en dos pequeños reinos, los cuales fueron igualmente negación de la monarquía.

                        a. El Norte cayó  en el 720 a.C.

                        b. Judá cayó en el 587 a.C.

e) Con el derrumbamiento de Judá empiezan a pensar en el mesianismo.

            f) Una vez acabado Judá, el deuteronomio ya había creado un ideal de cómo debe ser la monarquía (año 600 a.C.).

 

 

             a). Visión global del mesianismo. ¿Qué es?

 

   Es un impulso de esperanza, motivado por la fe en un Yahvé que es fiel a sus promesas, y que tiende a recuperar y mejorar lo que en el pasado se experimentó.  Este tiempo de la esperanza mesiánica se define desde la caída de la monarquía de Judá. Cuando en el año 720 a.C., cae Israel, como que hay un primer toque de aviso. Sólo sobrevive Judá. En el 587 cae también este último, entonces, se afina la idea del mesianismo.

   Esta es un impulso a esperar la monarquía pero no sólo como había sucedido en el pasado sino a esperarla de una manera mejor.

   Aparece el judaísmo como una religión provisional mientras se vuelve a recuperar la monarquía según el ideal tribal y para ello miran la imagen más cercana que tienen de este ideal, la cual es el deuteronomio.

   El mesianismo nace de una tensión entre la caída de los dos reinos y la fidelidad a las promesas de Yahvé. Si Dios es fiel a sus promesas y nosotros somos fieles, él cumplirá sus promesas. Se trata entonces de institucionalizar esa fidelidad.

   La palabra mesías significa el ungido (untar) y esta acción sólo se realizaba con el rey. La unción real es la normativa. Ellos esperan un mesías, pues esta figura es un simbolismo de fortaleza ya que mesianismo es sencillamente monarquía.

   El mesianismo tampoco es una tendencia normal de la humanidad hecha o para pensar un futuro triunfalista o para esperar en el futuro, sino que apunta más a lo que fuimos capaces de hacer y experimentar ayer.

   El mesianismo no es una especulación, sino un recurso a experiencias concretas tenidas en el pasado, lo cual le da razón de posibilidad del mañana.

   Cuando se trata de la fe en Yahvé, están afirmando, que si Yahvé intervino con nosotros desde Egipto hasta nosotros, porqué no esperar que él siga actuando y nos muestre su amor.

 

b). Consecuencia de la caída del reino de Judá.

 

                        b.1. El juicio de Yahvé que corrige o la interpretación mesiánica.

 

            La interpretación que el profetismo hizo de la caída del reino del Norte en cuanto signo claro de la sentencia de Yahvé juez por los delitos cometidos, sirvió de modelo para interpretar de la misma manera la caída del reino de Judá.

   Esta interpretación la encontramos en el libro de los reyes. El juicio de Yahvé sobre Israel y Judá no significó el rechazo de estos dos sino más bien una manera de corregir misericordiosamente a su pueblo (Ex 34,6ss). El corregir no es venganza sino es ser misericordioso.

 

   Ahora bien, el juicio  contra Israel, se escribió para mantener la esperanza de Judá, y para mover en las personas a la fe en Yahvé ya que a él no "se le salen las cosas de las manos" y por lo tanto es un Dios confiable.

 

   Todos los profetas, y toda la profecía está volcada sobre Israel. Este modelo, como profecía, quedó en lo que está escrito. El libro se escribe para ser leído en Judá. De tal manera que esta literatura es una profesión de fe, en que Yahvé es capaz de corregir a Israel.

 

   El juicio sobre Judá está hecho sobre el modelo de Juicio sobre Israel. Jeremías y Ezequiel están enjuiciando a Judá con el modelo de Amós y Oseas.

   Hay que recordar que la profecía escrita de Amós es para afirmar que Yahvé es confiable. Jeremías y Ezequías, por tanto, escriben cuando ya se acabó la monarquía de Judá y escriben para el resto, para que ellos sigan confiando en Yahvé.

 

   El resto de Israel, a diferencia de Judá cuando cayó Israel, queda sin tierra, de allí que esta situación es la que les dé la capacidad de esperar. El juicio de Yahvé que corrige, en el caso de Israel, es para Judá la corrección; y en el caso de Judá, el juicio es contra Judá y aquí la corrección es la esperanza. La caída de Judá es prácticamente la caída de toda la monarquía. La caída del Reino del Norte es una lección de fe para Judá, ya que era para seguir esperando una restauración en el Reino de Judá.

   Luego, al caer la monarquía del Sur (Judá), los profetas la leyeron igualmente como en el Norte, como una corrección de Yahvé para los que quedaron en Judá. Así pues la caída del Reino Sur, fue interpretada por los profetas como una corrección de Yahvé para los del Sur, para que los que quedan esperen una monarquía.

 

   b.2. La concepción del proceder de Yahvé Juez.

