LAS RAICES BIBLICAS DEL CRISTIANISMO

 

Se denomina cristianismo a la religión en conjunto  que fue fundada por  Jesucristo, “piedra angular de toda su doctrina” (1 Corintios 3,10-11; 1 Pedro 2,4.6-8). Esta religión heredó del pueblo judío la creencia de un único y verdadero Dios (Éxodo 20,2-3), que tiene sus inicios desde la “santa alianza” entre Yahvé con el patriarca Abraham (Génesis 12,1-2); Convirtiendo al pueblo de Israel, en una “nación santa y reino de sacerdotes” (Éxodo 19,5-6), Y sigue siendo un pueblo muy amado por el Padre Eterno (Véase Romanos capítulos del 9 al 11; 2 Corintios 3,15-16).  Sin embargo, “cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés” (Gálatas 4,4). El es el “gran sumo sacerdote” (Hebreos 4,14), que establece un “nuevo pacto” (Hebreos 8,6), por su muerte salvadora en la cruz (Efesios 2,16; Colosenses 1,20), dando origen al “verdadero pueblo de Dios” (Gálatas 6,16). Por consiguiente, “Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo. Y si son de Cristo, son descendientes de Abraham y herederos de la promesa que Dios le hizo” (Gálatas 3,28-29).

 

La Iglesia de Cristo fue vista durante al menos los diez primeros años, como una “nueva secta” salida del Judaísmo (Hechos 28,22), pero en realidad era un “nuevo camino” (Hechos 24,14); ya que estaba centrado en Jesucristo, quien es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6), por eso eran llamados también como “los nazarenos” (Hechos 24,5). Y a los hombres y  mujeres que se atrevían a seguirlo, eran perseguidos a muerte, arrestados y encarcelados (Hechos 22,4). No obstante, ellos estaban unidos en un mismo amor (Colosenses 3,14), como verdaderos  “amigos” (3 Juan 15), compartiendo sus bienes  entre sí (Hechos 2,44-45), y llevando una vida según las enseñanzas del “sermón del monte”, para conseguir el “reino de los cielos” (Mateo 5,3-12).

 

Ya en cuanto al término “cristiano” conque se identifica a los discípulos de Cristo, empezó a utilizarse en la provincia romana de Antioquía (actual  Antakya, en Turquía) (Hechos 11,26).  Este nombre fue aceptado por todos aquellos que soportaban los sufrimientos de su fe (1 Pedro 4,16); convirtiéndose así en auténticos soldados de Cristo (2 Timoteo 2,3).

 

 

El cristianismo estuvo conformado en sus mismas raíces históricas por el catolicismo, que tiene a Jesús como cabeza (Colosenses 1,18; Efesios 5,23), al fundar su congregación sobre el apóstol Pedro (roca) (Mateo 16,16-18; Lucas 22,32; Juan 21,15-17). La palabra griega “Iglesia” asamblea de fieles (1 Corintios 1,2; Hebreos 2,12) “Católica” universal (Romanos 15,10-11; 1 Corintios 12,13; Colosenses 3,11; Apocalipsis 7,9); fue utilizada por primera vez por san Ignacio de Antioquía a principios del siglo segundo de nuestra era. Ella es  “la familia de Dios, que es la iglesia del Dios viviente,  la cual sostiene y defiende la verdad” (1 Timoteo 3,15).

 

 

ORIGEN DE LAS DIFERETES CORRIENTES HERETICAS , IGLESIAS Y SECTAS PROTESTANTES

 

 

Ya en cuanto a las diferentes iglesias, sectas, movimientos heréticos y pseudos cristianos que se han ido formando a través de los tiempos, los principales son:

 

-      Durante los siglos IV y V surgieron varias corrientes heréticas que todavía subsisten como son: la Iglesia Nestoriana en Irán, Arabia e India; la Iglesia Armenia y la Jacobita en Siria e Irak; y la Iglesia Copta y Abisinia en Egipto

 

-      Iglesia Ortodoxa, considerada como la Iglesia hermana de la Católica por conservar la misma tradición apostólica, se separó de la autoridad del papa de Roma, por el cisma provocado por el patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario en el año 1054

 

-      En los siglos XII y XIII, se forma en Albí, ciudad al sur de Francia la secta herética de los Albigenses o Cátaros (puros); al igual que los Valdenses llamados los “pobres de Lyón” (Francia), quienes deben su origen a Lyonés Valdo. Hoy en día existen pequeñas comunidad de ambas sectas en Europa

 

-      Iglesia Luterana, fundada en Alemania por Martín Lutero en el año 1517

 

-      Iglesia Anabapatista, fundada en Suiza por Stork y Munzer en el año 1525

 

-      Iglesia Mennonita, fundada en Suiza por Menno Simonds en el año 1525

 

-      Iglesia Anglicana , fundada en Inglaterra por el Enrique VIII en 1534

 

-      Iglesia Calvinista, fundada en Suiza por Juan Calvino en 1536

 

-      Iglesia Puritana, fundada en Inglaterra por Thomás Cartwight en 1560

 

-      Iglesia Presbiteriana, fundada en Escocia por Juan Knox en 1560

 

-      Iglesia Congregacionista, fundada en Inglaterra por Roberto Brown en el siglo XVI

 

-      Iglesia Bautista, fundada en Inglaterra por John Smith en 1611

 

-      La Fraternidad Rosacruz, fundada en Alemania por Juan Valentín Andrea en 1614

 

-      Los Amish, fundados en Suiza por Jacobo Ammah en 1693

 

-      Iglesia de los Amigos (Cuáqueros), fundada en Inglaterra por Jorge Fox en el siglo XVII

 

-      Iglesia Metodista, fundada en Inglaterra por John Wesley en 1739

 

-      Iglesia Episcopaliana, fundada en Estados Unidos por Samuel Seabury en 1758

 

-      Iglesia Unitaria, fundada en Inglaterra por Teófilo Lindley en 1774

 

-      Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormona), fundada en Estados Unidos por José Smith en 1830

 

-      Iglesia de los Discípulos de Cristo, fundada en Estados Unidos por Tomás Campbell en 1838

 

-      El Espiritismo, fundado en Estados Unidos por las hermanas Margarita y Katie Fox en 1848

 

-      Iglesia Adventista del Séptimo Día, fundada en Estados Unidos por Guillermo Miller en 1860

 

-       Ejército de Salvación, fundado en Inglaterra por Guillermo Booth en 1865

 

-      La Sociedad Teosófica, fundada en Estados Unidos por Elena de Blavatky en 1875

 

-       La Ciencia Cristiana, fundada en Estados Unidos por María Baker en 1879

 

-      Iglesia de Los Testigos de Jehová, fundada en Estados Unidos por Carlos Tazé Russell en 1879

 

