Intercesión de los Santos



 

El principal problema sobre este tema radica en comprender la mediación de los santos entre Dios y los hombres. El pasaje que provoca más discordia es 1 Tim 2:5 que muchos han mal interpretado. El versículo dice así: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Al simplemente leerlo cualquiera diría que tienen razón y que no cabe duda alguna de que Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres. La Biblia no se equivoca y sabemos que Dios mismo inspiró a Pablo a decir eso, así que es verdad, pero Pablo dijo “Jesucristo hombre” (ya Pablo sabía que Jesús también era Dios, por eso aclaró que era Jesucristo como hombre al que se refiere en este versículo), porque fue como hombre que pudo realizar esa mediación, y realizar su Nueva Alianza, ya que ni Adán, ni Noé, ni Abraham, ni Moisés, ni David pudieron sostenerla, siempre que Dios hacía una nueva alianza para restaurar su vínculo con los hombres, estos decidían pecar y romperla. Dios se mantuvo constantemente fiel, pero no así ni Adán, ni Noé, ni Abraham, ni Moisés, ni David; tuvo que ser Jesucristo hombre, porque se requería que fuera un hombre tan sin pecado y tan constantemente como Dios mismo.

 

1 Timoteo 2:5

El término “mediador”, aparte de este versículo, se aplica también a Jesucristo en Heb 8:6 “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.”; 9:15 “Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” y 12:24 “a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”, o sea es un término que sobre todo está junto a “alianza” o “pacto”: Jesucristo es el mediador del Nuevo Pacto, de la Nueva Alianza.

Podemos observar cómo se le designa al que interviene en las alianzas como “mediador”, y lo vemos en el siguiente ejemplo de Moisés: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.” Ga 3:19

Jesús es muchísimo mejor mediador que los anteriores, así que Él es nuestro nuevo Adán ( “No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.” Romanos 5:14), nuestro nuevo Noé ( “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.” Lc 17:26), nuestro nuevo Moisés ( “...Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. [...] Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa...” Hbr 3:1-6 y “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” Juan 1:17), y es nuestro nuevo David (Hch 2:25-35).

Recalcamos de nuevo que Pablo al hablar de Cristo Jesús utiliza la palabra “hombre”. Cabe señalar primero que los católicos y la mayoría de los no-católicos coincidimos sobre este texto en que Pablo reafirma que Jesús es verdadero hombre y no solamente un mediador. Jesucristo ejerce ese poder de “mediador” esencialmente como hombre, pues es como hombre que va a la muerte y paga a Dios el precio de nuestra redención, pero en su condicion divina tambien Jesus es Sumo Sacerdote Eterno que ejerce la Mediación de la Alianza que El procura, es por eso que es Mediador por excelencia y superior a todo mediador, testador o Sumo Sacerdote anterior, es por eso que es importante deslindar dos terminos precisos, el de Mediador y el de Intercesor…tanto la Mediación como la Intercesión de Jesus tiene que ver con la Alianza y no con portador de oraciones o peticiones personales, pero sigamos con el tema: Está claro que únicamente porque también era Dios pudo dar a su muerte un valor infinito, y, por consiguiente, es en su condición de hombre-Dios como le corresponde el título de “mediador” único. El pecado es un problema humano que debía resolverse a favor de la humanidad solamente mediante un ser humano. Es como hombre que Jesucristo tiene la capacidad de ser el mediador para el hombre; porque el pecado vino de la desobediencia del ser humano así que el único que puede redimirlo deberá ser humano.

Esto lo confirmamos en el siguiente versículo: v.6 “el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”. Dio su vida, como mediador, para expiar a todos los hombres (humanidad), que había caído en la muerte. “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mc 10:45.

El que San Pablo nos diga que hay “un solo mediador”, que es Jesucristo, no quita la mediación de los santos y ángeles, y especialmente la de la Virgen María, ya que esa mediación de los santos involucra la mediación de Jesucristo.

En Él se unen el cielo y la tierra. En Él se funde Dios con el hombre.

 

Esta es la mediación de Jesucristo, la mediación de la redención y salvación. Ni tan siquiera los ángeles podían reconciliarnos con el Padre. Por este motivo Pablo dice que Cristo era el único que podría sacrificarse por nuestros pecados.

 

Jesús es el único cuya intercesión delante del Padre puede salvarnos. La Virgen María, los santos en el cielo, los ángeles, interceden por los hombres en virtud a su unión con Jesús por la que son parte de su Cuerpo Místico. Debido a que en el cielo ellos están más estrechamente unidos con Jesús, afirman a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante Dios.

 

Así que este pasaje no tiene nada que ver con la intercesión comunitaria entre nosotros y los santos. Una cosa es la mediación de la Nueva Alianza y otra el orar mutuamente o con los que están ya en la presencia del Señor.

 

El concepto

El término "mediación" puede entenderse de dos formas:

1.    Explico la primera con un ejemplo: Un niño lanza una piedra y rompe el vidrio de una casa; el niño no cuenta con los medios para pagar el vidrio, por lo que el papá tiene que pagarle al dueño de la casa por el daño que el niño hizo. Jesucristo pagó por nuestros pecados, dando su vida y salvándonos. Nadie puede pagar o hacer lo que hizo Jesús en la cruz; porque como se dijo antes se requería que fuera un hombre tan sin pecado y tan constantemente como Dios mismo.

2.    La otra mediación se da cuando alguien actúa como medio entre la persona que necesita ayuda y la que puede darla. Ejemplo: Una pareja de novios va por la calle; se le acerca un niño muy pobre a la novia y le dice: - ¿Puede regalarme algo de comer?, no he comido -. A la novia se le conmueve el corazón y le dice a su novio: - Amor, cómprale algo de comer y dáselo -. El novio por amor a su novia toma su petición y la cumple.

Para entender mejor el concepto de mediación, referimos el término al siguiente texto:


"El que Cristo sea el único mediador no significa que haya terminado el papel de los hombres en la historia de la salvación. La mediación de Jesús reviste acá abajo signos sensibles: son los hombres, a los que Jesús confía una función para con su Iglesia; incluso en la vida eterna asocia Jesucristo, en cierta manera, a su mediación los miembros de su cuerpo que han entrado en la gloria. (...) Los que desempeñan no son, propiamente hablando, intermediarios humanos con una misión idéntica a la que tuvieron los mediadores del AT; no añaden una nueva mediación a la del único mediador: no son sino los medios concretos utilizados por éste para llegar a los hombres." (Leon-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica)

Entonces la función mediadora de Jesucristo en el Nuevo Testamento se le atribuye al hombre Jesús, específicamente a su ofrecimiento por los hombres. Esta función la ha recibido de Dios, de su Padre: 2 Co 5:18-21 “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Ejerce luego esta función de trascendencia universal porque en su humanidad es el Hijo mismo de Dios, que cumplió la Ley y hace a los hombres capaces de cumplirla (cf. Rom 8:3).

Jesús es nuestro Salvador y "nadie más que él puede salvarnos" (Hechos 4:12). Sin embargo, Jesús ha elegido actuar a través de Su Iglesia y no hay motivos para creer que los cristianos no puedan ya auxiliar y orar por sus hermanos y hermanas en la tierra una vez que ellos estén en el Cielo. Más bien, a causa del amor perfecto que existe en el Cielo, los santos presumiblemente tendrán mejor disposición y tendrán más capacidad de interceder por otros que cuando estaban en la tierra. Al venerar a los santos, alabamos a Dios que los creó; debemos pedir sus oraciones, como pedimos a nuestros hermanos cristianos en la tierra que oren por nosotros.

¿Los santos nos escuchan?

 

En términos físicos, el cielo no es un "lugar" que ocupa un espacio; el cielo trasciende esta definición. Se intuye entonces que, si el cielo no ocupa un espacio, el cielo no tiene límites. El cielo es el estado del alma en el que esta alma se encuentra eternamente ante la presencia de Dios. Más sencillamente: quien está en el cielo, está con y en Dios.

 

El cielo:

En el lenguaje sencillo el Cielo es el lugar en donde mora Dios y en el cual Dios introduce a los que se salvan; salva al alma sin el cuerpo después de la muerte, y con el cuerpo resucitado después de la Parusía (segunda venida de Cristo).

A esta representación del cielo como la morada de Dios, se adiciona la de un lugar al que también los creyentes pueden, por gracia, ascender; como muestran las historias de Enoc (cf. Gn 5:24) y Elías (cf. 2 R 2:11). Así que, el cielo es una figura de la vida en Dios; llegar al cielo es llegar a Dios, vivir con Dios y participar de su plenitud de vida. En ese sentido vemos que Jesús habla de una "recompensa en los cielos" (Mt 5:12 “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.) y pide que "amontonemos tesoros en el cielo" (Mt 6:20 “sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.”; cf. 19, 21).

En el ámbito de la Revelación sabemos que el "cielo" no es algo abstracto, ni tampoco un lugar físico en medio de las nubes, sino una relación personal y activa con la Santísima Trinidad.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “por su muerte y su resurrección, Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él” (n. 1026).

Los santos (o justos) han dejado atrás la angustia de la muerte; y de ellos Juan nos dice: "Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos." Apoc 7:13-17.

Por lo tanto cuando decimos que Dios está en el cielo queremos decir que es distinto de la tierra, que está elevado sobre esta. Cuando decimos “cielo” estamos designando el modo de existir de Dios. Por eso Mateo se refiere al Reino de Dios como Reino de los Cielos. 

Si Dios es omnipresente, el cielo no es un determinado lugar de la creación. El cielo está donde está Dios y puede estar en todas partes.

La unión fraternal en el cielo:

El banquete que usa Jesús como símbolo de la comunidad con Dios (Mt 22:2; Lc 22:29; Mt 8:11-12; Mt 5:6) es de alegría, con amigos, es un banquete nupcial. El banquete de bodas es una fiesta magnífica en la vida del hombre sencillo, ya que se da mucha comida (Mt 22:4) y vino hasta saciarse (Jn 2:1-11) y se reúnen los invitados, vestidos de túnica nueva (Mt. 22:11). Así es como están los justos.

El mismo Jesús anuncia que el destino final del hombre es un estar con Él. Les da consuelo a sus discípulos diciéndoles que va a prepararles un lugar para que donde Él esté, estén también los suyos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Jn 14:2-3. Ahí están los santos con los apóstoles. Vemos que la frase “«para que donde yo estoy, vosotros también estéis»” la podemos correlacionar con lo que también dijo en Jn 17:24: “«Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.»” La meta final consiste en la eterna comunión con Cristo, en estar con Jesús junto a Dios. Es una promesa que hizo Jesús, así que nunca podríamos dudar de ella. Esteban lo sabía por eso dijo: “...Señor Jesús, recibe mi espíritu” mientras lo apedreaban (Hch 7:59).

Pablo mismo nos dice: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.” Flp 1:23-24, el enemigo del hombre es la muerte pero es a la vez el tránsito hacia esa plena comunión con Cristo; y “Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros” 2 Co 13:4.