 

            Esta concepción del proceder de Yahvé Juez creó, en la circunstancia de la caída de Judá una nueva manera de autointerpretarse todavía como creyentes en Yahvé. En efecto, si ya no era posible restablecer la monarquía al menos se podría, como creyentes, esperar la recuperación de la autonomía sobre la tierra de Palestina, y en consecuencia, establecer nuevamente la monarquía. Esta es la esperanza mesiánica.

 

            En la Biblia nunca se predice algo que antes no haya sucedido. La esperanza no es una cosa del futuro sino algo que está sucediendo ahora. La esperanza es algo que funciona ahora, es la certeza del presente que nos hace afrontar el presente.

 

            En el caso de la esperanza mesiánica se trata de ser fiel aquí y ahora para garantizar el futuro. La revelación funciona de la siguiente manera: lo que Yahvé ha hecho en el pasado es garantía de que en el futuro se comporte de la misma manera.

   El mesianismo toma conciencia de que Yahvé llegó hasta el deuteronomismo con una manera de proceder tal que podemos suponer que en el futuro se comporte de la misma manera.

   Como la posibilidad de duda está es en nosotros, se hace una institución que garantice la fidelidad.

 

b.3. La figura mesiánica.

 

   Ella es diseñada por Jeremías (Cfr. Jer 23,5-6). En el AT. el problema del mesianismo es la tierra. Esta figura mesiánica habla de un germen justo de David. Se trata de un rey que practicará el derecho y la justicia (Mishpat y Seraqat).

   De aquí viene la palabra Mesías = el ungido, el rey. Mesianismo es lo mismo que monarquismo. Otra vez aparece la idea de la monarquía en el Mishpat y Seraqat.

   Aquí el ungido no es propiamente un descendiente de David en el orden sanguíneo. En el Cap. 22 aparecen todos los descendientes de David enjuiciados como reyes por impíos. No se trata entonces de restaurar la dinastía. Lo que está en el fondo es la idea de un nuevo rey que sea como el reinado de David y no que sea su descendiente.

   Estas características de David fueron resaltadas al final de la monarquía. La imagen de David que se traslada a la experiencia mesiánica es la de: el David "crecido" de finales de la monarquía.

   El promotor del deuteronomio es Josías. Él es visto por la literatura de la época como un segundo David. Lo que se espera es un nuevo David que sea como lo fue el rey Josías y su ordenamiento.

 

            El mesianismo es propiamente el traslado de todo lo maravilloso que se hizo en el pasado para volver a repetir todas esas maravillas. Los semitas no especulan sino que tienen una episteme fenoménica, es decir, que se aferra a las experiencias vividas, por eso se traslada la experiencia del pasado al futuro.

 

            La propuesta de Jeremías es que se siga creyendo que Yahvé es fiel. Ellos piensan que para Dios es más fácil hacer lo que esperan que lo que hizo en el pasado. Lo que se espera no es igual a lo del pasado sino mejorado.

 

 

   IV. NUEVO TESTAMENTO: EL EVANGELIO.

 

   Poco después de la muerte del maestro en la cruz los discípulos empiezan a pre­dicar, a proclamar: ¡Dios a resucitado a Jesús!.  ¿Por qué? ¿A qué se debe este im­pulso tras el aparente fracaso de su muerte como blasfemo? ¿No es lo más normal que estén callados, desanimados, escondidos?

   Algo ha ocurrido, una ex­periencia extraordinaria ha tenido que haber en aquellos hombres para que se dé en ellos ese impulso de anunciar a Jesús como Hijo de Dios: la experiencia pascual.

   A partir de aquí, los dis­cípulos empiezan a releer y comprender la vida de Jesús. Más aún, empiezan a procla­marle como el Mesías. La ex­periencia pascual lo trans­formó todo. En Pascua, en Pentecostés, los discípulos no tienen todavía nada escrito, pero tienen algo que decir y hacer: ¡Dios ha resucitado a Jesús!. ¡Jesús ha derra­mado su espíritu!.

    Si al comienzo bastaba aquella Buena Nueva, pronto los discípulos se vieron obli­gados a entrar en detalles, re­cordando los hechos y los di­chos de Jesús e interpretán­dolos.

 

   La ac­tividad de estos primeros se­guidores de Jesús Resucitado es triple:

               + Predican.

               + Celebran.

               + Enseñan.

 

 

Predican, para anunciar a los judíos, y más tarde a los paga­nos, que Jesús ha Resucitado, que es el Hijo de Dios, el Sal­vador del hombre.

 

Celebran, en la oración, en la Eucaristía, en el compartir,... que el resucitado vive, y está presente en sus vidas.

 

Enseñan a los nuevos bauti­zados, recogiendo para ellos los hechos y las palabras de Jesús.