-      Iglesia Pentecostal, fundada en Estados Unidos por Carlos Parham en1900

 

-      Iglesia Asamblea de Dios, fundada en Estados Unidos por Hot Springs en 1914

 

-      La Cienciología, fundada en Estados Unidos por Lafayette R. Hubbard en 1950 

 

-      Iglesia de la Unificación, fundada en Corea por Sun Myung Moon en 1954

 

-      Iglesia Los Niños de Dios, fundada en Estados Unidos por David Berg en 1968

 

-      Iglesia Creciendo en Gracia, fundada en Estados Unidos por José Luis de Jesús Miranda en 1973

 

-      Iglesia Universal del Reino de Dios (pare de sufrir), fundada en Brasil por Edir Macedo en 1977

 

    

 

 

FUNDAMENTO BÍBLICO  E HISTÓRICO DE LA IGLESIA CATÓLICA

 

 

I. INTRODUCCIÓN

 

¡Cuántas veces  no nos hemos preguntado ante la gran avalancha de iglesias cristianas! ¿Cuál de todas ellas es la verdadera? Al respecto, decía San Cipriano en el siglo III, que “nadie puede tener a Dios por Padre, sino tiene a la Iglesia Católica por Madre”. Asimismo, el cardenal John Henry Newman agregaba que “para conocer la historia del cristianismo, es necesario dejar de ser protestante”. Por esta razón, los católicos afirmamos que nuestra religión no fue fundada por ningún hombre, como ocurre con las demás confesiones cristianas, que muchas veces como “lobos feroces” quieren acabar con  la iglesia (Hechos 20,29-30). Si no por el contrario, tiene sus orígenes en Jesucristo que es la “roca firme” (Mateo 7,24-25), y por lo tanto, nadie puede construir sobre otro cimiento (1 Corintios 3,9-11; 10,4; Efesios 2,20; 1 Pedro 2,4-6). La existencia de la Iglesia Católica y su impacto han sido muy profundos; Hablamos de una institución que ha existido más que ningún imperio en la historia de la civilización. Ha durado tres veces más que el imperio romano, y dos  veces más que la dinastía de los faraones de Egipto y de los emperadores de la China.

 

II.    CAMPO TEOLÓGICO

 

La Iglesia Católica es vista  como el “cuerpo místico” de Cristo (Efesios 1,23), sin “mancha ni pecado”(Efesios 5,27), como “la esposa del Cordero” (Apocalipsis 21,9;22,17); a la que el Señor no deja de cuidarla (Efesios 5,29). Ya  que su  intención era que hubiera “un solo rebaño y un solo pastor” (Juan 10,16), donde El es “el gran pastor de las ovejas” (Hebreos 13,20), llamado también el “pastor del pueblo de Israel” (Mateo 2,6; 15,24), el “buen pastor” (Juan 10,11), o “el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5,4); que vela  permanentemente por ellas (1 Pedro 2,25). Para cumplir esta santa labor el Hijo de Dios escogió a doce apóstoles (enviados) (Mateo 10,2-4; Marcos 3,14-15; Lucas 6,12-13;  Juan 20,21); dándoles plena autoridad Para gobernar su iglesia a la cabeza del apóstol  Pedro  (roca)  (Mateo 16,19; 18,18; 19,28; Efesios 2,20; Apocalipsis 21,14); Con Cinco grandes misiones: Predicar el Evangelio (Mateo 28,20) acompañado de la oración (Hechos 6,4), Bautizar (Mateo 28,19; Marcos 16,15-16), celebrar la eucaristía (Lucas 22,19), perdonar los pecados (Juan 20,23; Lucas 24,47), y realizar señales milagrosas  en su nombre (Mateo 10,1; Marcos 16,17-18), más sorprendentes de las que El mismo hizo (Juan 14,12); Como Pedro que curaba con su sombra (Hechos 5,15) y Pablo con su ropa (Hechos 19,11-12).

 

Asimismo, el Santo de Dios antes de regresar al cielo, les promete a sus amigos enviarles la ayuda divina del Espíritu Santo, que les hará recordar todo lo que El les había dicho (Juan 14,26; 16,13); Haciéndose visiblemente presente desde la fiesta del Pentecostés, y en otros momentos  (Hechos 2,1-4.33; 4,8.31; 7,55; 8,15.29; 9,17; 10,19.44; 13,4; 15,28; 16,6-7). O también, con la colaboración de los ángeles del cielo (Hechos 5,17-20; 8,26; 10,3-8.22; 12,7-11; 27,23-24).

 

III.   LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA

 

Los apóstoles conforme se iba extendiendo la “Buena Nueva”, nombraron a su vez Episkopos (Vigilantes o Inspectores) Presbyteros (Más Ancianos) y Diákonos (Ministros Servidores); por medio de la oración, el ayuno y la imposición de las manos (Hechos 13,3; 14,23; 1 Timoteo 4,14; 2 Timoteo 1,6) {rito sagrado que se ha mantenido hasta nuestros días en la jerarquía eclesiástica católica}. Prueba de ello es la escogencia de Matías por los once apóstoles, para que ocupara el lugar de Judas (Hechos 1,15-26); al igual que el nombramiento por parte de Pablo de nuevos obispos como Tito en Creta, Timoteo en Efeso y Bernabé  en Asia menor, para que cuidaran la “iglesia” o el “rebaño”  de Dios (Hechos 20,28; Hebreos 13,7.17), y se dedicaran a “predicar y enseñar” (1 Timoteo 5,17). Estos  nuevos obispos se les dio el legado de ordenar presbíteros (Tito 1,5), que dieran a conocer la sana doctrina (1 Corintios 4,1; 2 Timoteo 2,2; Tito 1,9), y curaran a los enfermos por medio de la oración y la imposición del óleo (Santiago 5,14; Marcos 6,13). También, por solicitud de los apóstoles, la comunidad  de Jerusalén  nombró Siete diáconos que se encargaban del cuidado material de los fieles (Hechos 6,2-6); uno de ellos, Esteban, fue el primer mártir (testigo) del cristianismo (Hechos  7,59-60). Incluso, entre los apóstoles, discípulos, profetas, pastores y maestros había diferentes dones y cualidades. (Lucas 10,1; hechos 13,1; Romanos 12,6-8; 1 Corintios 12, 4-11. 27-31; Efesios 4,11; 1 Pedro 4,10). Así se formaron los dos grupos del cristianismo, los primeros la jerarquía eclesiástica se les dio el nombre de Kleros (Grupo Elegido o Selecto), y el resto se llamó Laos (Pueblo o Laicos).