El cielo es una patria, nuestra futura patria: “Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” Heb 11:14-16 y “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor... pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” 2 Co 5:6,8. Ciudadanos del cielo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” Filp 3:20 (cf. Ef 2:12-19 y Gal 4:26).


El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice (956): “Por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad.

 

Únicamente Dios es omnipresente, y jamás diremos lo contrario, pero eso no implica que los santos que están en el cielo no nos escuchen, y lo demostramos con las Sagradas Escrituras también: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” Lc 15:10. ¡Los ángeles se dan cuenta de todo lo que pasa aquí! ¿Son ellos omnipresentes? Por supuesto que no, pero al estar en Dios, pueden darse cuenta por “la gracia” de lo que pasa en nuestro mundo terrenal.


Dirán muchos que no quieren ver - Pero es que son ángeles, no santos -. Pero: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo.” Mt 22:30


¡Seremos como los ángeles en el Cielo! Así que, nos daremos cuenta de lo que pase aquí también, y si a esto le añadimos: Y si se nos dice en la Biblia que los ángeles están para ayudarnos ¿Por qué los santos no?

 

Apocalipsis nos dice: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” 6:9-11.

 

Dios nos creo a su imagen y semejanza pero el ser semejante a Dios no es ser Dios, pero sí supone el participar, de una u otra forma, de sus atributos, como lo encontramos en la Biblia. Cuando Adán y Eva tomaron del fruto prohibido dijo Dios: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.” Gn 3:22. Vemos también que Dios sacó al hombre del paraíso para que no tomara también del árbol de la vida, pero los que ya han vencido y son santos, han probado de ese árbol: “...Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.” Ap 2:7 Por lo que, la condición de los santos en el cielo es mucho más perfecta que la de Adán, de quien Dios (no Satanás) llegó a decir “es como uno de nosotros”.

 

El ser partícipe de la naturaleza divina no nos convierte en dioses por naturaleza porque participar en ese algo no implica llegar al nivel del estado de ese algo. El que participa de esa naturaleza divina, participa también de sus atributos. Con esto afirmamos en especial que los que ya están en la presencia de Dios pueden participar de Su naturaleza, ya que ellos han sido purificados de todo pecado porque nada impuro entra en la presencia de Dios. Por eso podemos recudir a ellos y pedirles que oren por nosotros. Su plena santidad y su participación de la naturaleza divina está fuera de toda duda, ya que no están en "este cuerpo de muerte" (Rom 7:24).

 

De las objeciones a esta participación divina muchos nos muestran el siguiente pasaje: “Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.” Eclesiastés 9:4-6. Aluden a que ya muertos no se enteran de nada, pero anteriormente hemos demostrado que si nos escuchan, y sobre este pasaje aclaramos que el autor sagrado está hablando de sus cuerpos y no del alma, como él mismo lo aclara más adelante: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento... y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.” Eclesiastés 12:1,7.

 

Eclesiastés 9:4-6

Mientras uno vive (tiempo terrenal), por más mal que le vaya en la tierra, siempre queda una esperanza de conseguir, mediante el arduo trabajo, días mejores, más felices y más prósperos. Pero como cristianos sabemos que nuestras miserias es el bien más apetecible para el hombre. Para entender el mensaje del autor sagrado recordamos que el perro era un animal impuro (1 Sam 17:43; 2 Sam 3:8; 9:8; 16:9; Mt 15:26; Ap 22:15), objeto de desprecio para los orientales, y que el león era símbolo de la fuerza, era el animal más noble de todos los animales (Gen 49:9; Is 38:13; Lam 3:10; Os 13:7; Sant 10:6). El sentido es que es preferible ser el último y más indigno de los animales estando vivo, que el mejor y más querido de todos ellos estando muerto.

El v.5 sigue bajo la misma línea, que puede producir falsas interpretaciones si no se tiene en cuenta todo el contexto de la frase. Los vivos están concientes que han de morir, es decir, viven todavía y pueden deleitarse de los bienes y tranquilidad que Dios les otorga en esta vida, tan añorada por más que esté llena de miserias, mientras que los muertos ya nada saben; para los sabios, el saber, el conocer, es la más noble manifestación de la vida; no tienen más paga, despojados como están de toda actividad y trabajo que pudiera merecer salario; más aún, al pasar del tiempo, ni memoria queda de ellos entre los vivos, de modo que ya no cuentan para nada, lo que constituye para el autor sagrado gran desencanto (1:11; 2:16). San Jerónimo nos hace reflexionar: “Los vivientes, ante el temor de la muerte, pueden realizar buenas obras; los muertos, en cambio, nada pueden añadir a lo que se llevaron al despedirse de la vida. Ya no hay para los muertos tiempo en el que puedan merecer y conseguir el premio”. El v.6 nos da la clave para interpretar los versículos precedentes, hay que recordar que los afectos y más fuertes pasiones cesan en su actividad en el momento de la muerte, que quebranta toda relación con este mundo visible “debajo del sol”.

 

Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.” Mt 22:32 y antes había dicho Jesús: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Mt 10:28. El cuerpo fue creado para el alma y no el alma para el cuerpo; la salvación es para el alma.

 

Jesús nos presentó la parábola de Lázaro y el hombre rico. El rico ya muerto dice: “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos” Lc 16:27-28 ¿Cómo es que el rico recuerda que tiene hermanos y que tiene una casa si los muertos no saben nada? Es una parábola, pero no por eso es falso lo que se dice. Jesús no nos enseñaría algo que pudiera confundirnos si no fuera verdad. Jesús recurre a parábolas para predicar, no a fábulas, por lo que los sucesos están basados en hechos reales.

 

Hemos de notar que en el culto a los santos es ensalzado un hombre por amor a la gloria de Dios de la que este hombre participa, que supera todo honor humano y sólo es aprehensible por la fe.

 

Resumámoslo en una analogía: Dios es como el mar, cada uno de nosotros somos como gotas de lluvia que caen. Al caer en el mar ya no somos la gota individual, sino que nos fundimos en Dios y ahora somos parte de Él, por eso al pedir la intercesión de los santos, pedimos a aquellos que ya son plenamente en Dios, con Dios y para Dios, por eso pueden oírnos y por eso su intercesión tiene mucho poder, porque lo hacen en el Nombre de Jesucristo.

No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos "en el Nombre" de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre.” CIC No.2664.

 

¿Y los judíos qué dicen?

El siguiente es un comentario de un judío sobre la intercesión de los santos:

Intercesión, es la participación y mediación para conseguir algo.

La conexión entre la persona (de cualquier procedencia, sea judío o gentil) con Dios es directa; sin intermediarios de ninguna especie. Lo único que se precisa para comunicarse con Él es el deseo firme de hacerlo, y la sinceridad y pureza de corazón. Tal como está escrito: "Cercano está el Eterno a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad." (Tehilim / Salmos 145:18).

Sin embargo, el recurrir a tzadikim, personas de una conducta intachable, para que ellos recen por uno, es una práctica antigua, tal como testimonia nuestro libro consagrado: "y dijeron al profeta Irmiá [Jeremías]: –Por favor, llegue nuestro ruego a tu presencia, y ora por nosotros al Eterno tu Elokim, por todo este remanente... para que el Eterno tu Elokim nos enseñe el camino por donde debemos ir y lo que hemos de hacer." (Irmiá / Jeremías 42:2-3).

¿No contradice esto aquello de que uno reza directamente a Dios sin intermediarios?
¿Qué necesidad hay de pedir a un tzadik para que rece por uno, si se cuenta con 24 horas de conexión directa con el Eterno? La respuesta es sencilla. Se recurre a un tzadik al menos por tres motivos:

1.    La persona justa está menos atada por el pecado y el vicio de lo pasajero; por lo cual sabe conectarse con Dios de una manera más veraz y firme, más "de verdad" según dijera el salmo. La concentración de un tzadik a la hora del rezo, suele ser inmensa, casi un vínculo imperturbable. Así que, es muy probable que el rezo del tzadik tenga una fuerza que la persona menos cultivada espiritualmente (aún) no ha alcanzado. Es como si le pidiéramos a un hombre muy fornido que levantara un peso que es excesivo para nosotros, pero ligero para él. Este pedido no debe servirnos como excusa para abandonarnos a la pereza y a confiar en un ser humano (en este caso, el tzadik) en lugar de esforzarnos y confiar en Dios. Sino como ocasión especial, en la cual excepcionalmente precisamos ayuda. Es decir, como un método extraordinario.

2.    Para que la persona justa enseñe la manera correcta de dirigirse al Eterno; ya que no toda palabra ni todo gesto que se eleva a Dios son apropiados. El justo, por sus cualidades personales y especialmente por sus estudios, es más conocedor de lo que es pertinente y qué no lo es. Y es más apto para reconocer qué vale la pena ser pedido en cierto momento, y qué es accesorio.

3.    Para que el tzadik sirva de guía e inspiración personal. El tzadik es un ser humano común y corriente, solamente que ha alcanzado un alto grado de espiritualidad por medio de la práctica de los preceptos y el esmerado estudio de Torá. Por lo cual, cada persona que recurre al tzadik debería hacerlo con el objetivo de aprender del maestro que todos y cada uno de nosotros podemos superarnos, trascender nuestras limitaciones, crecer en pos de la eternidad. Relea el pedido que le hicieran al profeta (en lo que citamos un poco más arriba) y descubrirá que este es el objetivo de pedir un rezo al tzadik.

Por lo explicado, el rezo a solicitud por parte del tzadik sirve para que los que hicieron el ruego reconozcan que: "conforme a todo aquello para lo cual el Eterno tu Elokim te envíe a nosotros, así haremos." (Irmiá / Jeremías 42:5). Y así aprendan a estar más próximos al Eterno, es decir, a ser mejores personas a través del cumplimiento de los mandamientos.

En el caso de un tzadik fallecido, la cuestión es semejante. Se le reza a Dios, y sólo a Él. Pero, se tiene presente al tzadik, ya que para los que así hacen, se espera que la memoria del difunto maestro justo sirva como modelo y aliciente para el esfuerzo de autosuperación y crecimiento a través de las sendas de la Torá. Pues, si el maestro vivió una vida de dignidad y justicia, su muerte también las posee; y sigue sirviendo como ejemplo para sus continuadores.

Tomado de: http://serjudio.com/rap1501_1550/rap1512.htm

 

Los judíos creían y creen en la intercesión de los santos (tzadik); lo podemos reafirmar con los siguientes pasajes: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.” Mt 27:46-49

 

Ellos pensaron que Jesús le estaba pidiendo la intercesión a Elías para que lo salvara de la cruz. No se dice de ningún judío que dijera a Jesús: "¡Blasfemo, estás pidiendo la intercesión de alguien muerto!!!

 

 

 

Más detalles al tema

 

Sabemos que Jesús es Dios, y si Él es estrictamente el único mediador entre Dios y los hombres, ¿para qué mediaría Jesús ante sí mismo?, eso no sería una mediación.