 

   No cabe duda que los recién bautizados se plantearían un buen número de preguntas: ¿Podemos tratar con los peca­dores? ¿Hay que seguir guar­dando las leyes judías? ¿Es necesario desprenderse de las riquezas? ¿Qué obligaciones tiene el cristiano? ¿Cuál de ellas es la más importante?... Para responder a estas pre­guntas, los apóstoles tenían una clara referencia: ¿Qué es lo que decía o hacía Jesús?

   Entonces empezaron a re­cordar que había hecho cura­ciones el día del sábado, ya que "el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado", que había comido con los pecadores, que durante una comida había acogido a una mujer llamada públicamente "la pecadora"... Se recogieron entonces las pa­rábolas sobre el peligro de las riquezas. Recordaron que el propio Jesús había resumido toda la ley en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo,...

 

Así se fueron for­mando, poco a poco, algu­nos relatos sobre Jesús y su enseñanza.

 

El evangelio, como buena noticia, es único, el mensaje que anuncian estos hombres es el mismo, pero cada autor lo irá presentando a su ma­nera, según el ambiente y las personas concretas a las que ha sido dirigido este mensaje, de aquí que tengamos un evangelio y cuatro evange­listas.

 

 

IV.1. Los Sinópticos.

 

   Una sinopsis  es un cua­dro que presentan los evange­lios en columnas, de forma que se pueden ver de una sola ojeada  [syn-opsis]  los textos correlativos.

   Los escritos de Mateo, Marcos y Lucas se parecen lo bastante para que puedan co­locarse de este modo, y por ello se les llama evangelios si­nópticos  o sencillamente "los sinópticos".

 

   Este parecido ha suscitado una cuestión: ¿no se apoyarán todos ellos en una o varias fuentes escritas? Los especia­listas han propuesto algunas soluciones hipotéticas, que simplificando podríamos re­sumir: es como si los redacto­res hubieran tenido a su dis­posición dos carpetas de do­cumentos:  a una de ellas tu­vieron acceso los tres evange­listas [Mateo, Marcos y Lucas, hablándose entonces de  «triple tradición»], mientras que a la otra sólo pudieron acudir Mateo y Lucas [se le suele llamar la «fuente Q», o también "colección de los logia", de la palabra griega "logion, logia en plural, que significa "palabras o senten­cias].

 

   Es difícil concluir si Mt y Lc tuvieron acceso directamente a la "carpeta" o si la conocie­ron solamente a través de Marcos. En todo caso, se ad­mite que Mt y Lc conocieron a Mc, pero que son indepen­dientes entre sí.

 

   Mateo y Lucas trataron de manera distinta lo que encon­traron en la segunda "carpeta": Mateo 'espolvoreó' con ello todo su evangelio, mientras que Lucas prefirió insertarlo en la trama que había recibido de Marcos bajo la forma de dos grandes bloques.

 

Veamos a continuación un ejemplo sinóptico en el texto de la curación de la suegra de Pedro:

 

 

 

 

 

 

 

 

Mt  8, 14-15                                                            Mc 1, 29-31                                            Lc 4,38-39

 

 

 

14.  Y Jesús,                                            29. Y luego, saliendo de                          38.  Saliendo de

        al llegar                                                     la sinagoga, se fue                                  la sinagoga, entro

     

  a la casa de Pedro,                         a casa de Simón y de                               en la casa de Simón.                                                                               Andrés con Santiago

                                                                        y Juan.

 

        vio a la suegra                                  30.  La suegra                                                  La suegra

        de este                                                      de Simón estaba                                     de Simón estaba

        en cama                                                     en cama                                                                      

        con fiebre.                                                 con fiebre.                                              con una gran fiebre.

 

                                                                      Y luego le hablan                                    Y le rogaron

                                                                          de ella.                                                     por ella.

 

                                                31. Se acercó y la levantó                        39.  Inclinándose sobre ella

 15.  La tomó de la mano                                  tomándola de la mano.                             conminó a la fiebre,

        y la fiebre la dejó,                                     la fiebre la dejó.                                        y la fiebre la dejó.

        y se levantó                                                                                                              Ella, al punto, levantándose

        y se puso a servirle.                              Y ella se puso a servirles.                           se puso a servirles.

 

 

 

 

Veamos ahora quiénes son cada uno de los tres evange­listas sinópticos:

 

   a). El Evangelio según Marcos.

 

   Se cree que escribió por el año 70, en Roma. Desde el co­mienzo, Marcos afirma su fe: Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios  [1,1]. Pero a continuación Jesús se negará a decir quien es; porque esos títulos eran demasiado ambiguos y esta­ban demasiado teñidos de es­peranzas políticas y naciona­listas. Esto es el "secreto me­siánico". Tras su muerte, será un pagano, el centurión ro­mano, quien lo proclamará al pie de la cruz: "Este hombre era el Hijo de Dios".

 

Y este es precisamente el drama: Jesús es el Mesías, pero no según la imagen que de él se hacía, sino como ser­vidor humilde y misterioso.