 

 

 

Fue tal el éxito que en poco tiempo “las iglesias se afirmaban en la fe, y el número de creyentes aumentaba cada día” (Hechos 16,5); “Las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el espíritu Santo” (Hechos 9, 31), (Véase también Hechos 2,47; 6,7; 11,19-21; 1 Pedro 1,1; Apocalipsis 1,11). Dirigidas en cada lugar por los apóstoles, obispos y diáconos (Hechos 15,4; Filipenses 1,1); todos ellos con los fieles en general conformaban las “iglesias de Dios” (2 Tesalonicenses 1,4), llamada también como “iglesias de Cristo” (Romanos 16,16), “iglesias de los santos” (1 Corintios 14,33), el “pueblo santo” (Hechos 9,13), “pueblo de Dios” (Apocalipsis 5,8; 8,3; 19,8); La “casa de Dios” (Hebreos 3,6), “familia de la fe” (Gálatas 6,10), o “familia de Dios” (Efesios 2,19).

 

Del mismo modo, los príncipes de los apóstoles Pedro y Pablo, en sus cartas pastorales pusieron de manifiesto como debía de ser la vida ejemplar y recta de los obispos (1 Pedro 5,1-4; 1 Timoteo 3,1-7; 4,16), presbíteros (Tito 1,6-9; 2,2), diáconos (1 Timoteo 3,8-13); y de todos los cristianos (Romanos 12,9-21; 13,1-14; 14,1-23; 15,1-6). Sobre el particular, se conoce una carta de San Ignacio de Antioquía, del año 117, en la que dice que cada comunidad de creyentes, contaba con un único episkopos, asistido por los presbyteros y diákonos. Se conservan además las listas de los obispos católicos de las principales iglesias como Roma, Jerusalén, Antioquía, Corintio, Alejandría, Éfeso; todas las cuales se remontan hasta los propios apóstoles.

 

IV. LA IGLESIA EN ROMA

 

Por haber sido Roma la ciudad donde los gloriosos apóstoles Pedro y Pablo murieron por el evangelio, fue tenida desde los albores del cristianismo como la sede principal de la Iglesia de Jesucristo. Hacia el año 95, al final del reinado de Domiciano, se conserva una carta del papa San Clemente Romano (tercer sucesor de Pedro), a la comunidad cristiana de Corintio, cuando aún vivía el apóstol Juan en Efeso. Posteriormente, San Ignacio de Antioquia en el año 106 escribió: “A la Iglesia que preside en la ciudad de la región de los romanos, digna de Dios, digna de honor, digna de bendición, digna de alabanza, digna de ser escuchada, digna de castidad y presidente de la fraternidad según la ley de Cristo”. Unos treinta cinco años después, Hermas, autor de un tratado místico titulado “El Pastor”, al terminar su obra, confió al obispo de la Ciudad Eterna, San Pío, el legado de transmitirla a todas las iglesias. Más tarde, un obispo de frigia, de nombre Abercio, al redactar su propio epitafio antes de morir, contó que había ido a Roma a visitar a su obispo, llamándolo el “Buen Pastor”. También Hegesipo, quien expuso en sus Memorias el viaje que realizó desde Oriente buscando la “verdadera doctrina transmitida por los apóstoles”. En su primer momento la encontró en Corintio, y luego en Roma. La ciudad de los dos “príncipes de los apóstoles” también fue visitada  por Policarpo de Esmirna (discípulo de San Juan), el palestino Hegesippo y el samaritano Justino, como más tarde lo hizo Tertuliano de Cartago y Orígenes de Egipto.

 

Hacia el año 180 San Ireneo, obispo de Lyón, afirmó que la Iglesia de Roma debía tenerse por “la mayor, la más antigua y la más famosa de todas las iglesias”. “Porque, efectivamente, con esta Iglesia y a causa de su elevada preeminencia, es con quien debe de estar de acuerdo toda la Iglesia, es decir, todos los fieles dispersos por el universo. Pues en ella es donde los fieles de todos los países han conservado la tradición apostólica”. En el siglo IV, San Ambrosio, obispo de Milán, en un sermón dice comentando aquellas palabras de Jesús. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”: “”Donde está Pedro, allí está mi Iglesia; donde está la Iglesia, no hay muerte, sino vida eterna”. Y otro insigne Doctor de la Iglesia, San Agustín en el siglo V, agregaba: “En la Iglesia romana estuvo siempre en vigor el primado de la cátedra apostólica”. Posteriormente, en el siglo XVI, el monje y sacerdote agustino alemán, Martín Lutero, exclamó al contemplar la ciudad de los papas: “Te saludo santa Roma, tres veces santa por la sangre de tus mártires”.

 

V. LOS HISTORIADORES PROTESTANTES

 

Es un hecho, pues, que desde los primeros tiempos, y en todo caso en el siglo II, la Iglesia entera reconocía a Roma un primado que era a un tiempo de doctrina y de control. Por eso, cuando, en 1924, el historiador protestante alemán, Adolfo Harnack, completó sus estudios que había iniciado a fines del siglo XIX, concluyó: “Ya expuse hace veintidós años, en mi Manual de Historia de los Dogmas, con ciertas reservas en calidad de historiador protestante, que Romano era igual a Católico. Pero desde entonces esa tesis se ha robustecido tanto, que algunos historiadores protestantes no se sorprenderán ya de esta otra proposición: los elementos capitales del catolicismo se remontan hasta la edad apostólica…Parece cerrarse así el anillo y triunfar la concepción que de esta historia se forjan los católicos”.

 

 

VI. EL MARTIRIO: TESTIMONIO DE LA FE

 

A medida que se iba cumpliendo las palabras del apóstol de los gentiles que señalaba a Cristo como el “salvador de la iglesia” (Efesios 5,23); el Diablo, como “león rugiente”, provocaba a la vez persecuciones a los creyentes en todo el mundo (1 Pedro 5,8-9); el mismo Divino Maestro así lo había profetizado (Juan 15,20). Los primeros cristianos soportaban  con mucha paciencia varias penalidades (2 Corintios 6,4-5), convirtiéndose en verdaderos “testigos de Jesús” (Apocalipsis 17,6), para estar con El en su gloria (Romanos 8,17). En este punto, nuestra iglesia es la que ha dado más mártires en el cristianismo; se estima que en veintiún siglos han sido 70 millones, entre los que se encuentran papas, obispos, sacerdotes, religiosos, monjas, misioneros, catequistas, neo-catecúmenos, seglares, niños y niñas.

 

Solamente en los cuatro primeros siglos del cristianismo durante las represarías del imperio romano, se estima que fueron once millones, los cuales eran ajusticiados de varias maneras:

 

-      Eran condenados “ad bestias” (a las bestias), donde se les colocaba pieles de animales para ser devorados por los leones y los mastines en el circo máximo.

-      En el anfiteatro eran obligados a representar escenas teatrales antes de ser aniquilados por las fieras.