 

No es lógico pensar que aquellos que murieron en santidad (que tenían el Espíritu Santo), después de muertos dejaron de tenerlo. Sus almas se separaron de sus cuerpos, pero esto no afecta en nada al Espíritu Santo.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Rom 8:38-39

Los santos son ejemplos de santidad y debemos seguir el consejo de Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Fil 1:21 y “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.” Fil 3:17.

De acuerdo a la Real Academia, venerar es: Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda. O sea, venerar es reconocer las cosas que alguien ha hecho bien; es lo que Ornán hizo con el rey David: “Y viniendo David a Ornán, miró Ornán, y vio a David; y saliendo de la era, se postró en tierra ante David.” 1 Cr 21:21. La veneración es un acto de amor (interno) con el que contemplamos la grandeza de esos defensores de la Fe, a quienes llamamos santos. Los actos externos son las formas propias que cada pueblo tiene para demostrar este amor interno.

Existen tres clases de cultos sagrados:

1.     Latría (o adoración): Es exclusivo de Dios (Ex 20:3; Dt 6:13).

2.     Hiperdulía (o veneración especial): que se le rinde a la Virgen María (Lc 1:28,42,48).

3.     Dulía (o veneración): que se le rinde a los santos (97:11-12; Prov 10:7).

Algunos ejemplos de veneración que aparecen en la Biblia son los que se le hacían a los ángeles: son espíritus que desde un inicio se mantuvieron fieles a Dios y siguen estándolo (Tob 5:4; Mt 1,20; Lc 1:26; Hech 8:26; etc) por lo que merecen un honor especial. Veámoslo en un ejemplo concreto: “Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.” Josué 5:13-15; esto es venerar.

 

¿Cómo cooperamos nosotros y los santos en esa mediación?

La Iglesia es una familia, si los hermanos se ayudan unos a otros, ¿sería eso ofender la autoridad del padre? Sabemos que todo viene de Dios, aún la gracia necesaria para orar por otros.

En el Cuerpo Místico todos estamos unidos a Cristo y con Su poder nos ayudamos mutuamente.

Pablo nos enfatiza en la unidad entre Cristo y el cristiano: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20.

Cuando Pablo u otro santo sana o hace milagros, solamente puede ser por la única mediación de Cristo que vive en Él.

Cristo lo puede todo por si solo pero ha deseado valerse de sus santos para continuar su enseñanza y su obra. “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.” Lucas 10:16

¿Qué tal si Pablo hubiese dicho: "Yo no oro por ustedes porque ya Jesús lo hace por ustedes" o "yo no proclamo el Evangelio, porque Dios lo puede hacerlo por Él mismo"?, pero Pablo dijo: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” en el mismo 2 Tim 2:1.

Jesús enseña que los suyos son mediadores para que otros crean y sean uno:

Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:20-23.

Muchas veces decimos “San Gerardo me hizo el milagro de...” pero es igual que en nuestra vida cotidiana, a veces decimos “mi amigo me hizo el favor de...” aunque en realidad “mi amigo me hizo el favor gracias a Dios de...”; no se trata de otra mediación sino de la única de Jesús que se manifiesta en los santos gracias a que son uno con Él y forman un solo Cuerpo.

 

¿Qué más nos dicen las Sagradas Escrituras?

 

1 Corintios 12:12-13,26-27Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. [...] De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” Por nuestra unidad como miembros del Cuerpo de Cristo, tenemos el deber de mostrar preocupación unos por otros, esto debe de seguir aún cuando ya hayamos ingresado al cielo: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” 1 Co 13:9-12

 

Lucas 20:37-38  "Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven."  Jesús testifica que todos están vivos para Dios y quienes están vivos en Su presencia pueden y deben mostrar amor por los demás. Los santos lo hacen intercediendo en nuestro favor, a petición de nuestras oraciones.

 

Lucas 9:30-31 (Durante la transfiguración) “Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.” Moisés y Elías, aunque ya no estaban físicamente vivos en la tierra, estaban envueltos e interesados ante el proceso por el cual Jesús salvaría a la humanidad.

 

Jn 11:25-26Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Todos coincidirán de que Jesús ha derrotado a la muerte y que por sus méritos, también hemos (tiempo presente) alcanzado la victoria. Debemos contestar a esta pregunta que hace Jesús un seguro sí, y que si la muerte ya no existe, estamos vivos en la tierra o en el cielo.

 

Efesios 3:14-18  “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”  Por el amor de Dios, los creyentes en Jesucristo están unidos tanto en el cielo como en la tierra. Por lo tanto “toda familia”, angelical y humana, debe su origen y existencia a Dios Padre, esto significa que Dios es el Padre común de los hombres y de los ángeles, creados todos por Él, para constituir su familia en los cielos (Ef 2:19 “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”).

 

Hebreos 12:1Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” ¿Quiénes son estos testigos que tenemos? A los que inmediatamente se refería Pablo los encontramos en Hebreos 11:4-5,7-9,11,20-21,23,31-32 sin menospreciar a todos los demás justos que llegaron a la presencia del Señor.

 

Hebreos 12:22-24 “sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto...”  La Iglesia existe tanto en la tierra como en el cielo, unidos por medio del amor de Cristo. Las expresiones monte de Sión, ciudad de Dios vivo, Jerusalén la celestial, etc., significan lo mismo: la nueva obra glorificada, plasmada en la Iglesia (cf. Ga 4:26). Estos “primogénitos” constituirían a los cristianos en general que han llegado al cielo y que recibieron la dignidad y los derechos igual a los primogénitos de las familias de los patriarcas (cf. Hbr 9:15; 11:40; 12:16-17). Tampoco extrañaría el término de Jerusalén “celestial” ya que se refiere a la Iglesia, lugar del nuevo culto tanto en la tierra como en el cielo a la vez.

 

Santiago 5:16 “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” La intercesión de los santos, que han vuelto perfectamente justos, es de gran valor para los que deseen su ayuda para la oración.

 

Hechos 9:33-35Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.”  Es Jesucristo el que realiza el milagro por medio de sus intercesores, nadie puede realizarlos si no es en Jesucristo.

2 Mac 15:11-16 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les refirió además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a todos. Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos. Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía. Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios. Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras: «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la que destrozarás a los enemigos.»” Compáralo con Jer 15:1 “Y me dijo Yahveh: Aunque se me pongan Moisés y Samuel por delante, no estará mi alma por este pueblo. Echales de  mi presencia y que salgan.

Cuando pedimos la intercesión de algún santo, damos gloria a Dios Padre. Un padre no va a regañar a su hijo menor por pedirle al hijo mayor que interceda por él para pedirle algo al padre. No lo reprendería diciéndole ¿por qué no viniste directamente a mí? No, el padre estaría contento de que sus hijos se ayudan. Igual cuando Jairo pidió por su hija no le reprendió para que ella fuera la que hiciera la petición. Al honrar a los santos, estamos honrando a muchos seres queridos que ya están en la gloria con Dios.

 

La iglesia primitiva

En el Martirio de San Policarpo (escrito hacia 156 d.C.) se dice: “Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les tributamos con toda justicia el homenaje de nuestro afecto como a discípulos e imitadores del Señor, por el amor insuperable que mostraron a su Rey y Maestro. ¡Y pluguiera a Dios que también nosotros llegáramos a participar de su suerte y ser condiscípulos suyos!” XVII, 3.

San Cipriano nos dice: “Cuando muramos entraremos a través de la muerte en la inmortalidad, y no puede seguir la vida eterna si antes no se nos ha concedido partir de aquí abajo. Esto no es ninguna desaparición para siempre, sino sólo un paso y un tránsito hacia la eternidad después de haber transcurrido la vida temporal. ¿Quién no se apresurará hacia lo mejor? y ¿quién no deseará ser transformado y transfigurado lo antes posible a imagen de Cristo y de la gloria de la gracia celestial,, como dice el Apóstol Pablo? Que tendremos esas propiedades lo promete con Él y podamos alegrarnos con Él en la morada eterna y en el reino celestial. Quien quiera llegar a la sede de Cristo, a la gloria del reino celestial no puede entristecerse y lamentarse, sino que tiene que manifestar sólo alegría en razón de la promesa del Señor y en razón de su fe en la verdad de este su viaje y traslaciónSobre la inmortalidad, núm. 22.

Cipriano de Cartago, Carta a Su Gente 39:34:3. J572

Cirilo de Jerusalén, Catequesis 23:5:9. J852 

 

 

Lo que dice oficialmente la Iglesia Católica

 

Del “Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia”:

 

Capítulo VI

LA VENERACIÓN A LOS SANTOS Y BEATOS

 

Algunos principios

 

208. Con sus raíces en la Sagrada Escritura (cfr. Hech 7,54-60; Ap 6,9-11; 7,9-17) y atestiguado con certeza desde la primera mitad del siglo II, el culto de los Santos, en especial de los mártires, es un hecho eclesial antiquísimo. La Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, siempre ha venerado a los Santos...


209. La Constitución Sacrosanctum Concilium, en el capítulo dedicado al Año litúrgico, explica claramente el hecho eclesial y el significado de la veneración de los Santos y Beatos: "la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los Mártires y de los demás Santos, que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros. Porque al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo, propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos".


210. Una comprensión adecuada de la doctrina de la Iglesia sobre los Santos sólo es posible dentro del ámbito más amplio de los artículos de la fe relacionados con dicha doctrina:

- La "Iglesia, una, santa, católica y apostólica", santa por la presencia en ella de "Jesucristo, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado el solo santo"; por la actuación incesante del Espíritu de santidad; porque está dotada de medios de santificación. La Iglesia, pues, aunque comprende en sí a pecadores, está "ya en la tierra adornada de una verdadera, si bien imperfecta, santidad"; es el "pueblo santo de Dios", cuyos miembros, según el testimonio de las Escrituras son llamados "santos" (cfr. Hech 9.13; 1 Cor 6,1; 16,1)


- La "comunión de los santos", por la que la Iglesia del cielo, la que tiende a la purificación final "en el estado llamado Purgatorio" y la que peregrina sobre la tierra, están en comunión "en la misma caridad de Dios y del prójimo"; de hecho, todos los que son de Cristo, al tener su Espíritu, forman una sola Iglesia y están unidos en Él.


- La doctrina de la única mediación de Cristo (cfr. 1 Tim 2,5), que no excluye otras mediaciones subordinadas, las cuales se realizan y ejercen dentro de la absoluta mediación de Cristo.