   El estilo de Marcos es po­pular, y algunas frases son poco correctas, por ejemplo cuando escribe (literalmente): "El ciego empezando a ver de­cía: Veo a los hombres, es como si fueran árboles que veo caminando" (8,24). Utiliza palabras que entonces se con­sideraban vulgares ("tu cami­lla"). No se preocupa de las re­peticiones.

   Logra emocionar, no tanto apelando a los sentimientos, como narrando brutalmente los hechos; esto se ve sobre todo en el relato de la pasión.

 

   El evangelio de Marcos, llamado también evangelio del catecúmeno, quizás sea el que conviene presentar a uno que no cree, pues en él se pretende hacer que brote la pregunta: «¿Quién es este hombre?», para obligarnos a responder con el centurión romano: «Es el Hijo de Dios».

 

 

 

 

b). El Evangelio según Mateo.

 

   Se cree que escribió hacia el año 80 en Antioquía de Si­ria. Escribe para judíos convertidos al cristianismo, de aquí la importancia de la Es­critura: tiene más de 130 refe­rencias, de las que 43 son citas explícitas, y 11 van introduci­das por la fórmula: "Esto ocu­rrió para dar cumplimiento a lo que el Señor dice por el pro­feta,..."

   Su forma de expresarse es judía. Habla del reino de los cielos, más que del reino de Dios, porque los judíos no pro­nuncian el nombre divino. Le gustan las repeticiones, y so­bre todo las inclusiones (se repite la misma expresión al comienzo y al final de un desarrollo: 5, 3.10; 6, 25.34...)

 

   Agrupa las palabras de Jesús en cinco grandes dis­cursos, sin duda para pre­sentarlo como el nuevo Moisés.

   Insiste en la necesidad de comprender la Palabra y no solamente de escucharla (13, 19-23).

   Abrevia los relatos de milagros, atendiendo sólo a los dos personajes: Jesús y el interesado.

   Todo el evangelio se desa­rrolla en un marco litúrgico. Se le conoce como el evangelio eclesial, y ha marcado profun­damente el cristianismo occi­dental.

   Mateo se preocupa más de una "pastoral de la inteli­gencia", siendo así el evange­lio del teólogo, cuya regla fundamental es la misericor­dia y el perdón.

 

 

c). El Evangelio según Lucas.

 

   Escribe en la misma época que Mateo, pero a dife­rencia del anterior, escribe para los cristianos venidos del pa­ganismo. De su cultura griega ha conservado su amor a la claridad. Como buen histo­riador se preocupa de situar los sucesos en la historia (2, 1-3; 3, 1-2).

   Una simple lectura dejará impresionado al lector por la delicadeza de Jesús hacia los pobres, las mujeres, los pecadores,... Se le ha llamado el evangelio de la mi­sericordia. Más que en los otros aparece este maravilloso afecto de Dios por los pobres y pecadores [ejemplos: la oveja y la dracma perdida, el padre del hijo pródigo)

 

   El Evangelio de Lucas está centrado en la subida de Je­sús a Jerusalén (9, 51 - 19, 28), siendo este gran relato algo peculiar de Lucas en lo que se aparta de Marcos. Jesús sube, para cumplir su ministe­rio pascual.

 

   Lucas es el evan­gelio de la comunidad. En él se encontrarán a gusto los cristianos poco conformes con la institución. Pero al mismo tiempo descubrirán en él lo exigente que es Jesús: hay que renunciar a todo para seguirle.

 

   Incluso los no creyentes se sentirán atraídos por su as­pecto "social", su condenación de las riquezas, su amor ver­dadero por los pobres, los marginados, los más débiles,...

 

 

   IV.2. Evangelio de San Juan.

 

   Como los evangelios ante­riores, los sinópticos, también Juan narra la vida de Jesús, pero es muy distinto de ellos.

   Es probable que en su origen esté la personalidad del apóstol Juan. Pero esta obra se fue formando en varias etapas hasta su redacción final por los años 95-100. Puede pensarse en una "escuela joánica", un grupo de discípulos que meditaban y profundizaban en las enseñanzas del apóstol.

 

   Se le suele situar en Éfeso y, seguramente, sufrió numerosas influencias:

 

   * La filosofía griega. Desde la primera época de la era cristiana, la influencia del pensamiento griego en occi­dente ha llegado hasta nues­tros días. De igual forma la comunidad de Juan estaba bajo la influencia de aquella cultura que dependía de filósofos como Sócrates, Platón, los estoicos,... cuya síntesis con la fe judía intentaba hacer por entonces Filón en Alejandría. Esta comunidad cristiana vive en este ambiente, como lo in­dican ciertos temas o el hecho de designar a Jesús como el Logos, la palabra.

 

   * El gnosticismo. El fondo de esta corriente es que sus adeptos intentan adquirir la salvación por el conoci­miento (gnosis  en griego) re­servado a unos cuantos inicia­dos. Juan tuvo que luchar contra estas tendencias en su comunidad.