-      Se les colocaba la llamada “túnica molesta”, que era un saco embadurnado de pez y azufre, colgándolos después en postes, donde se les prendía fuego, y alumbraran así por la noche los jardines del Emperador, donde se realizaban carreras nocturnas de carros tirados por caballos.

-      Eran crucificados vivos en masas. 

 

 Así se cumplía la célebre frase de Tertuliano: “la sangre de los mártires es semilla para nuevos cristianos” (comparar con Apocalipsis 18,24).

 

Ya en el siglo XX hubo 27 millones que murieron por la fe; como en las persecuciones religiosas en España, México, la Alemania nazi, en la época de la ex Unión  Soviética, en la China comunista, en las guerras internas de algunos países de África, América Latina y demás (Comparar con 1 Pedro 2,20-21). Ellos son “los que han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7,14), están “vestidos de blanco y llevando hojas de palma en las manos” (Apocalipsis 7,9); y por eso, San Agustín decía que  “La Iglesia Católica va peregrinando entre las persecuciones de los hombres y los consuelos de Dios”.

 

VII. IGLESIA MISIONERA

 

Esta labor evangelizadora se cumple  desde la misma orden dada por el Señor de dar a conocer su mensaje hasta los confines de la tierra (Mateo 24,14; 28,19-20; Hechos 1,8; Colosenses 1,23; Apocalipsis 14,6). Fue así como los apóstoles “todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hechos 5,42; 20,20). Posteriormente,  se ha visto testificada en la historia del cristianismo, con la conversión del gran imperio de los Césares,  con Constantino en el siglo IV y después con Teodosio en el siglo VI. Misioneros y monjes benedictinos hicieron lo mismo en Europa con las tribus Bárbaras de los godos, vikingos, francos, germanos y demás. A partir del siglo XVI el catolicismo se  extendió por  América, la India, China, Japón y el África gracias a la Predicación de valientes sacerdotes y religiosos  franciscanos,  dominicos, jesuitas, mercedarios y agustinos (Salmo 68,11).

 

VIII. EL AMOR AL PRÓJIMO

 

Otro sello distintivo era la atención que se prestaba a los huérfanos y a las viudas (Santiago 1,27); Jesús y los apóstoles tenían un fondo común para ayudar a los israelitas necesitados (Mateo 26, 6-9; Juan 13,29); en las iglesias el día domingo se recogía una colecta voluntaria para tal propósito (1 Corintios 16,1-2). Desde los tiempos de la iglesia primitiva, los obispos católicos construían hospitales para los enfermos, casas de protección para las viudas y huérfanos, y albergues para los peregrinos; así por ejemplo en tiempos del papa Cornelio (251-253), la Iglesia romana atendía a 1.500 viudas y huérfanos (Comparar con Hechos 2,44-45; 4,32; 6,1-3; 11,28-30; Gálatas 2,7-10). Hoy en día cuenta con sanatorios, dispensarios, leprosarios,  centros de salud, ancianatos, orfelinatos, guarderías, escuelas públicas, talleres de capacitación, restaurantes infantiles, bancos de alimentos para los pobres, comedores populares, centros de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos, para enfermos del SIDA y demás. Obedeciendo con esto  el mandato del apóstol Santiago: “la fe sin obras, esta muerta” (2,14-18).

 

 

 

IX. CONCLUSIÓN

 

Hay que reconocer que la Iglesia de Cristo en su parte humana, se ha cumplido la parábola de “la cizaña en el trigo” (Mateo 13,24-30), a través de los tiempos. De hecho, el Papa Juan Pablo II declaró honradamente que en el catolicismo ha habido “luces y sobras”. No obstante, el poder del infierno no podrá vencerla (Mateo 16,18), porque “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24,35), “la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1,25). El Mesías siempre estará con los suyos (Mateo 28,20; 1 Corintios 5,4); según la sentencia del maestro de la ley, Gamaliel (Hechos 5,38-39); Ya que existe una íntima unión entre Dios, la iglesia y Cristo Jesús, “por todos los siglos y para siempre” (Efesios 3,21).

 

         

  

 

EL APOSTOL PEDRO

 

 

Simón (nombre derivado del hebreo Smael “Dios escuchó”) Bar-Jona, hijo de Jonás, era un rudo y sencillo pescador del lago de Genesaret, que vivía con su mujer y su suegra en la aldea de Betsaida en la región de Galilea. Pedro junto con su hermano Andrés seguidor de Juan el Bautista, y sus amigos y compañeros de trabajo Santiago el mayor y Juan el discípulo amado, se encontraron entre los primeros apóstoles de Cristo Jesús, quien le cambió su nombre por Pedro, Kefa en arameo, Cefas en griego, o Petrus en latín; que quiere decir “piedra” o “roca” (Juan 1,40-42). Invitándolo a hacer desde entonces “pescador de hombres” (Lucas 5,10).

 

Pedro es el primero en ser llamado al servicio de Dios (Mateo 4,18 ss), siempre encabeza la lista de los doce amigos del Señor (Mateo 10,2; Marcos 3,16; Lucas 6,14; Hechos 1,13); él mismo se nombra como “siervo y apóstol de Jesucristo” (2 Pedro 1,1), ”testigo de los sufrimientos de Cristo”(1 Pedro 5,1); su casa es la residencia del Maestro en Cafarnaúm (Marcos 1,21.29-35);  aparece a veces como el portavoz de los apóstoles (Mateo 15,15; 16,22; 18,21-22; 19,27), A él lo interrogan los que cobraban impuestos para el templo (Mateo 17,24-27); además Pedro, al lado de Santiago y Juan, fueron los tres discípulos más cercanos al Salvador, y estuvieron presentes en la resurrección de la hija de Jairo (Marcos  5,37), en la transfiguración en el monte Tabor (9,2); Ellos tres con Andrés lo interrogan en el monte de los Olivos, sobre las señales antes del fin (13,3-4). Son también Pedro y Juan los encargados de preparar la “Ultima Cena” (Lucas 22,7-8), y nuevamente los tres  son llamados por el Mesías a permanecer vigilantes, mientras él hace oración en el Getsemaní (Mateo 26,37-38.40). “Por eso, Santiago, Pedro y Juan...eran tenidos como columnas de la iglesia” (Gálatas 2,9).

   

El amor y la confianza de Pedro a su Divino Maestro, se vio probado cuando empieza a caminar sobre las agua para salir a su encuentro (Mateo 14,25-31); Ante el abandono de los judíos que no creían que Cristo era el verdadero “pan bajado del cielo”, es Pedro quien reconoce que solo él tiene “palabras de vida eterna” (Juan 6,68); En un acto de valor momentáneo tiene el coraje de decir que iría por Su Señor a la cárcel y hasta la muerte  (Lucas 22,33); el arrojo al cortarle la oreja a Malco, cuando lo van a apresar en la noche del Jueves Santo (Juan 18,10). Igualmente, después de la resurrección se encontraba pescando en el lago de Tiberias, en compañía de otros apóstoles, y aparece Jesús en la orilla, entonces “Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se tiró al agua” (Juan 21,7). Su seguimiento al Mesías incluía el desprendimiento de las cosas materiales, como él mismo declaró al paralítico que pedía limosna en la puerta Hermosa: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3,6).