211. La doctrina de la Iglesia y su Liturgia proponen a los Santos y Beatos, que contemplan ya "claramente a Dios uno y trino" como:


- Testigos históricos de la vocación universal a la santidad; ellos, fruto eminente de la redención de Cristo, son prueba y testimonio de que Dios, en todos los tiempos y de todos los pueblos, en las más variadas condiciones socio-culturales y en los diversos estados de vida, llama a sus hijos a alcanzar la plenitud de la madurez en Cristo (cfr. Ef 4,13; Col 1,28);


- Discípulos insignes del Señor y, por tanto, modelos de vida evangélica; en los procesos de canonización la Iglesia reconoce la heroicidad de sus virtudes y consiguientemente los propone como modelos a imitar;


- Ciudadanos de la Jerusalén del cielo, que cantan sin cesar la gloria y la misericordia de Dios; en ellos ya se ha cumplido el paso pascual de este mundo al Padre;


- Intercesores y amigos de los fieles todavía peregrinos en la tierra, porque los Santos, aunque participan de la bienaventuranza de Dios, conocen los afanes de sus hermanos y hermanas y acompañan su camino con la oración y protección;


- Patronos de Iglesias locales, de las cuales con frecuencia fueron fundadores (san Eusebio de Vercelli) o Pastores ilustres (san Ambrosio de Milán); de naciones: apóstoles de su conversión a la fe cristiana (santo Tomás y san Bartolomé para la India), o expresión de su identidad nacional (san Patricio para Irlanda); de agrupaciones profesionales (san Omobono para los sastres); en circunstancias especiales – en el momento del parto (santa Ana, san Ramón Nonato), de la muerte (san José) – y para obtener gracias específicas (santa Lucía para la conservación de la vista), etc.


Todo esto la Iglesia lo confiesa cuando, con agradecimiento a Dios Padre, proclama: "Nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino".


212. Finalmente, es preciso recordar que el objetivo último de la veneración a los Santos es la gloria de Dios y la santificación del hombre, mediante una vida plenamente conforme a la voluntad divina y la imitación de las virtudes de aquellos que fueron discípulos eminentes del Señor.

Por esto, en la catequesis y en otros momentos de transmisión de la doctrina se debe enseñar a los fieles que: nuestra relación con los Santos hay que entenderla a la luz de la fe, no debe oscurecer: "el culto latréutico, dado a Dios Padre mediante Cristo en el Espíritu, sino que lo intensifica"; "el auténtico culto a los santos no consiste tanto en la multiplicidad de los actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor práctico", que se traduce en un compromiso de vida cristiana.

 

El culto tributado a Santos y Beatos


226. El influjo recíproco entre Liturgia y piedad popular resulta particularmente intenso en las manifestaciones de culto tributadas a los Santos y a los Beatos. Por lo tanto, parece oportuno recordar, de manera sintética, las principales formas de veneración que la Iglesia rinde a los Santos en la Liturgia: estas deben iluminar y guiar la piedad popular.


La celebración de los Santos


227. La celebración de una fiesta en honor de un Santo – a los Beatos se les aplica, servatis servandis, lo que se dice de los Santos - es sin duda una expresión eminente del culto que les tributa la comunidad eclesial: conlleva, en muchos casos, la celebración de la Eucaristía. La fijación del "día de la fiesta" es un hecho cultual relevante, a veces complejo, porque concurren factores históricos, litúrgicos y culturales, no siempre fáciles de armonizar.


En la Iglesia de Roma, y en otras Iglesias locales, las celebraciones de las memorias de los mártires en el aniversario del día de su pasión, esto es, de su máxima asimilación a Cristo y de su nacimiento para el cielo, más tarde también la celebración del conditor Ecclesiae, de los Obispos que la habían regido y de otros insignes confesores de la fe, así como el aniversario de la dedicación de la iglesia catedral, dieron lugar a la formación paulatina de calendarios locales, donde se registraban el lugar y la fecha de la muerte de cada uno de los Santos o bien de grupos de ellos.


De los calendarios particulares surgieron pronto los martirologios generales, como el Martirologio siríaco (siglo V), el Martyrologium Hieronymianum (siglo VI), el de San Beda (siglo VIII), de Lyon (siglo IX), de Usuardo (siglo IX), de Adón (siglo IX).


228. La historia del Calendario Romano, que indica el día y el grado de las celebraciones en honor de los Santos está estrechamente vinculada con la historia del Martirologio.

Actualmente el Calendario Romano General solamente contiene, conforme a la norma indicada por el Concilio Vaticano II, las memorias de "Santos de importancia realmente universal", dejando a los calendarios particulares, sean nacionales, regionales, diocesanos, de familias religiosas, la indicación de las memorias de otros Santos.


Es conveniente recordar la razón de la reducción del número de las celebraciones de los Santos y tenerla presente oportunamente en la praxis pastoral: se han reducido para que "las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvación". A lo largo de los siglos, "por el aumento de las vigilias, de las fiestas religiosas, de sus celebraciones durante octavas y de las diversas inserciones dentro del Año litúrgico, los fieles han puesto en práctica, algunas veces, peculiares ejercicios de piedad de tal modo que sus mentes se han visto apartadas en cierta manera de los principales misterios de la divina Redención".


229. Desde la reflexión sobre los hechos que han determinado el origen, desarrollo y las diversas revisiones del Calendario Romano General, se siguen algunas indicaciones de indudable utilidad pastoral:


- Es necesario instruir a los fieles sobre la relación entre las fiestas de los Santos y la celebración del misterio de Cristo. Las fiestas de los Santos, reconducidas a su razón de ser más profunda, iluminan realizaciones concretas del designio salvífico de Dios y "proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores"; las fiestas de los miembros, los Santos, son en definitiva fiestas de la Cabeza, Cristo;


- Es conveniente que los fieles se acostumbren a discernir el valor y el significado de las fiestas de los Santos y Santas que han tenido una misión especial en la historia de la salvación y una relación peculiar con el Señor Jesús...

 

El día de la fiesta


230. El día de la fiesta del Santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de vista de la Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de tiempo, concurren numerosas expresiones culturales, tanto litúrgicas como populares...


231. Es necesario que la fiesta del Santo se prepare y se celebre con atención y cuidado, desde el punto de vista litúrgico y pastoral.


Esto conlleva, ante todo, una presentación correcta de la finalidad pastoral del culto a los Santos, es decir, la glorificación de Dios, "admirable en sus Santos", y el compromiso de llevar una vida conforme a la enseñanza y ejemplo de Cristo, de cuyo cuerpo místico los Santos son miembros eminentes.


233. Sin embargo, no son pocos los elementos que amenazan la autenticidad de la "fiesta del Santo" tanto desde el punto de vista religioso como antropológico.


Desde el punto de vista religioso, la "fiesta del Santo" o "fiesta patronal" de una parroquia, donde se ha vaciado del contenido específicamente cristiano que tenía en su origen - el honor dado a Cristo en uno de sus miembros - se convierte en una manifestación meramente social o folklórica y, en el mejor de los casos, en una ocasión propicia de encuentro y diálogo entre los miembros de una misma comunidad.


Desde un punto de vista antropológico hay que notar que no raras veces sucede que individuos o grupos, creyendo que "hacen fiesta", en realidad, por los comportamientos que adoptan se alejan de su auténtico significado. La fiesta, ante todo, es la participación del hombre en el dominio de Dios sobre la creación y sobre su activo "reposo", no ocio estéril; es manifestación de una alegría sencilla y comunicativa, no sed desmesurada de placer egoísta; es expresión de verdadera libertad, no búsqueda de formas de diversión ambiguas, que dan lugar a nuevas y sutiles formas de esclavitud. Se puede afirmar con seguridad: la trasgresión de la norma ética no solo contradice la ley del Señor, sino que daña la base antropológica de la fiesta.

 

 

El culto de Adoracion o Latría está reservado única y exclusivamente a Dios, es decir, rendimos Latría a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, esto incluye el culto de Latría a la hostia consagrada, porque es el mismo Cristo, bajo las especies de Pan y Vino en la Sagrada Eucaristía.

Dicha Adoración, conceptualmente incluye:
1.– Reconocer a Dios como único Dios
2.– Reconocer a Dios como único Salvador
3.– Reconocer a Dios como único Redentor, en la persona de Cristo
4.– Reconocer a Dios como único Infinito
5.– Reconocer a Dios como único Perfecto
6.– Reconocer a Dios como Camino, Verdad y Vida
7.– Reconocer a Dios como único Omnisciente
8.– Reconocer a Dios como lo más grande que ha sido, que es y que será
9.– Reconocer a Dios como único Omnipresente
10.– Reconocer a Dios como La fuente de Amor, Paz y Bondad
11.– Reconocer a Dios como el único a quien debemos amor por encima de todas las cosas
12.– Reconocer a Dios como el único que merece una sumisión absoluta y total de Pensamiento, Palabra y Obra
13.– Reconocer que todo poder existente, tiene su origen en Dios, y que sin Él no hay nada

 


El culto de Veneracion o latría, la respuesta es: Es el culto de Adoración debido única y exclusivamente al Dios Trinitario en quien creemos.


La Veneracion o  Dulía  está reservado a los ángeles y a los santos, es decir, rendimos culto de Dulía a los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc., a los santos canonizados por la Iglesia, entre ellos los Apóstoles, Papas, Reyes, a los beatos, beatificados oficialmente por la Iglesia, y si bien existe un culto de Dulía privado (a personas que conocimos y que nos fueron muy queridas), el culto oficial es el público, a todos los que la Iglesia reconoce formalmente como santos y beatos, en ambos géneros.

Dicha Veneración conceptualmente incluye:

 


1.– Respeto profundo

2.– Considerar al santo como una persona de grandes cualidades humanas
3.– Considerar al santo como buen seguidor y amigo de Dios
4.– Amarlos, (obviamente sin confrontar el primer mandamiento)
5.– Pedirles intercedan ante Dios por nosotros
6.– Creer en la buena disposición de los santos hacia nosotros

7.– Deseo de seguir el ejemplo del santo, imitar sus cualidades y procurar hacernos santos como él/ella
8.– Festejar  en el dia de su muerte  el dia en que este hermano/a entro a la Fiesta eterna del Cordero y recibio su Corona de Gloria, celebrar la Accion de Gracias a Dios por el don de este hermano/a (Eucaristía)  como expresión de honor y honra hacia ellos por ser héroes de la fe
9.– Saludar las imágenes de los santos, como signo de devoción y para vivificar la comunión de los santos y santificar al Dios que los hizo vivir en El

A la respuesta de qué es el culto de Dulía, respondemos: Es el culto de Veneración debido a los ángeles y a los santos, héroes y paladines de la fe cristiana.

 

 

 

 

Conclusión


La Iglesia Católica nunca ha exigido la veneración a los Santos. La intercesión de los santos es real y realmente fuerte ya que ellos viven la gloria de estar con Jesucristo en el Cielo, y seguimos a Pablo cuando dice: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” 1 Tim 2:1.

Los católicos honran y veneran a los santos, pero no los adoran. Tener esculturas e imágenes en su honor no es más idolatría que tener fotografías de nuestros seres queridos. Rezarles y pedir su ayuda no es más idolatría que la práctica de una viuda o un viudo que hablan en voz alta con su cónyuge fallecido al pie de su tumba. Esa “tal nube de testigos” son ejemplos de inspiración para nuestras vidas y seguir en nuestra lucha por conseguir la santidad: “...imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.” Hbr 6:12.