 

   * El judaísmo. Juan de­pende ante todo de la fe judía. Ha asimilado los grandes temas de los profetas y de los sabios: el éxodo, el cordero pascual, el maná, el agua viva, la viña,... que le sirven para presentar a Cristo.

 

 

Los principales rasgos del Evangelio de Juan pueden resumirse:

 

   a). A Juan le gustan los grandes conjuntos unifi­cados; nada de relatos rápidos de milagros como en los si­nópticos, sino amplias narra­ciones de siete milagros esco­gidos (de ellos tiene 4 pro­pios), acompañadas frecuen­temente de discursos, que se convierten así en ocasión de catequesis.

   b). El pensamiento pro­gresa en espiral. En cada con­junto se encuentra todo el pensamiento, pero cuando se vuelve de nuevo sobre ello, en el conjunto siguiente, es pre­ciso seguir profundizando en el tema.

   c). Juan parte gustosa­mente de  realidades con­cretas: el agua, el pan, el na­cimiento; pero muestra cómo esas realidades puedan hacer­nos subir a un plano superior. Esas realidades cotidianas son para él simbólicas. Permiten evocar el mundo de Dios o, mejor dicho, crean un vínculo con Él.

   Se le puede llamar evangelio para la contemplación, pues pretende llevar al cris­tiano maduro hacia lo más profundo y sabroso del en­cuentro con el Señor.

 

 

 

 

   IV.3. Los Hechos de los Apóstoles.

 

   Al principio, los primeros discípulos vivían encerrados, con el miedo dentro, y corrían el peligro de quedarse en un mero "grupo de antiguos ami­gos de Jesús".  Pero el Espíritu los lanzará fuera, los lanzará cada vez más allá a predicar a la luz del día en Jerusalén, luego fuera de la ciudad, a Samaría, Antioquía, al Asia Menor, a Grecia, a Roma,...

   Este libro de "Los Hechos" fue escrito por Lucas hacia los años 80, y aquí se recoge los rasgos más importantes de los treinta primeros años de la vida de la Iglesia.

   Se nos habla del naci­miento de las primeras co­munidades cristianas, bien en ambiente judío, como la de Je­rusalén, o entre los paganos, como en Antioquía, Corinto o Filipos.  En definitiva, se pue­den captar los problemas que tuvo que enfrentar aquella jo­ven Iglesia y cómo, vibrando de amor por su Señor resuci­tado y animada por su Espí­ritu, supo agenciar un nuevo estilo de vida.

 

   El libro de "Los Hechos" se podría estructura de la siguiente ma­nera:

 

* Desde los orígenes de la Iglesia al concilio de Jerusalén: [1,1  a 15, 35].

+ La comunidad de Jerusalén: 1-5.

               + Hacia una Iglesia abierta; los helenistas: 6 a 15,35.

* La Buena Nueva predi­cada por Pablo hasta Roma: [15, 36  a 28, 31].

 

   Jesús había dicho: "No va­yáis a los paganos...".  Pues en este libro de "Los Hechos" ve­mos a los discípulos, movidos por el Espíritu, predicar a los samaritanos, bautizar a un ofi­cial etíope, a un romano que sólo es judío de corazón y, fi­nalmente, en Antioquía o en Asia Menor, admitir a los pa­ganos en la Iglesia.

   Al actuar así, más allá de las palabras de Jesús, ¿eran fieles a su Espíritu? Este será el problema central del conci­lio de Jerusalén, allá por los años 49-50.

   Cuando esta cuestión se decida afirmativamente, Pablo podrá con toda libertad llevar el evangelio a todas las nacio­nes.

 

 

   IV.4. San Pablo.

 

   San Pablo es conocido como el apóstol de los gentiles, el hombre que anunció el Evangelio más allá de las fronteras de Palestina. Fue un viajero proclamando la Buena Nueva, y creando comunida­des cristianas.

 

   Como consecuencia de su actividad misionera, y para consolidar las iglesias o comunidades formadas, Pablo es­cribe sus cartas. Son los pri­meros escritos del Nuevo Testamento, pues muere antes que el primero de los evangelistas, Marcos, haya es­crito su evangelio. Sin em­bargo, ¿son de su puño y le­tra?. Lo más probable es que sea así en su totalidad, y que el discípulo que hacía de escribano debió tomar una parte bastante importante en la elaboración de las mismas.

 

Los escritos paulinos tienen una determinada estructura, que se pueden ar­ticular de la siguiente manera:

 

* Dirección.

* Acción de gracias.

* Cuerpo de la carta:

               + Parte doctrinal.

               + Consecuencias prácticas.

* Noticias personales.

 

   A través de estas cartas se pueden distinguir CUATRO ETAPAS en el pensamiento paulino.