 

El pasaje bíblico más contundente que demuestra la importancia de este apóstol, lo encontramos en Mateo 16,13-19; cuando el Unigénito de Dios en la región de Cesarea de Filipo, les pregunta a sus discípulos: “-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” (13); ante la confusión de los demás, Pedro contesta acertadamente “- Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente” (16; Comparar con Marcos 8,27-29; Lucas 9,18-20). Sobre este particular, en 1952, el teólogo y exegeta alemán protestante Oscar Cullmann, reconoció en su libro “El Primado de Pedro”, que este texto de mateo es auténtico, y que de hecho designa a la persona de Pedro como el fundamento de la Iglesia de Cristo.

 

Del mismo modo, no era la primera vez que uno de los doce reconocía la naturaleza  y misión divina de Jesucristo; pues al principio de su ministerio, Natanael (o Bartolomé) también le dijo: “- Maestro  ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!” (Juan 1,49). Igual respuesta encontramos en otra ocasión de los demás discípulos: “! En verdad tú eres el Hijo de Dios!” (Mateo 14,33). Pero solamente a Simón Pedro, Cristo Jesús le dice que su declaración no viene de los hombres sino de Dios Padre que está en el cielo (Mateo 16,17). Seguidamente Jesús agrega: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera  el poder de la muerte podrá vencerla” (18). En este punto hay que aclarar que la Iglesia Católica no es la Iglesia de Pedro, sino de Cristo representado en el apóstol, ya que el Santo de Dios es el “pastor principal” (1 Pedro 5,4). Por último, el Mesías le da plena autoridad, bajo el símbolo de las “llaves del reino de los cielos” (Mateo 16,19; Apocalipsis 3,7), de “atar y desatar en la tierra y en el cielo”. Es decir, que Dios da por bueno y aprobado lo que Pedro haga con su iglesia en el mundo.

 

Asimismo, hay otros dos momentos en que el Verbo de Dios vuelve a mencionar la autoridad de Pedro:

 

“Dijo también el Señor: - Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para sacudirlos como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes” (Lucas 22,31-32).

 

Pedro quien es el único del grupo que niega “tres veces” a su Maestro, en el patio de la casa del sumo sacerdote (Lucas 22,34. 54-62); Sigue siendo su elegido, y a pesar de que el Señor conocía de antemano su debilidad humana (Lucas 5,8), al confirmarle por “tres veces” que él será el “pastor de sus corderos y de sus ovejas” (Juan 21,15-17).

 

Por otra parte, los apóstoles y discípulos reconocen la primacía de Pedro, así por ejemplo a él se debe transmitir el primer anuncio de la resurrección del Salvador (Marcos 16,7; Juan 20,1-2); Juan lo deja entrar de primero al sepulcro vació (Juan 20,3-7); igualmente, Pablo manifiesta que Cristo se apareció a Pedro, y luego a los doce (1 Corintios 15,5; véase también Lucas 24,34). El mismo apóstol de los gentiles viaja a Jerusalén para conocerlo (Gálatas 1,18). Fue Pedro quien toma la palabra ante los ciento veinte creyentes, en la escogencia  de Matías en reemplazo de Judas (Hechos 1,15); en el día de Pentecostés con la llegada del Espíritu Santo, es el primero que empieza a proclamar a Cristo resucitado (2,14.32), “Así pues, los que hicieron caso de su mensaje fueron bautizados; Y aquel día se agregaron a los creyentes unas tres mil personas” (41). Es también el primero en hacer un milagro público al curar al cojo de nacimiento en el templo de la Ciudad Santa (3,6), después se dedica a predicar el evangelio en el pórtico de Salomón (3,12 ss), y ante el consejo del Sanedrín, anuncia a las principales autoridades religiosas del pueblo judío, la salvación traída con Jesucristo (4,8 ss). Pedro y los demás apóstoles, responden a la prohibición de enseñar en el nombre de Jesús, “- Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres” (5,29). Pedro pone al descubierto la mentira del Trágico caso de Ananías y Safira (5,1-10); y reprende a Simón, el Mago, que había ofrecido dinero a los apóstoles para obtener el Espíritu Santo con la imposición de las manos (8,18-23). La predicación de Pedro en la casa del capitán romano Cornelio, trae como resultado el bautismo y la aceptación del mensaje de Dios de una familia no judía (10,44-48). Este hecho generó en algunos creyentes de Jerusalén un gran malestar (11,1-2); pero ante la explicación  de Pedro de sus actos, “todos se callaron y alabaron a Dios” (18). Además cuando el rey Herodes lo manda a prisión, se eleva en toda la iglesia una oración por él (12,5), lo que provoca la intervención milagrosa de un ángel del Señor que lo saca de la cárcel (6-10).

 

En el incidente ocurrido en la iglesia de Antioquía sobre la cuestión de imponer la circuncisión a los cristianos procedentes del paganismo, Pablo le llama la atención a Pedro por tomar partido en este punto (Gálatas 2,11-14). Sin embargo, Pablo lo que le reprocha es su forma de Actuar, pero no pone en tela de juicio su misión de jefe del colegio apostólico y de la iglesia de Cristo. De hecho, es el mismo Pedro quien pone fin a la discusión  (Hechos 15, 6-11); lo que contó además con las  palabras  de  Santiago  a favor  suyo (13-14).  Por todo  esto,  Pedro aparece como el primer apóstol de los paganos (7), y también de los judíos (Gálatas 2,7-8).

 

En la iglesia primitiva las referencias al primado petrino se dieron a partir del siglo II. Tertuliano y Cipriano afirmaron que la Iglesia de Cristo fue edificada sobre el apóstol de Galilea. Clemente de Alejandría llamó a Pedro “el elegido, el escogido y el primero entre los discípulos “. Cirilo de Jerusalén lo proclamó “el sumo apóstol”. El papa León Magno lo consideraba como “el único a quien se escogió entre todo el  mundo para ser cabeza de todos los pueblos llamados, de todos los apóstoles y de todos los padres de la Iglesia”. Venancio Fortunato le dio el título de “príncipe de las llaves”.

 

 

      

 

 

 

 

PEDRO Y PABLO EN ROMA

 

 

I.      MISION APOSTOLICA

 

Decía el historiador protestante Robert Maclauner que “los inicios del  cristianismo apuntan hacia Roma”. Igualmente, Adolf Von Harnack, profesor de teología protestante en la universidad de Berlín (Alemania), admitía la permanencia del apóstol Pedro en Roma.