 

AMEN

Intercesión de los Santos



 

El principal problema sobre este tema radica en comprender la mediación de los santos entre Dios y los hombres. El pasaje que provoca más discordia es 1 Tim 2:5 que muchos han mal interpretado. El versículo dice así: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Al simplemente leerlo cualquiera diría que tienen razón y que no cabe duda alguna de que Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres. La Biblia no se equivoca y sabemos que Dios mismo inspiró a Pablo a decir eso, así que es verdad, pero Pablo dijo “Jesucristo hombre” (ya Pablo sabía que Jesús también era Dios, por eso aclaró que era Jesucristo como hombre al que se refiere en este versículo), porque fue como hombre que pudo realizar esa mediación, y realizar su Nueva Alianza, ya que ni Adán, ni Noé, ni Abraham, ni Moisés, ni David pudieron sostenerla, siempre que Dios hacía una nueva alianza para restaurar su vínculo con los hombres, estos decidían pecar y romperla. Dios se mantuvo constantemente fiel, pero no así ni Adán, ni Noé, ni Abraham, ni Moisés, ni David; tuvo que ser Jesucristo hombre, porque se requería que fuera un hombre tan sin pecado y tan constantemente como Dios mismo.

 

1 Timoteo 2:5

El término “mediador”, aparte de este versículo, se aplica también a Jesucristo en Heb 8:6 “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.”; 9:15 “Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” y 12:24 “a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”, o sea es un término que sobre todo está junto a “alianza” o “pacto”: Jesucristo es el mediador del Nuevo Pacto, de la Nueva Alianza.

Podemos observar cómo se le designa al que interviene en las alianzas como “mediador”, y lo vemos en el siguiente ejemplo de Moisés: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador.” Ga 3:19

Jesús es muchísimo mejor mediador que los anteriores, así que Él es nuestro nuevo Adán ( “No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.” Romanos 5:14), nuestro nuevo Noé ( “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.” Lc 17:26), nuestro nuevo Moisés ( “...Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. [...] Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa...” Hbr 3:1-6 y “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” Juan 1:17), y es nuestro nuevo David (Hch 2:25-35).

Recalcamos de nuevo que Pablo al hablar de Cristo Jesús utiliza la palabra “hombre”. Cabe señalar primero que los católicos y la mayoría de los no-católicos coincidimos sobre este texto en que Pablo reafirma que Jesús es verdadero hombre y no solamente un mediador. Jesucristo ejerce ese poder de “mediador” esencialmente como hombre, pues es como hombre que va a la muerte y paga a Dios el precio de nuestra redención, pero en su condicion divina tambien Jesus es Sumo Sacerdote Eterno que ejerce la Mediación de la Alianza que El procura, es por eso que es Mediador por excelencia y superior a todo mediador, testador o Sumo Sacerdote anterior, es por eso que es importante deslindar dos terminos precisos, el de Mediador y el de Intercesor…tanto la Mediación como la Intercesión de Jesus tiene que ver con la Alianza y no con portador de oraciones o peticiones personales, pero sigamos con el tema: Está claro que únicamente porque también era Dios pudo dar a su muerte un valor infinito, y, por consiguiente, es en su condición de hombre-Dios como le corresponde el título de “mediador” único. El pecado es un problema humano que debía resolverse a favor de la humanidad solamente mediante un ser humano. Es como hombre que Jesucristo tiene la capacidad de ser el mediador para el hombre; porque el pecado vino de la desobediencia del ser humano así que el único que puede redimirlo deberá ser humano.

Esto lo confirmamos en el siguiente versículo: v.6 “el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo”. Dio su vida, como mediador, para expiar a todos los hombres (humanidad), que había caído en la muerte. “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Mc 10:45.

El que San Pablo nos diga que hay “un solo mediador”, que es Jesucristo, no quita la mediación de los santos y ángeles, y especialmente la de la Virgen María, ya que esa mediación de los santos involucra la mediación de Jesucristo.

En Él se unen el cielo y la tierra. En Él se funde Dios con el hombre.

 

Esta es la mediación de Jesucristo, la mediación de la redención y salvación. Ni tan siquiera los ángeles podían reconciliarnos con el Padre. Por este motivo Pablo dice que Cristo era el único que podría sacrificarse por nuestros pecados.

 

Jesús es el único cuya intercesión delante del Padre puede salvarnos. La Virgen María, los santos en el cielo, los ángeles, interceden por los hombres en virtud a su unión con Jesús por la que son parte de su Cuerpo Místico. Debido a que en el cielo ellos están más estrechamente unidos con Jesús, afirman a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante Dios.

 

Así que este pasaje no tiene nada que ver con la intercesión comunitaria entre nosotros y los santos. Una cosa es la mediación de la Nueva Alianza y otra el orar mutuamente o con los que están ya en la presencia del Señor.

 

El concepto

El término "mediación" puede entenderse de dos formas:

1.    Explico la primera con un ejemplo: Un niño lanza una piedra y rompe el vidrio de una casa; el niño no cuenta con los medios para pagar el vidrio, por lo que el papá tiene que pagarle al dueño de la casa por el daño que el niño hizo. Jesucristo pagó por nuestros pecados, dando su vida y salvándonos. Nadie puede pagar o hacer lo que hizo Jesús en la cruz; porque como se dijo antes se requería que fuera un hombre tan sin pecado y tan constantemente como Dios mismo.

2.    La otra mediación se da cuando alguien actúa como medio entre la persona que necesita ayuda y la que puede darla. Ejemplo: Una pareja de novios va por la calle; se le acerca un niño muy pobre a la novia y le dice: - ¿Puede regalarme algo de comer?, no he comido -. A la novia se le conmueve el corazón y le dice a su novio: - Amor, cómprale algo de comer y dáselo -. El novio por amor a su novia toma su petición y la cumple.

Para entender mejor el concepto de mediación, referimos el término al siguiente texto:


"El que Cristo sea el único mediador no significa que haya terminado el papel de los hombres en la historia de la salvación. La mediación de Jesús reviste acá abajo signos sensibles: son los hombres, a los que Jesús confía una función para con su Iglesia; incluso en la vida eterna asocia Jesucristo, en cierta manera, a su mediación los miembros de su cuerpo que han entrado en la gloria. (...) Los que desempeñan no son, propiamente hablando, intermediarios humanos con una misión idéntica a la que tuvieron los mediadores del AT; no añaden una nueva mediación a la del único mediador: no son sino los medios concretos utilizados por éste para llegar a los hombres." (Leon-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica)

Entonces la función mediadora de Jesucristo en el Nuevo Testamento se le atribuye al hombre Jesús, específicamente a su ofrecimiento por los hombres. Esta función la ha recibido de Dios, de su Padre: 2 Co 5:18-21 “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Ejerce luego esta función de trascendencia universal porque en su humanidad es el Hijo mismo de Dios, que cumplió la Ley y hace a los hombres capaces de cumplirla (cf. Rom 8:3).

Jesús es nuestro Salvador y "nadie más que él puede salvarnos" (Hechos 4:12). Sin embargo, Jesús ha elegido actuar a través de Su Iglesia y no hay motivos para creer que los cristianos no puedan ya auxiliar y orar por sus hermanos y hermanas en la tierra una vez que ellos estén en el Cielo. Más bien, a causa del amor perfecto que existe en el Cielo, los santos presumiblemente tendrán mejor disposición y tendrán más capacidad de interceder por otros que cuando estaban en la tierra. Al venerar a los santos, alabamos a Dios que los creó; debemos pedir sus oraciones, como pedimos a nuestros hermanos cristianos en la tierra que oren por nosotros.

¿Los santos nos escuchan?

 

En términos físicos, el cielo no es un "lugar" que ocupa un espacio; el cielo trasciende esta definición. Se intuye entonces que, si el cielo no ocupa un espacio, el cielo no tiene límites. El cielo es el estado del alma en el que esta alma se encuentra eternamente ante la presencia de Dios. Más sencillamente: quien está en el cielo, está con y en Dios.

 

El cielo:

En el lenguaje sencillo el Cielo es el lugar en donde mora Dios y en el cual Dios introduce a los que se salvan; salva al alma sin el cuerpo después de la muerte, y con el cuerpo resucitado después de la Parusía (segunda venida de Cristo).

A esta representación del cielo como la morada de Dios, se adiciona la de un lugar al que también los creyentes pueden, por gracia, ascender; como muestran las historias de Enoc (cf. Gn 5:24) y Elías (cf. 2 R 2:11). Así que, el cielo es una figura de la vida en Dios; llegar al cielo es llegar a Dios, vivir con Dios y participar de su plenitud de vida. En ese sentido vemos que Jesús habla de una "recompensa en los cielos" (Mt 5:12 “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.) y pide que "amontonemos tesoros en el cielo" (Mt 6:20 “sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.”; cf. 19, 21).

En el ámbito de la Revelación sabemos que el "cielo" no es algo abstracto, ni tampoco un lugar físico en medio de las nubes, sino una relación personal y activa con la Santísima Trinidad.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “por su muerte y su resurrección, Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él” (n. 1026).

Los santos (o justos) han dejado atrás la angustia de la muerte; y de ellos Juan nos dice: "Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos." Apoc 7:13-17.

Por lo tanto cuando decimos que Dios está en el cielo queremos decir que es distinto de la tierra, que está elevado sobre esta. Cuando decimos “cielo” estamos designando el modo de existir de Dios. Por eso Mateo se refiere al Reino de Dios como Reino de los Cielos. 

Si Dios es omnipresente, el cielo no es un determinado lugar de la creación. El cielo está donde está Dios y puede estar en todas partes.

La unión fraternal en el cielo:

El banquete que usa Jesús como símbolo de la comunidad con Dios (Mt 22:2; Lc 22:29; Mt 8:11-12; Mt 5:6) es de alegría, con amigos, es un banquete nupcial. El banquete de bodas es una fiesta magnífica en la vida del hombre sencillo, ya que se da mucha comida (Mt 22:4) y vino hasta saciarse (Jn 2:1-11) y se reúnen los invitados, vestidos de túnica nueva (Mt. 22:11). Así es como están los justos.

El mismo Jesús anuncia que el destino final del hombre es un estar con Él. Les da consuelo a sus discípulos diciéndoles que va a prepararles un lugar para que donde Él esté, estén también los suyos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” Jn 14:2-3. Ahí están los santos con los apóstoles. Vemos que la frase “«para que donde yo estoy, vosotros también estéis»” la podemos correlacionar con lo que también dijo en Jn 17:24: “«Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.»” La meta final consiste en la eterna comunión con Cristo, en estar con Jesús junto a Dios. Es una promesa que hizo Jesús, así que nunca podríamos dudar de ella. Esteban lo sabía por eso dijo: “...Señor Jesús, recibe mi espíritu” mientras lo apedreaban (Hch 7:59).

Pablo mismo nos dice: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.” Flp 1:23-24, el enemigo del hombre es la muerte pero es a la vez el tránsito hacia esa plena comunión con Cristo; y “Porque aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros” 2 Co 13:4.

El cielo es una patria, nuestra futura patria: “Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” Heb 11:14-16 y “Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor... pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” 2 Co 5:6,8. Ciudadanos del cielo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” Filp 3:20 (cf. Ef 2:12-19 y Gal 4:26).


El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice (956): “Por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad.