 

a). Primera Etapa: la esperanza.

 

                        1ª  y 2ª de Tesalonicenses.

 

   Son las dos primeras car­tas paulinas, y van dirigidas a los cristianos de Tesalónica. El cristiano es un hombre al que Dios ha llamado para que entre en su Reino. Esa llamada le alcanza cuando acoge con fe la Palabra.

   En esta primera etapa, Pablo hace vivir a sus cristia­nos en la esperanza de la ve­nida próxima de Jesús.

 

+ Vivir en esperanza: 1 Ts 4, 13-18

+ Vida cristiana: 2 Ts 2, 13 a 3, 15

 

 

b). Segunda Etapa: salvados por Jesucristo, en la Iglesia.

                       

   Están dedicados los libros: 1ª y 2ª Corintios, Gálatas, Romanos y Filipenses.

   Parece que ahora Pablo se pregunta: ¿qué es lo que quiere decir «ser salvado por Jesucristo»?.

 

1ª. a los corintios: La escribe en el año 57 desde Éfeso. Los corintios se habían dirigido a él para con­sultarle algunas cuestiones, pero Pablo se entera de que no todo va bien en aquella comunidad.

   Esta carta parte de hechos concretos [hay disputas entre los cristianos; uno de ellos está viviendo con su suegra; las mujeres acuden a la iglesia descubiertas; les cuesta creer en la resurrección,...] Partiendo de estos hechos, pequeños o importantes, Pablo reflexiona y les hace reflexio­nar no ya de una forma "moralizante", sino condu­ciendo al corazón de la fe: Jesucristo.

   Estructura de texto:

+ Llamados a la santidad: 1, 2.

+ Cristo, sabiduría de Dios 1,10 a 3,4.

+ Eucaristía: 11, 17-34.

+ Himno al Amor: 13.

2ª. a los Corintios: La mayor parte está con­sagrada al ministerio apostó­lico tal como lo vive Pablo. Este se defiende al ver atacada su autoridad y, detrás de ella, la verdadera fe.

+ El ministerio del apóstol: 1,1-11;4.

+ El cristiano transfigurado: 3,16 a 4,6.

+ Llamada a reconciliarse: 5,11 a 6,10.

 

Carta a los Gálatas: Los gálatas acogieron la palabra de Dios con alegría, pero luego pasaron por allí otros predicadores de sectas judías, y también les siguie­ron; se pusieron a "judaizar", a ponerse (ellos, antiguos paga­nos) bajo el yugo de la ley ju­día.

 

+ El Evangelio lo ha recibido Pablo di­rectamente de Cristo: 1,11-12.

+ La ley de Israel era un pedagogo para conducirnos a Cristo: 3-4.

+ El cristiano está llamado a vivir en la libertad, sin hacer de ello pretexto para el libertinaje: 5-6.

 

Carta a los romanos: Lo que les indica con pa­sión a los gálatas, Pablo va a recogerlo de nuevo en una ex­posición más desarrollada, es­cribiendo a los romanos en el año 58.

Los principales temas pueden resumirse como sigue a continuación:

 

+ Fe de Abrahán: 4.

+ Todos salvados en Jesús: 5, 12; 8, 28.

+ El bautismo: 6, 1-11.

+ El hombre dividido: 7, 14-25.

+ El hombre reunificado por la acción del Espíritu: 8, 1-17.

+ La creación ligada a la suerte del hombre: 8, 18-25.

+ Himno al amor de Dios: 8, 31-39.

+ Vida cristiana: 12, 1-2.

+ Caridad y humildad: 12,3 a 15,13.

 

Carta a los Filipenses: Es una carta escrita sin motivo especial, pues no hay crisis ni herejías en Filipos. Simplemente porque Pablo, prisionero, se siente poseído por el gozo de comulgar en los sufrimientos de Cristo, y quiere comunicar estas cosas a su querida comunidad de Fi­lipo.

   Está en la cárcel, segura­mente en Éfeso, entre los años 56 y 57. No sabe cuál será su suerte, pero se siente feliz, se­guro de que la predicación del evangelio ganará con ello.

 

+ Himno a Cristo:  2, 6-11.

+ Todo es pérdida con tal de ganar a Cristo: 3.

+ Estar siempre alegres: 4, 4...

 

 

 

 

 

            c). Tercera Etapa: jesucristo señor del mundo y de la historia.

 

            Colosenses, Efesios, [Filemón].

 

   Unos cinco años sola­mente separan las cartas que vamos a ver ahora de las an­teriores, pero son, en su ma­yoría,  años de prisión en Ce­sarea y en Roma.

 

Carta a los Colosenses: Pablo les escribe desde Roma el año 63. Tentados por ciertas ideas judaizantes, los colosenses corren el peligro de convertir a Cristo en un mero eslabón entre Dios y los hom­bres, como tantos otros: los ángeles, las potencias celestes, las fuerzas ocultas,...