 

Según la tradición antigua el apóstol Pedro fue siete años obispo de Antioquía, luego al ser liberado de la cárcel en Jerusalén en el año 42, se dirigió a la capital del imperio romano, y se puso al frente de aquella comunidad cristiana que había sido escogida por Dios (1 Pedro 5,13). Eusebio y San Jerónimo sugieren que fueron veinticinco años; sin embargo, no fueron continuos, pues Pedro estuvo de nuevo en la Ciudad Santa en el año 49 o 50. Quiere decir que Roma era su sede principal, pero los apóstoles eran considerados como pertenecientes a toda la Iglesia Católica. De hecho, en la Historia Eclesiástica del ya mencionado Eusebio de Cesarea, compuesta en el siglo IV, se lee que antes de llegar a la capital del imperio “Pedro predicó por el Ponto, Galacia, Bitinia, Capadocia y Asia a los judíos que estaban dispersos”. Asimismo, Antioquia, Roma y Alejandría, se les daba el título de “Iglesias de Pedro”, porque basaban su autoridad en el hecho de haber recibido la predicación del mismo discípulo de Cristo.

 

Crónicas recogidas por el mismo historiador católico, aseguran que el apóstol llegó a la ciudad de los césares durante los primeros años del reinado de Claudio, el feroz y sanguinario sucesor de Calígula. La ciudad tenía por aquel tiempo casi un millón de habitantes, entre los que encontraban personas de todos los países entonces conocidos. Algunos escritores sostienen que el “príncipe de los apóstoles” se alojó en la casa romana de Aquila y Prisca (o Priscila) una pareja cristiana cuyo domicilio quedaba en el monte Aventino. En el libro de los Hechos de los Apóstoles (18,2), relata que este santo matrimonio fueron desterrados de Roma por Claudio, cuando éste ordenó hacia el año 49, la expulsión de los judíos, al parecer Pedro fue otra de las victimas de la medida imperial.  

 

 

 

II.    MARTIRIO DE PEDRO EN ROMA

 

Cuenta una leyenda piadosa que hacia el año 60 el pescador de Galiliea se encontraba de camino a la misma ciudad, y se le apareció Jesús que le dijo que iba para ser crucificado otra vez. El mismo Señor había anunciado que Pedro moriría por su fe, glorificando con su muerte a Dios (Juan 21,19). Cuando el primer Vicario de Cristo llegó a Roma, los cristianos la identificaban como la otra “Babilonia la grande”, la ciudad construida sobre siete colinas (Apocalipsis 17,9); era la capital de los nuevos opresores idólatras, metrópoli grande, lujosa y pecadora (14,8; 17,5; 18,1 ss), con un gran poder político, militar y económico; la cual era comparada por el filósofo romano Séneca como “una reunión de alimañas”, Mientras que el historiador romano Tácito agrega que en “Roma se juntan todos los delitos e impurezas del universo” (Comparar con Romanos 1,29-31). No menos corrompido era su emperador Nerón César (54-68), nombrado por San Juan en el libro de las revelaciones como la Bestia, el 666, que es un número de hombre (13,18). Ahora bien, en el año 64 el maniático monarca mandó a incendiar la ciudad, metiéndole la culpa a los cristianos, que eran considerados como una secta judía, hostiles a la sociedad pagana, y acusados de rendirle tributo a Jesucristo en vez que al emperador y a sus ídolos. En esta misma persecución hacia el año 67 cuando el apóstol de los judíos contaba uno 75 años de edad, fue hecho prisionero en la cárcel mamertina, y luego crucificado boca abajo cerca al circo romano, en la colina vaticana. Aquí fue enterrado por sus seguidores en un cementerio contiguo; se decía que una pared de color rojo marcaba el lugar.

 

 

III.   PRUEBAS HISTORICAS

 

Treinta años después del martirio del apóstol,  el Papa San Anacleto construyó  un oratorio donde los fieles se reunían.  También  se encuentra el testimonio del Papa San Clemente Romano [tercer sucesor de San Pedro. Es probable que el apóstol Pablo identifique en su carta a los filipenses (4,3), a su colaborador Clemente, con este Papa], quien escribió una carta contemporánea del evangelio de San Juan (90 d.C.), en la que narra la muerte gloriosa del pescador de Galilea. En el siglo II, San Ignacio de Antioquía, San Papías, San Clemente de Alejandría, el obispo Dionisio de Corintio y el llamado canon moratoriano; confirman el martirio de los príncipes de la iglesia “Pedro y Pablo” en Roma. Asimismo, durante el pontificado de Ceferino (198- 217), el presbítero romano Gayo hacia el año 200, polemiza con los montanistas, y dice: “Pero yo puedo mostrar los `trofeos´ de los apóstoles (Pedro y Pablo), pues si quieres acercarte al Vaticano o a la Vía de Ostia, encontrarás allí los  `trofeos´ de aquellos que han fundado esta comunidad”. Tertuliano, el escritor eclesiástico de Cartago del siglo III, agrega: “Primeramente por Nerón se manchó de sangre la fe naciente…Pedro se hace semejante a su maestro en el género de muerte (Crucifixión); en la que Pablo conquista la corona de Juan (Bautista) por medio de la espada”. De los relatos no cristianos resalta la crónica de Celso al emperador Adriano (117-138), quien asegura que el nombre de Pedro gozaba de popularidad en la capital del imperio.

 

A principios del siglo III San Ireneo, obispo de Lyon, escribe la lista de los obispos de la Ciudad Eterna, en la que dice que “Después de los santos apóstoles (Pedro y Pablo) hubieran fundado la iglesia, pasó a ocupar el episcopado romano Lino (mencionado por San Pablo en 2 Timoteo 4,21. La tradición afirma que Lino fue designado personalmente por Pedro como obispo de los fieles romanos), y después le sucedió Anacleto y tras éste Clemente (Romano), quien conoció en persona a Pedro”. En el año 251, San Cipriano llama a la iglesia romana como “la silla de Pedro y la iglesia principal”. Eusebio de Cesarea, basándose en documentos del siglo II, confirma que “Habiendo Lino gobernado la Iglesia romana por espacio de doce años, la entregó a Anacleto para que éste la dirigiera”.  

 

 

IV. HISTORIADORES Y TEÓLOGOS PROTESTANTES

 

Contrario a lo que muchos piensan (como se describió al principio) gran cantidad de historiadores, teólogos y pastores protestantes; no han negado la permanencia y martirio de Pedro y Pablo en la capital imperial, así por ejemplo:

 

-      “Para el arqueólogo, la presencia y el martirio de los Santos Pedro y Pablo en Roma, son hechos tan ciertos por la sola evidencia de los monumentos, que no admite ni siquiera sobra de duda” (Lanciani).