 

Únicamente Dios es omnipresente, y jamás diremos lo contrario, pero eso no implica que los santos que están en el cielo no nos escuchen, y lo demostramos con las Sagradas Escrituras también: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” Lc 15:10. ¡Los ángeles se dan cuenta de todo lo que pasa aquí! ¿Son ellos omnipresentes? Por supuesto que no, pero al estar en Dios, pueden darse cuenta por “la gracia” de lo que pasa en nuestro mundo terrenal.


Dirán muchos que no quieren ver - Pero es que son ángeles, no santos -. Pero: “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo.” Mt 22:30


¡Seremos como los ángeles en el Cielo! Así que, nos daremos cuenta de lo que pase aquí también, y si a esto le añadimos: Y si se nos dice en la Biblia que los ángeles están para ayudarnos ¿Por qué los santos no?

 

Apocalipsis nos dice: “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” 6:9-11.

 

Dios nos creo a su imagen y semejanza pero el ser semejante a Dios no es ser Dios, pero sí supone el participar, de una u otra forma, de sus atributos, como lo encontramos en la Biblia. Cuando Adán y Eva tomaron del fruto prohibido dijo Dios: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.” Gn 3:22. Vemos también que Dios sacó al hombre del paraíso para que no tomara también del árbol de la vida, pero los que ya han vencido y son santos, han probado de ese árbol: “...Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.” Ap 2:7 Por lo que, la condición de los santos en el cielo es mucho más perfecta que la de Adán, de quien Dios (no Satanás) llegó a decir “es como uno de nosotros”.

 

El ser partícipe de la naturaleza divina no nos convierte en dioses por naturaleza porque participar en ese algo no implica llegar al nivel del estado de ese algo. El que participa de esa naturaleza divina, participa también de sus atributos. Con esto afirmamos en especial que los que ya están en la presencia de Dios pueden participar de Su naturaleza, ya que ellos han sido purificados de todo pecado porque nada impuro entra en la presencia de Dios. Por eso podemos recudir a ellos y pedirles que oren por nosotros. Su plena santidad y su participación de la naturaleza divina está fuera de toda duda, ya que no están en "este cuerpo de muerte" (Rom 7:24).

 

De las objeciones a esta participación divina muchos nos muestran el siguiente pasaje: “Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.” Eclesiastés 9:4-6. Aluden a que ya muertos no se enteran de nada, pero anteriormente hemos demostrado que si nos escuchan, y sobre este pasaje aclaramos que el autor sagrado está hablando de sus cuerpos y no del alma, como él mismo lo aclara más adelante: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento... y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.” Eclesiastés 12:1,7.

 

Eclesiastés 9:4-6

Mientras uno vive (tiempo terrenal), por más mal que le vaya en la tierra, siempre queda una esperanza de conseguir, mediante el arduo trabajo, días mejores, más felices y más prósperos. Pero como cristianos sabemos que nuestras miserias es el bien más apetecible para el hombre. Para entender el mensaje del autor sagrado recordamos que el perro era un animal impuro (1 Sam 17:43; 2 Sam 3:8; 9:8; 16:9; Mt 15:26; Ap 22:15), objeto de desprecio para los orientales, y que el león era símbolo de la fuerza, era el animal más noble de todos los animales (Gen 49:9; Is 38:13; Lam 3:10; Os 13:7; Sant 10:6). El sentido es que es preferible ser el último y más indigno de los animales estando vivo, que el mejor y más querido de todos ellos estando muerto.

El v.5 sigue bajo la misma línea, que puede producir falsas interpretaciones si no se tiene en cuenta todo el contexto de la frase. Los vivos están concientes que han de morir, es decir, viven todavía y pueden deleitarse de los bienes y tranquilidad que Dios les otorga en esta vida, tan añorada por más que esté llena de miserias, mientras que los muertos ya nada saben; para los sabios, el saber, el conocer, es la más noble manifestación de la vida; no tienen más paga, despojados como están de toda actividad y trabajo que pudiera merecer salario; más aún, al pasar del tiempo, ni memoria queda de ellos entre los vivos, de modo que ya no cuentan para nada, lo que constituye para el autor sagrado gran desencanto (1:11; 2:16). San Jerónimo nos hace reflexionar: “Los vivientes, ante el temor de la muerte, pueden realizar buenas obras; los muertos, en cambio, nada pueden añadir a lo que se llevaron al despedirse de la vida. Ya no hay para los muertos tiempo en el que puedan merecer y conseguir el premio”. El v.6 nos da la clave para interpretar los versículos precedentes, hay que recordar que los afectos y más fuertes pasiones cesan en su actividad en el momento de la muerte, que quebranta toda relación con este mundo visible “debajo del sol”.

 

Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.” Mt 22:32 y antes había dicho Jesús: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Mt 10:28. El cuerpo fue creado para el alma y no el alma para el cuerpo; la salvación es para el alma.

 

Jesús nos presentó la parábola de Lázaro y el hombre rico. El rico ya muerto dice: “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos” Lc 16:27-28 ¿Cómo es que el rico recuerda que tiene hermanos y que tiene una casa si los muertos no saben nada? Es una parábola, pero no por eso es falso lo que se dice. Jesús no nos enseñaría algo que pudiera confundirnos si no fuera verdad. Jesús recurre a parábolas para predicar, no a fábulas, por lo que los sucesos están basados en hechos reales.

 

Hemos de notar que en el culto a los santos es ensalzado un hombre por amor a la gloria de Dios de la que este hombre participa, que supera todo honor humano y sólo es aprehensible por la fe.

 

Resumámoslo en una analogía: Dios es como el mar, cada uno de nosotros somos como gotas de lluvia que caen. Al caer en el mar ya no somos la gota individual, sino que nos fundimos en Dios y ahora somos parte de Él, por eso al pedir la intercesión de los santos, pedimos a aquellos que ya son plenamente en Dios, con Dios y para Dios, por eso pueden oírnos y por eso su intercesión tiene mucho poder, porque lo hacen en el Nombre de Jesucristo.

No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos "en el Nombre" de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre.” CIC No.2664.

 

¿Y los judíos qué dicen?

El siguiente es un comentario de un judío sobre la intercesión de los santos:

Intercesión, es la participación y mediación para conseguir algo.

La conexión entre la persona (de cualquier procedencia, sea judío o gentil) con Dios es directa; sin intermediarios de ninguna especie. Lo único que se precisa para comunicarse con Él es el deseo firme de hacerlo, y la sinceridad y pureza de corazón. Tal como está escrito: "Cercano está el Eterno a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad." (Tehilim / Salmos 145:18).

Sin embargo, el recurrir a tzadikim, personas de una conducta intachable, para que ellos recen por uno, es una práctica antigua, tal como testimonia nuestro libro consagrado: "y dijeron al profeta Irmiá [Jeremías]: –Por favor, llegue nuestro ruego a tu presencia, y ora por nosotros al Eterno tu Elokim, por todo este remanente... para que el Eterno tu Elokim nos enseñe el camino por donde debemos ir y lo que hemos de hacer." (Irmiá / Jeremías 42:2-3).

¿No contradice esto aquello de que uno reza directamente a Dios sin intermediarios?
¿Qué necesidad hay de pedir a un tzadik para que rece por uno, si se cuenta con 24 horas de conexión directa con el Eterno? La respuesta es sencilla. Se recurre a un tzadik al menos por tres motivos:

1.    La persona justa está menos atada por el pecado y el vicio de lo pasajero; por lo cual sabe conectarse con Dios de una manera más veraz y firme, más "de verdad" según dijera el salmo. La concentración de un tzadik a la hora del rezo, suele ser inmensa, casi un vínculo imperturbable. Así que, es muy probable que el rezo del tzadik tenga una fuerza que la persona menos cultivada espiritualmente (aún) no ha alcanzado. Es como si le pidiéramos a un hombre muy fornido que levantara un peso que es excesivo para nosotros, pero ligero para él. Este pedido no debe servirnos como excusa para abandonarnos a la pereza y a confiar en un ser humano (en este caso, el tzadik) en lugar de esforzarnos y confiar en Dios. Sino como ocasión especial, en la cual excepcionalmente precisamos ayuda. Es decir, como un método extraordinario.

2.    Para que la persona justa enseñe la manera correcta de dirigirse al Eterno; ya que no toda palabra ni todo gesto que se eleva a Dios son apropiados. El justo, por sus cualidades personales y especialmente por sus estudios, es más conocedor de lo que es pertinente y qué no lo es. Y es más apto para reconocer qué vale la pena ser pedido en cierto momento, y qué es accesorio.

3.    Para que el tzadik sirva de guía e inspiración personal. El tzadik es un ser humano común y corriente, solamente que ha alcanzado un alto grado de espiritualidad por medio de la práctica de los preceptos y el esmerado estudio de Torá. Por lo cual, cada persona que recurre al tzadik debería hacerlo con el objetivo de aprender del maestro que todos y cada uno de nosotros podemos superarnos, trascender nuestras limitaciones, crecer en pos de la eternidad. Relea el pedido que le hicieran al profeta (en lo que citamos un poco más arriba) y descubrirá que este es el objetivo de pedir un rezo al tzadik.

Por lo explicado, el rezo a solicitud por parte del tzadik sirve para que los que hicieron el ruego reconozcan que: "conforme a todo aquello para lo cual el Eterno tu Elokim te envíe a nosotros, así haremos." (Irmiá / Jeremías 42:5). Y así aprendan a estar más próximos al Eterno, es decir, a ser mejores personas a través del cumplimiento de los mandamientos.

En el caso de un tzadik fallecido, la cuestión es semejante. Se le reza a Dios, y sólo a Él. Pero, se tiene presente al tzadik, ya que para los que así hacen, se espera que la memoria del difunto maestro justo sirva como modelo y aliciente para el esfuerzo de autosuperación y crecimiento a través de las sendas de la Torá. Pues, si el maestro vivió una vida de dignidad y justicia, su muerte también las posee; y sigue sirviendo como ejemplo para sus continuadores.

Tomado de: http://serjudio.com/rap1501_1550/rap1512.htm

 

Los judíos creían y creen en la intercesión de los santos (tzadik); lo podemos reafirmar con los siguientes pasajes: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.” Mt 27:46-49

 

Ellos pensaron que Jesús le estaba pidiendo la intercesión a Elías para que lo salvara de la cruz. No se dice de ningún judío que dijera a Jesús: "¡Blasfemo, estás pidiendo la intercesión de alguien muerto!!!

 

 

 

Más detalles al tema

 

Sabemos que Jesús es Dios, y si Él es estrictamente el único mediador entre Dios y los hombres, ¿para qué mediaría Jesús ante sí mismo?, eso no sería una mediación.

 

No es lógico pensar que aquellos que murieron en santidad (que tenían el Espíritu Santo), después de muertos dejaron de tenerlo. Sus almas se separaron de sus cuerpos, pero esto no afecta en nada al Espíritu Santo.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Rom 8:38-39

Los santos son ejemplos de santidad y debemos seguir el consejo de Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Fil 1:21 y “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.” Fil 3:17.