   En breves palabras, gra­cias a sus conocimientos de Sagrada Escritura, consigue situar a Cristo en relación con el Padre [es el Hijo, en quien reside la plenitud de la divini­dad]  y en relación con el mundo [es el hombre por el cual y para el cual ha sido he­cho todo].

   Pablo nos da así el sentido mismo de nuestra vida hu­mana: mientras construimos el reino de la tierra, misteriosa­mente, ya que no hay nada que se escape de la influencia de Cristo, estamos también construyendo el reino de Dios.

 

+ Primacía de Cristo: 1, 15-20.

+ Verdadera fe en Cristo y vanas filo­sofías: 2,6-23.

+ Vida cristiana: 3, 1-4.

+ Despojarse del hombre viejo: 3, 9...

 

Carta a los Efesios: Carta colectiva a las igle­sias del Asia Menor. Se pre­senta como una síntesis armo­niosa del pensamiento de Pa­blo.

 

+ El plan divino de salvación: 1, 3-14.

+ La salvación como don: 2, 8-22.

+ Arraigados y cimentados en el amor: 3,14-19.

+ Llamada a la unidad: 4, 1-16.

+ Despojarse de la vida anterior para vivir como hijos de la Luz: 4,17-32 a 5,1-20.

+ Matrimonio: 5, 21-33.

 

Carta a Filemón: Carta contemporánea de Colosenses y de Efesios. En ella anuncia a un cristiano de Colo­sas, convertido por Pablo, el regreso de su esclavo fugitivo, ganado también éste para Cristo.

 

 

d). Cuarta Etapa: guardar la fe.

 

1ª y 2ª Timoteo, Tito.

 

   Estas cartas, dirigidas a dos de sus más fieles discípu­los [Hc 16,1; 2Cor 2,13] tie­nen la intención de dar direc­trices para la organización y régimen de las comunidades primitivas. Desde el siglo XVI se las llama cartas "pastorales".

   Timoteo y Tito eran dele­gados de Pablo, encargados de varias comunidades, sin hallarse ligados con ninguna en particular, [Tim 1,5]. Repre­sentan ese momento en que la autoridad apostólica se halla en vías de transmisión y suce­sión ante la paulatina desapa­rición de los apóstoles.

 

 

IV.5. Carta a los Hebreos.

 

   Más que de carta se trata de una homilía que un discí­pulo de Pablo envío alrededor del año 70 a unos cristianos desorientados.

 

+ La humanidad  de Cristo: 5, 1-10.

+ Jesús, único sacerdote: 7, 20-28.

+ La Alianza de Cristo: 8, 6 a 9, 28.

+ La fe: 11, 1 a 12, 3.

 

 

            IV.6. Cartas Católicas.

 

   Las 7 cartas que no son de San Pablo, y que se encuen­tran al final de la Biblia, son conocidas como cartas católicas, y ello es debido a que no van destinadas a comunidades o personas parti­culares, sino que más bien van dirigidas a los cristianos en general: Santiago, 1ª y 2ª de Pedro, 1ª, 2ª y 3ª de Juan y Judas.

 

Santiago: Su autor es identificado por lo común con Santiago, el "hermano del Señor"  [Mt 13,55]. Recuerda con vigor que no se puede servir a Dios y al dinero".

+ Respeto debido al pobre: 2, 1...; 5,1...

+ La fe y las obras: 2, 14-26.

 

1ª de Pedro: Esta carta pudo haber sido escrita poco antes del martirio de Pedro en Roma el año 64. Es una especie de homilía sobre el bautismo.

 

+ Llamados a la esperanza: 1,3-12.

+ Llamados a la santidad: 1,13-21.

+ Sacerdocio de los bautizados: 2,4-10.

+ Testimonio de la fe: 3,13-17.

 

2ª de Pedro: Escrita mucho más tarde, quizá a comienzo del siglo II, esta carta, puesta bajo el pa­trocinio de Pedro, invita a los cristianos a permanecer fieles a su vocación.

 

+ Llamada a la santidad: 1, 3-11.

+ Dando testimonio: 1, 12-18.

+ Contra los falsos profetas: 3,3-10.

 

Carta de Juan: Juan concluía su evangelio con estas palabras: "Esto se ha escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis la vida en su nom­bre".

   Estas cartas, la primera sobre todo, son una llamada a la experiencia cristiana.

   En ellas se desarrolla un solo tema, que podemos es­tructurar de la siguiente ma­nera:

* Dios ha sido el primero en amarnos;

* El espíritu nos pone continuamente en el corazón esa certeza.

* Sabemos que estamos en comunión con Dios si ama­mos a nuestros hermanos.

 

Carta de Judas: Esta carta fue escrita por los años 70 a 80, para poner en guardia a los cristianos contra las falsas teologías. A los falsos doctores les amenaza con un castigo divino.

 

 

            IV.7. Libro del Apocalipsis.