-      “No hay un solo testimonio indudable que demuestre con todo rigor que Pedro estuviera alguna vez en Roma, aunque resulta difícil no admitirlo” (Gustavo Kruger).

-      “Verdad es que en la secular polémica de si Pedro fue a Roma y si sufrió allí el martirio, la balanza de la verosimilitud –pues no hay que hablar de certeza- parece inclinarse por la afirmativa” (Erich Caspar).

-      “Tengo la firme impresión de que hay que contar con la posibilidad de que Pedro haya ido a Roma” (Goguel).

-      “Nos enteramos luego de que Pedro, lo mismo que Pablo, emprendió viajes misioneros por diversos países, y es incluso posible que en uno de estos viajes hallara la muerte en Roma” (Julicher).

 

 

V. EL CAMPO DE LA ARQUEOLOGIA

 

En cuanto a las pruebas arqueológicas del sepulcro de Pedro, se tienen  noticias antes que se construyera la basílica que lleva su nombre, por el emperador Constantino en el año 324, exactamente encima del cementerio y de la pequeña capilla que indicaba la ubicación de la tumba del santo apóstol, en donde los primeros cristianos celebraban la eucaristía y enterraban en las paredes y en el suelo de las galerías a los mártires, incluyendo varios Papas (siglos I-IV). Durante el saqueo de Roma por las tropas del Islam en el año 846, la tumba del apóstol mártir fue violada, los musulmanes penetraron en la sepultura y robaron cuantos tesoros encontraron. 

 

A principios del siglo XIX, las catacumbas del Vaticano fueron identificadas en su totalidad, y a finales del mismo siglo se descubrió la cripta de los Papas con los epitafios del siglo III, de Ponciano, Fabiano, Cornelio y otros. En el Vaticano se encuentran  además los restos de muchos Papas de los tiempos modernos, como los cuerpos incorruptos de San Pío X y del Beato Juan XXIII, que están expuestos a la veneración pública. Asimismo, en las excavaciones efectuadas en 1915 en la gruta de la basílica de San Sebastián, se halló un muro cubierto con invocaciones a los apóstoles Pedro y Pablo, donde sus reliquias fueron llevadas por un tiempo, debido a las persecuciones del emperador Valeriano (253-60).

 

Desde el año 1941 se realizaron nuevas investigaciones en las catacumbas del Vaticano por orden del Papa Pío XII, el grupo estaba conformado por cuatro expertos del instituto pontificio de arqueología cristiana. Encontraron pinturas, mosaicos con símbolos de los inicios de la iglesia como el pez, la paloma, el ancla y el cordero; figuras de Cristo y escenas bíblicas, imágenes religiosas, monedas, tumbas de cristianos y paganos. En el año 1958 bajo el pontificado de Juan XXIII se dio la noticia que los arqueólogos habían dejado al descubierto un grueso muro de color rojo, al lado hallaron varias cajas de plomo llenas de restos de diferentes personas y animales domésticos. En una de las cajas se verificó por pruebas de laboratorio los huesos de un hombre robusto entre los 60 y 70 años de edad, del siglo Primero de nuestra era; los mismos fueron identificados plenamente por Pablo VI en 1968, como las “reliquias de San Pedro”, que ya habían sido mencionadas en el año 200, por el ya citado clérigo romano Cayo, como el “trofeo” del Vaticano, y consiste en una inscripción en latín que rezaba “Petrus Eni” (Pedro está aquí). Los huesos del apóstol fueron depositados en una capilla debajo del altar mayor de la basílica de San Pedro, y permanecen en una urna circundada por columnas de mármol.

 

En otra basílica romana “San Pedro in Vincoli”, se conservan según se cree las Cadenas con que ataron al santo apóstol en Jerusalén, y que fueron encontradas en una peregrinación por Eudoxia (siglo V), esposa del emperador Teodosio II. Una parte de dichas Cadenas quedaron en Constantinopla, y algunos eslabones fueron enviados a Roma. Posteriormente, el Papa San León el Grande (+461), unió milagrosamente estos eslabones con otros que se conservaban de la preciada cadena.

 
VI. MARTIRIO DE PABLO

 

De la permanencia del apóstol de lo gentiles en la Ciudad Eterna, aparece constatada al final del libro de los hechos de los apóstoles, en la epístola a los romanos, y en la segunda carta a Timoteo; cuando estaba preso en la misma cárcel mamertina, aquí en una de sus celdas se puede observar la columna en la que se dice que fueron atados los dos santos. San Pablo por ser ciudadano romano fue decapitado en la periferia de la ciudad en la llamada Via Ostiense, y al parecer en el mismo año del martirio de Pedro. La tradición cristiana asegura que la cabeza del  mártir dio tres vueltas sobre la tierra, y en cada punto brotó una fuente; es por eso que este lugar es conocido como “tre fontane”. La tumba de este otro príncipe de los apóstoles está en la basílica de San Pablo Extramuros, edificada también por Constantino el Grande. La iglesia se mantuvo en su forma original hasta 1823, fecha del incendio que la destruyó, siendo consagrada nuevamente  en  1854.  En  las  paredes  de  su  interior  se  exhiben   los  Retratos de los 263 Papas sucesores de  San  Pedro. En el año 2006, se dio a conocer la noticia del descubrimiento del sarcófago del apóstol de las gentes, donde se puede leer la inscripción en latín: Paulo Apostolo Mart (Pablo, apóstol y mártir).   

 

En la basílica  de San  Juan  de Letrán, construida por el mismo emperador, es la catedral oficial del romano pontífice, y recibe el título de “iglesia madre de la cristiandad”. Durante el ya mencionado robo por los sarracenos en el año 846, la cabeza del apóstol Pedro junto con la de San Pablo fueron trasladas a este lugar, cuando se tuvo noticia del inminente arribo de la flota islámica. Aquí reposa las cabezas de los santos apóstoles, en dos relicarios de oro en una urna debajo del altar mayor. Hay otra reliquia de San Pedro, la mesa donde se cree celebraba la misa en las catacumbas. Esta basílica a lo largo de su historia ha estado expuesta a terremotos, saqueos e incendios; y por eso ha sido restaurada en varias ocasiones.

 

 

VII. LA FIESTA LITURGICA

 

La Iglesia Católica celebra el martirio de San Pedro y San Pablo el 29 de junio del año 67, esta  es una de las conmemoraciones religiosas más antiguas y solemnes del calendario litúrgico. En el siglo IV se acostumbraba oficiar  tres misas el mismo día; una en la basílica de San Pedro, la segunda en San Pablo Extramuros, y la tercera en las catacumbas de San Sebastián.   

 

Un viejo himno litúrgico del siglo VI, llama a Pedro como “el portero del cielo”. La religiosidad popular católica ha visto al santo como el personaje de la corte celestial que tiene a su cargo abrir y cerrar el portón de las moradas eternas.