De acuerdo a la Real Academia, venerar es: Respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o recuerda. O sea, venerar es reconocer las cosas que alguien ha hecho bien; es lo que Ornán hizo con el rey David: “Y viniendo David a Ornán, miró Ornán, y vio a David; y saliendo de la era, se postró en tierra ante David.” 1 Cr 21:21. La veneración es un acto de amor (interno) con el que contemplamos la grandeza de esos defensores de la Fe, a quienes llamamos santos. Los actos externos son las formas propias que cada pueblo tiene para demostrar este amor interno.

Existen tres clases de cultos sagrados:

1.     Latría (o adoración): Es exclusivo de Dios (Ex 20:3; Dt 6:13).

2.     Hiperdulía (o veneración especial): que se le rinde a la Virgen María (Lc 1:28,42,48).

3.     Dulía (o veneración): que se le rinde a los santos (97:11-12; Prov 10:7).

Algunos ejemplos de veneración que aparecen en la Biblia son los que se le hacían a los ángeles: son espíritus que desde un inicio se mantuvieron fieles a Dios y siguen estándolo (Tob 5:4; Mt 1,20; Lc 1:26; Hech 8:26; etc) por lo que merecen un honor especial. Veámoslo en un ejemplo concreto: “Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.” Josué 5:13-15; esto es venerar.

 

¿Cómo cooperamos nosotros y los santos en esa mediación?

La Iglesia es una familia, si los hermanos se ayudan unos a otros, ¿sería eso ofender la autoridad del padre? Sabemos que todo viene de Dios, aún la gracia necesaria para orar por otros.

En el Cuerpo Místico todos estamos unidos a Cristo y con Su poder nos ayudamos mutuamente.

Pablo nos enfatiza en la unidad entre Cristo y el cristiano: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20.

Cuando Pablo u otro santo sana o hace milagros, solamente puede ser por la única mediación de Cristo que vive en Él.

Cristo lo puede todo por si solo pero ha deseado valerse de sus santos para continuar su enseñanza y su obra. “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.” Lucas 10:16

¿Qué tal si Pablo hubiese dicho: "Yo no oro por ustedes porque ya Jesús lo hace por ustedes" o "yo no proclamo el Evangelio, porque Dios lo puede hacerlo por Él mismo"?, pero Pablo dijo: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” en el mismo 2 Tim 2:1.

Jesús enseña que los suyos son mediadores para que otros crean y sean uno:

Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:20-23.

Muchas veces decimos “San Gerardo me hizo el milagro de...” pero es igual que en nuestra vida cotidiana, a veces decimos “mi amigo me hizo el favor de...” aunque en realidad “mi amigo me hizo el favor gracias a Dios de...”; no se trata de otra mediación sino de la única de Jesús que se manifiesta en los santos gracias a que son uno con Él y forman un solo Cuerpo.

 

¿Qué más nos dicen las Sagradas Escrituras?

 

1 Corintios 12:12-13,26-27Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. [...] De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” Por nuestra unidad como miembros del Cuerpo de Cristo, tenemos el deber de mostrar preocupación unos por otros, esto debe de seguir aún cuando ya hayamos ingresado al cielo: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” 1 Co 13:9-12

 

Lucas 20:37-38  "Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven."  Jesús testifica que todos están vivos para Dios y quienes están vivos en Su presencia pueden y deben mostrar amor por los demás. Los santos lo hacen intercediendo en nuestro favor, a petición de nuestras oraciones.

 

Lucas 9:30-31 (Durante la transfiguración) “Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.” Moisés y Elías, aunque ya no estaban físicamente vivos en la tierra, estaban envueltos e interesados ante el proceso por el cual Jesús salvaría a la humanidad.

 

Jn 11:25-26Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Todos coincidirán de que Jesús ha derrotado a la muerte y que por sus méritos, también hemos (tiempo presente) alcanzado la victoria. Debemos contestar a esta pregunta que hace Jesús un seguro sí, y que si la muerte ya no existe, estamos vivos en la tierra o en el cielo.

 

Efesios 3:14-18  “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”  Por el amor de Dios, los creyentes en Jesucristo están unidos tanto en el cielo como en la tierra. Por lo tanto “toda familia”, angelical y humana, debe su origen y existencia a Dios Padre, esto significa que Dios es el Padre común de los hombres y de los ángeles, creados todos por Él, para constituir su familia en los cielos (Ef 2:19 “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”).

 

Hebreos 12:1Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” ¿Quiénes son estos testigos que tenemos? A los que inmediatamente se refería Pablo los encontramos en Hebreos 11:4-5,7-9,11,20-21,23,31-32 sin menospreciar a todos los demás justos que llegaron a la presencia del Señor.

 

Hebreos 12:22-24 “sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto...”  La Iglesia existe tanto en la tierra como en el cielo, unidos por medio del amor de Cristo. Las expresiones monte de Sión, ciudad de Dios vivo, Jerusalén la celestial, etc., significan lo mismo: la nueva obra glorificada, plasmada en la Iglesia (cf. Ga 4:26). Estos “primogénitos” constituirían a los cristianos en general que han llegado al cielo y que recibieron la dignidad y los derechos igual a los primogénitos de las familias de los patriarcas (cf. Hbr 9:15; 11:40; 12:16-17). Tampoco extrañaría el término de Jerusalén “celestial” ya que se refiere a la Iglesia, lugar del nuevo culto tanto en la tierra como en el cielo a la vez.

 

Santiago 5:16 “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” La intercesión de los santos, que han vuelto perfectamente justos, es de gran valor para los que deseen su ayuda para la oración.

 

Hechos 9:33-35Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.”  Es Jesucristo el que realiza el milagro por medio de sus intercesores, nadie puede realizarlos si no es en Jesucristo.

2 Mac 15:11-16 Armó a cada uno de ellos, no tanto con la seguridad de los escudos y las lanzas, como con la confianza de sus buenas palabras. Les refirió además un sueño digno de crédito, una especie de visión, que alegró a todos. Su visión fue tal como sigue: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, afable, de suaves maneras, distinguido en su conversación, preocupado desde la niñez por la práctica de la virtud, suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos. Luego se apareció también un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía. Onías había dicho: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios. Jeremías, tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro, y al dársela había pronunciado estas palabras: «Recibe, como regalo de parte de Dios, esta espada sagrada, con la que destrozarás a los enemigos.»” Compáralo con Jer 15:1 “Y me dijo Yahveh: Aunque se me pongan Moisés y Samuel por delante, no estará mi alma por este pueblo. Echales de  mi presencia y que salgan.

Cuando pedimos la intercesión de algún santo, damos gloria a Dios Padre. Un padre no va a regañar a su hijo menor por pedirle al hijo mayor que interceda por él para pedirle algo al padre. No lo reprendería diciéndole ¿por qué no viniste directamente a mí? No, el padre estaría contento de que sus hijos se ayudan. Igual cuando Jairo pidió por su hija no le reprendió para que ella fuera la que hiciera la petición. Al honrar a los santos, estamos honrando a muchos seres queridos que ya están en la gloria con Dios.

 

La iglesia primitiva

En el Martirio de San Policarpo (escrito hacia 156 d.C.) se dice: “Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les tributamos con toda justicia el homenaje de nuestro afecto como a discípulos e imitadores del Señor, por el amor insuperable que mostraron a su Rey y Maestro. ¡Y pluguiera a Dios que también nosotros llegáramos a participar de su suerte y ser condiscípulos suyos!” XVII, 3.

San Cipriano nos dice: “Cuando muramos entraremos a través de la muerte en la inmortalidad, y no puede seguir la vida eterna si antes no se nos ha concedido partir de aquí abajo. Esto no es ninguna desaparición para siempre, sino sólo un paso y un tránsito hacia la eternidad después de haber transcurrido la vida temporal. ¿Quién no se apresurará hacia lo mejor? y ¿quién no deseará ser transformado y transfigurado lo antes posible a imagen de Cristo y de la gloria de la gracia celestial,, como dice el Apóstol Pablo? Que tendremos esas propiedades lo promete con Él y podamos alegrarnos con Él en la morada eterna y en el reino celestial. Quien quiera llegar a la sede de Cristo, a la gloria del reino celestial no puede entristecerse y lamentarse, sino que tiene que manifestar sólo alegría en razón de la promesa del Señor y en razón de su fe en la verdad de este su viaje y traslaciónSobre la inmortalidad, núm. 22.

Cipriano de Cartago, Carta a Su Gente 39:34:3. J572

Cirilo de Jerusalén, Catequesis 23:5:9. J852 

 

 

Lo que dice oficialmente la Iglesia Católica

 

Del “Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia”:

 

Capítulo VI

LA VENERACIÓN A LOS SANTOS Y BEATOS

 

Algunos principios

 

208. Con sus raíces en la Sagrada Escritura (cfr. Hech 7,54-60; Ap 6,9-11; 7,9-17) y atestiguado con certeza desde la primera mitad del siglo II, el culto de los Santos, en especial de los mártires, es un hecho eclesial antiquísimo. La Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, siempre ha venerado a los Santos...


209. La Constitución Sacrosanctum Concilium, en el capítulo dedicado al Año litúrgico, explica claramente el hecho eclesial y el significado de la veneración de los Santos y Beatos: "la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los Mártires y de los demás Santos, que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros. Porque al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo, propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre y por los méritos de los mismos implora los beneficios divinos".


210. Una comprensión adecuada de la doctrina de la Iglesia sobre los Santos sólo es posible dentro del ámbito más amplio de los artículos de la fe relacionados con dicha doctrina:

- La "Iglesia, una, santa, católica y apostólica", santa por la presencia en ella de "Jesucristo, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado el solo santo"; por la actuación incesante del Espíritu de santidad; porque está dotada de medios de santificación. La Iglesia, pues, aunque comprende en sí a pecadores, está "ya en la tierra adornada de una verdadera, si bien imperfecta, santidad"; es el "pueblo santo de Dios", cuyos miembros, según el testimonio de las Escrituras son llamados "santos" (cfr. Hech 9.13; 1 Cor 6,1; 16,1)


- La "comunión de los santos", por la que la Iglesia del cielo, la que tiende a la purificación final "en el estado llamado Purgatorio" y la que peregrina sobre la tierra, están en comunión "en la misma caridad de Dios y del prójimo"; de hecho, todos los que son de Cristo, al tener su Espíritu, forman una sola Iglesia y están unidos en Él.


- La doctrina de la única mediación de Cristo (cfr. 1 Tim 2,5), que no excluye otras mediaciones subordinadas, las cuales se realizan y ejercen dentro de la absoluta mediación de Cristo.