 

   La palabra Apocalipsis  significa revelación.. Para comprenderlo es necesario situarlo en el ambiente histó­rico que le vio nacer: un pe­ríodo de perturbaciones y per­secuciones violentas contra la Iglesia naciente. Es ante todo un escrito de circunstancias, destinado a levantar y afian­zar la moral de los cristianos, escandalizados sin duda de que se pudiera desencadenar una persecución tan violenta contra la Iglesia.

   Este escrito se atribuye a Juan, hacia el año 95, y se compone de tres partes:

 

   La Iglesia encarnada [1-3]. Las cartas a las "siete iglesias", esto es, a través de las comu­nidades concretas, a toda la Iglesia, son un "examen de conciencia".

   La Iglesia comprometida [4-20]. Después de haber si­tuado la relación de la Iglesia con Israel [4-11], Juan nos muestra a la Iglesia en lucha con las potencias humanas totalitarias [12-20].

   La Iglesia transfigurada. [21-22]. Explota la alegría: "¡He aquí que hago un mundo nuevo!".

 

   Esta es la certeza del cre­yente: la historia humana tiene un sentido. La esperanza siempre es posible. Por eso podemos decir que el Apoca­lipsis es la gran epopeya de la esperanza cristiana, el canto triunfal de la Iglesia perse­guida.

 

 

   Conclusión:

 

   Los libros del Nuevo Testamento, igual que los del Antiguo, fueron escritos siguiendo los aconteci­mientos de la historia. Los sucesos concretos de un determinado lu­gar y tiempo influyeron enormemente en la ela­boración de estos libros, pero éstos no son un manual de historia.

   Estos escritos, no pretenden narrarnos fiel y cronológicamente los sucesos que tuvieron lugar, el "cómo" de los mismos, sino el "para qué". Se parte de la creencia firme de que Dios se revela en esa historia, y más concretamente, "en estos últimos tiempos,  ha hablado por medio del Hijo",  se ha revelado en Jesús, el Cristo.

   Esta Palabra está dirigida al hombre de cualquier época y lugar, está destinada al corazón humano, y es sólo con el corazón como puede y debe ser entendida en su profundidad, lo importante es te­ner la sensibilidad necesaria para escuchar los signos de este men­saje.

   Aquí es donde la fe en el Espíritu Santo, que ilumina a los cre­yentes, adquiere toda su importancia: "El Espíritu os irá guiando en la verdad toda"  [Jn 16,13], decía Jesús. Hay que darse cuenta que Dios habla y actúa en la historia del hombre, en el aquí y ahora. Dios se nos revela humildemente bajo apariencias humanas, y esta revelación alcanza su plenitud en el hombre Jesús, el Cristo.

   En consecuencia, la finalidad de lo escrito es: "para que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre"  [Jn 20, 31].

 

 

 

Bibliografía: Libros que pueden complementar el estudio:

 

 

   BAGOT, J.P. - DUBS, J. C.: "Para leer la Biblia", Verbo Divino. Estella 1987, [Navarra]

 

   CHARPENTIER, E.: "Para leer el Nuevo Testamento", Verbo Divino. Estella 1988, (Navarra).

 

   LATOURELLE, R.: "A Jesús el Cristo por los Evangelios", Sígueme 1986,  Salamanca.

 

   MARTIN MORENO, J. M.: "Tu Palabra me da vida", Paulinas 1984, Madrid.

 

   MARTINI, C.M.: "Evangelio y Comunidad Cristiana", Paulinas 1986, Bogotá.

 

   MARTINI, C. M.: "Las confesiones de San Pablo", Paulinas 1986, Bogotá.

 

   SIVATTE, R.: "Dios camina con su pueblo", Sal Térrea 1984, Santander.

 

   VIVES, J.: "Si oyerais su Voz...", Sal Térrea 1988, Santander.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE.

 

 

INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO.

 

 

Introducción.

 

I. Dimensión Política: grandes periodos en el gran paréntesis intertestamentario.

 

            I.1. Periodo Persa.

            I.2. Periodo Griego.

            I.3. La Independencia Macabea o Asmonea.

            I.4. Periodo Romano.

 

II. Marco religioso de Palestina en Tiempos de Jesús.

 

            II.1. Palestina.

            II.2. Grupos sociales: instituciones y sectas judías.

 

III. Teología de la Biblia.

 

            III.1. Intentos de estudio bíblico.

            III.2. La esperanza mesiánica.

 

IV. Nuevo Testamento: El Evangelio.

 

            IV.1. Los evangelios sinópticos.

            IV.2. Evangelio de San Juan.

            IV.3. Hechos de los Apóstoles.

            IV.4. San Pablo.

            IV.5. Carta a los Hebreos.

            IV.6. Cartas Católicas.

            IV.7. Libro del Apocalípsis.

 

Conclusiones.

 

Bibliografía.