211. La doctrina de la Iglesia y su Liturgia proponen a los Santos y Beatos, que contemplan ya "claramente a Dios uno y trino" como:


- Testigos históricos de la vocación universal a la santidad; ellos, fruto eminente de la redención de Cristo, son prueba y testimonio de que Dios, en todos los tiempos y de todos los pueblos, en las más variadas condiciones socio-culturales y en los diversos estados de vida, llama a sus hijos a alcanzar la plenitud de la madurez en Cristo (cfr. Ef 4,13; Col 1,28);


- Discípulos insignes del Señor y, por tanto, modelos de vida evangélica; en los procesos de canonización la Iglesia reconoce la heroicidad de sus virtudes y consiguientemente los propone como modelos a imitar;


- Ciudadanos de la Jerusalén del cielo, que cantan sin cesar la gloria y la misericordia de Dios; en ellos ya se ha cumplido el paso pascual de este mundo al Padre;


- Intercesores y amigos de los fieles todavía peregrinos en la tierra, porque los Santos, aunque participan de la bienaventuranza de Dios, conocen los afanes de sus hermanos y hermanas y acompañan su camino con la oración y protección;


- Patronos de Iglesias locales, de las cuales con frecuencia fueron fundadores (san Eusebio de Vercelli) o Pastores ilustres (san Ambrosio de Milán); de naciones: apóstoles de su conversión a la fe cristiana (santo Tomás y san Bartolomé para la India), o expresión de su identidad nacional (san Patricio para Irlanda); de agrupaciones profesionales (san Omobono para los sastres); en circunstancias especiales – en el momento del parto (santa Ana, san Ramón Nonato), de la muerte (san José) – y para obtener gracias específicas (santa Lucía para la conservación de la vista), etc.


Todo esto la Iglesia lo confiesa cuando, con agradecimiento a Dios Padre, proclama: "Nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino".


212. Finalmente, es preciso recordar que el objetivo último de la veneración a los Santos es la gloria de Dios y la santificación del hombre, mediante una vida plenamente conforme a la voluntad divina y la imitación de las virtudes de aquellos que fueron discípulos eminentes del Señor.

Por esto, en la catequesis y en otros momentos de transmisión de la doctrina se debe enseñar a los fieles que: nuestra relación con los Santos hay que entenderla a la luz de la fe, no debe oscurecer: "el culto latréutico, dado a Dios Padre mediante Cristo en el Espíritu, sino que lo intensifica"; "el auténtico culto a los santos no consiste tanto en la multiplicidad de los actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor práctico", que se traduce en un compromiso de vida cristiana.

 

El culto tributado a Santos y Beatos


226. El influjo recíproco entre Liturgia y piedad popular resulta particularmente intenso en las manifestaciones de culto tributadas a los Santos y a los Beatos. Por lo tanto, parece oportuno recordar, de manera sintética, las principales formas de veneración que la Iglesia rinde a los Santos en la Liturgia: estas deben iluminar y guiar la piedad popular.


La celebración de los Santos


227. La celebración de una fiesta en honor de un Santo – a los Beatos se les aplica, servatis servandis, lo que se dice de los Santos - es sin duda una expresión eminente del culto que les tributa la comunidad eclesial: conlleva, en muchos casos, la celebración de la Eucaristía. La fijación del "día de la fiesta" es un hecho cultual relevante, a veces complejo, porque concurren factores históricos, litúrgicos y culturales, no siempre fáciles de armonizar.


En la Iglesia de Roma, y en otras Iglesias locales, las celebraciones de las memorias de los mártires en el aniversario del día de su pasión, esto es, de su máxima asimilación a Cristo y de su nacimiento para el cielo, más tarde también la celebración del conditor Ecclesiae, de los Obispos que la habían regido y de otros insignes confesores de la fe, así como el aniversario de la dedicación de la iglesia catedral, dieron lugar a la formación paulatina de calendarios locales, donde se registraban el lugar y la fecha de la muerte de cada uno de los Santos o bien de grupos de ellos.


De los calendarios particulares surgieron pronto los martirologios generales, como el Martirologio siríaco (siglo V), el Martyrologium Hieronymianum (siglo VI), el de San Beda (siglo VIII), de Lyon (siglo IX), de Usuardo (siglo IX), de Adón (siglo IX).


228. La historia del Calendario Romano, que indica el día y el grado de las celebraciones en honor de los Santos está estrechamente vinculada con la historia del Martirologio.

Actualmente el Calendario Romano General solamente contiene, conforme a la norma indicada por el Concilio Vaticano II, las memorias de "Santos de importancia realmente universal", dejando a los calendarios particulares, sean nacionales, regionales, diocesanos, de familias religiosas, la indicación de las memorias de otros Santos.


Es conveniente recordar la razón de la reducción del número de las celebraciones de los Santos y tenerla presente oportunamente en la praxis pastoral: se han reducido para que "las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvación". A lo largo de los siglos, "por el aumento de las vigilias, de las fiestas religiosas, de sus celebraciones durante octavas y de las diversas inserciones dentro del Año litúrgico, los fieles han puesto en práctica, algunas veces, peculiares ejercicios de piedad de tal modo que sus mentes se han visto apartadas en cierta manera de los principales misterios de la divina Redención".


229. Desde la reflexión sobre los hechos que han determinado el origen, desarrollo y las diversas revisiones del Calendario Romano General, se siguen algunas indicaciones de indudable utilidad pastoral:


- Es necesario instruir a los fieles sobre la relación entre las fiestas de los Santos y la celebración del misterio de Cristo. Las fiestas de los Santos, reconducidas a su razón de ser más profunda, iluminan realizaciones concretas del designio salvífico de Dios y "proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores"; las fiestas de los miembros, los Santos, son en definitiva fiestas de la Cabeza, Cristo;


- Es conveniente que los fieles se acostumbren a discernir el valor y el significado de las fiestas de los Santos y Santas que han tenido una misión especial en la historia de la salvación y una relación peculiar con el Señor Jesús...

 

El día de la fiesta


230. El día de la fiesta del Santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de vista de la Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de tiempo, concurren numerosas expresiones culturales, tanto litúrgicas como populares...


231. Es necesario que la fiesta del Santo se prepare y se celebre con atención y cuidado, desde el punto de vista litúrgico y pastoral.


Esto conlleva, ante todo, una presentación correcta de la finalidad pastoral del culto a los Santos, es decir, la glorificación de Dios, "admirable en sus Santos", y el compromiso de llevar una vida conforme a la enseñanza y ejemplo de Cristo, de cuyo cuerpo místico los Santos son miembros eminentes.


233. Sin embargo, no son pocos los elementos que amenazan la autenticidad de la "fiesta del Santo" tanto desde el punto de vista religioso como antropológico.


Desde el punto de vista religioso, la "fiesta del Santo" o "fiesta patronal" de una parroquia, donde se ha vaciado del contenido específicamente cristiano que tenía en su origen - el honor dado a Cristo en uno de sus miembros - se convierte en una manifestación meramente social o folklórica y, en el mejor de los casos, en una ocasión propicia de encuentro y diálogo entre los miembros de una misma comunidad.


Desde un punto de vista antropológico hay que notar que no raras veces sucede que individuos o grupos, creyendo que "hacen fiesta", en realidad, por los comportamientos que adoptan se alejan de su auténtico significado. La fiesta, ante todo, es la participación del hombre en el dominio de Dios sobre la creación y sobre su activo "reposo", no ocio estéril; es manifestación de una alegría sencilla y comunicativa, no sed desmesurada de placer egoísta; es expresión de verdadera libertad, no búsqueda de formas de diversión ambiguas, que dan lugar a nuevas y sutiles formas de esclavitud. Se puede afirmar con seguridad: la trasgresión de la norma ética no solo contradice la ley del Señor, sino que daña la base antropológica de la fiesta.

 

 

El culto de Adoracion o Latría está reservado única y exclusivamente a Dios, es decir, rendimos Latría a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, esto incluye el culto de Latría a la hostia consagrada, porque es el mismo Cristo, bajo las especies de Pan y Vino en la Sagrada Eucaristía.

Dicha Adoración, conceptualmente incluye:
1.– Reconocer a Dios como único Dios
2.– Reconocer a Dios como único Salvador
3.– Reconocer a Dios como único Redentor, en la persona de Cristo
4.– Reconocer a Dios como único Infinito
5.– Reconocer a Dios como único Perfecto
6.– Reconocer a Dios como Camino, Verdad y Vida
7.– Reconocer a Dios como único Omnisciente
8.– Reconocer a Dios como lo más grande que ha sido, que es y que será
9.– Reconocer a Dios como único Omnipresente
10.– Reconocer a Dios como La fuente de Amor, Paz y Bondad
11.– Reconocer a Dios como el único a quien debemos amor por encima de todas las cosas
12.– Reconocer a Dios como el único que merece una sumisión absoluta y total de Pensamiento, Palabra y Obra
13.– Reconocer que todo poder existente, tiene su origen en Dios, y que sin Él no hay nada

 


El culto de Veneracion o latría, la respuesta es: Es el culto de Adoración debido única y exclusivamente al Dios Trinitario en quien creemos.


La Veneracion o  Dulía  está reservado a los ángeles y a los santos, es decir, rendimos culto de Dulía a los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc., a los santos canonizados por la Iglesia, entre ellos los Apóstoles, Papas, Reyes, a los beatos, beatificados oficialmente por la Iglesia, y si bien existe un culto de Dulía privado (a personas que conocimos y que nos fueron muy queridas), el culto oficial es el público, a todos los que la Iglesia reconoce formalmente como santos y beatos, en ambos géneros.

Dicha Veneración conceptualmente incluye:

 


1.– Respeto profundo

2.– Considerar al santo como una persona de grandes cualidades humanas
3.– Considerar al santo como buen seguidor y amigo de Dios
4.– Amarlos, (obviamente sin confrontar el primer mandamiento)
5.– Pedirles intercedan ante Dios por nosotros
6.– Creer en la buena disposición de los santos hacia nosotros

7.– Deseo de seguir el ejemplo del santo, imitar sus cualidades y procurar hacernos santos como él/ella
8.– Festejar  en el dia de su muerte  el dia en que este hermano/a entro a la Fiesta eterna del Cordero y recibio su Corona de Gloria, celebrar la Accion de Gracias a Dios por el don de este hermano/a (Eucaristía)  como expresión de honor y honra hacia ellos por ser héroes de la fe
9.– Saludar las imágenes de los santos, como signo de devoción y para vivificar la comunión de los santos y santificar al Dios que los hizo vivir en El

A la respuesta de qué es el culto de Dulía, respondemos: Es el culto de Veneración debido a los ángeles y a los santos, héroes y paladines de la fe cristiana.

 

 

 

 

Conclusión


La Iglesia Católica nunca ha exigido la veneración a los Santos. La intercesión de los santos es real y realmente fuerte ya que ellos viven la gloria de estar con Jesucristo en el Cielo, y seguimos a Pablo cuando dice: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” 1 Tim 2:1.

Los católicos honran y veneran a los santos, pero no los adoran. Tener esculturas e imágenes en su honor no es más idolatría que tener fotografías de nuestros seres queridos. Rezarles y pedir su ayuda no es más idolatría que la práctica de una viuda o un viudo que hablan en voz alta con su cónyuge fallecido al pie de su tumba. Esa “tal nube de testigos” son ejemplos de inspiración para nuestras vidas y seguir en nuestra lucha por conseguir la santidad: “...imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.” Hbr 6:12.

 

AMéN

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