 

    

 

 

EL PRIMADO DE PEDRO Y  LOS SANTOS PADRES DE LA IGLESIA

 

 

INTRODUCCIÓN: El catolicismo cuenta a su favor el testimonio valiosísimo de los primeros escritores del cristianismo que relatan la autoridad del apóstol Pedro sobre la Iglesia fundada por Cristo Jesús. A continuación haremos una lista de los escritos más significativos:

 

“Cuando se confería a Pedro el supremo poder de apacentar el rebaño, y sobre él, como sobre piedra, se fundaba la Iglesia, no se le exigió la confesión de ninguna otra virtud más que de la caridad”.

Orígenes (siglo III).

 

“Si todavía crees que está cerrado el cielo, recuerda que el Señor ha dejado aquí sus llaves a Pedro, y por su medio a la Iglesia”.

Tertuliano (siglo III).

 

“Uno es el bautismo, uno es el Espíritu Santo y una es la Iglesia de Cristo Señor fundada sobre Pedro por origen y razón de unidad”.

San Cipriano (siglo III).

 

“La iglesia de Roma ejerce su autoridad sobre las demás, no porque lo digan los concilios, sino por la palabra de Nuestro Señor y Salvador en el Evangelio, pues a ella le concedió la primacía cuando dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”

Papa San Dámaso (siglo IV).

 

“No puedes negarlo (refutándole a un hereje); tú sabes que en la ciudad de Roma fue colocada al principio la cátedra episcopal en la que se sentó el que era cabeza de todos los apóstoles, Pedro, por lo cual fue llamado también Cefas, a fin de que por esta sola cátedra fuese por todos custodiada la unidad, y a fin de que cada uno de los apóstoles no se disputasen el primado por sus cátedras”.

San Optato de Mileve (Siglo IV).

 

“Si bien sobre los apóstoles igualmente se consolida la fortaleza de la Iglesia, sin embargo, entre los doce se elige uno (Pedro), a fin de que, determinada la cabeza, se quite toda ocasión de cisma”.

San Jerónimo (siglo IV).

 

“Allí donde está Pedro está  la Iglesia Católica”.

San Ambrosio (Siglo IV).

 

“Creed que Pedro es el primero, y es el príncipe del apostolado”

San Hilario (siglo IV).

 

“Pedro es el sumo de los apóstoles y príncipe de ellos, y llavero del reino celestial”.

San Cirilo de Jerusalén (siglo IV).

 

“Esto lo atestigua el príncipe de los apóstoles (Pedro), a quien el Señor constituyó el primero de los apóstoles,… a quien fue confiado el redil”.

San Epifanio (siglo V).

 

“Entre todos fue elegido sólo Pedro, el cual fue antepuesto a la vocación de todos los gentiles, a todos los apóstoles y a todos los padres de la Iglesia; a fin de que, aunque hay en el pueblo de Dios muchos sacerdotes y muchos pastores, sin embargo Pedro rija a todos aquellos a quienes como cabeza principal rige Cristo”.

Papa San León Magno (siglo V).

 

“Esta es la piedra (Pedro) a la que no vencen las soberbias potestades del infierno”.

San Agustín (siglo V).

 

“Cristo confirió a Pedro…y fue constituido por Cristo maestro de todo el orbe”. 

San Juan Crisóstomo (siglo V).

 

“Primeramente (Jesús) le confió (a Pedro) los corderos, después las ovejas; porque lo constituyó no solamente pastor, sino pastor de los pastores”.

San Euquerio de Lyón (siglo V).

 

 

 

“Para todos aquellos que conocen el Evangelio, es cosa manifiesta que al bienaventurado príncipe de los apóstoles, Pedro, fue por voz del Señor confiado el cuidado de toda la Iglesia”.

Papa San Gregorio el grande (siglo VII).

 

  

  
 
 
LA EUCARISTIA: PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO

 

 

“La Eucaristía hace a la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía”

Henry De Lubac

Teólogo católico del siglo XX.

 

I. INTRODUCCIÓN

 

Para la mayoría de las iglesias protestantes, la “Eucaristía” (acción de gracias), es solamente un simbolismo de las palabras de Jesús en la “Ultima Cena”, celebrado con los apóstoles en la víspera de la fiesta de la Pascua (Pésaj), el jueves santo del año 33 de nuestro era, el día anterior en el que sería sacrificado por los pecados de toda la humanidad (1 Juan 2,2).

 

II. CONTEXTO BÍBLICO

 

La Iglesias Católica y la Ortodoxa, fieles a la tradición del mensaje divino, han enseñado que la “Eucaristía” es verdaderamente la presencia del Cristo en la “Hostia”, que será entregado por todos nosotros, y en el “Vino” que será derramado por todos nosotros, como un “nuevo pacto” con su muerte redentora en la cruz (Mateo 26,26-28; Marcos 14, 22-24; Lucas 22,19-20). Por esta razón, el Hijo de Dios mandó a conmemorar a sus discípulos este acontecimiento, en recuerdo suyo (1 Corintios 11,25),  hasta que El vuelva (1 Corintios 11,26; Apocalipsis 22,20). Igualmente, las Sagradas Escrituras nos dice que los primeros creyentes “se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2,46); principalmente el domingo, llamado el “día del Señor (Dies Domini) “o “primer día” de La semana (Hechos 20,7). Por ser el día en que el Mesías resucitó y venció a la muerte (Juan 20,1).

 

III. LA EUCARISTÍA EN LA IGLESIA PRIMITIVA

 

En la historio de la Iglesia Naciente hay constancias escritas, como el testimonio de San Justino Mártir, quien hacia el año 155, le explicaba al emperador romano Antonio Pío, sobre el memorial que hacían los católicos: “Los fieles que asistían  al santo Sacrificio comulgaban bajo ambas especies. Los hombres recibían la santa hostia en su mano y las mujeres en un lienzo blanco;  unos y otros bebían del cáliz que les presentaba el sacerdote o el diácono. Al distribuir el pan, el sacerdote o el diácono, decía: Corpus Christi, y al presentar el cáliz: Sanguis Christi, y el que comulgaba respondía: Amén. Lo que sobraba del vino consagrado se repartía entre los niños presentes, y el pan consagrado restante  era llevado a los enfermos y a los cristianos presos en los cárceles” (Comparar con Hechos 2,42). Asimismo, San Ireneo, obispo de Lyon, en su obra contra las herejías (año 180), escribe: “El vino y el pan al recibir las palabras consagratorias se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo”. Otro hecho significativo de los inicios del cristianismo, se dio en algunos lugares donde sepultaban los cadáveres de los fieles con un pedazo de pan consagrado en la boca. 

 

IV. LA EUCARISTÍA Y LA LITURGIA

 

Los primeros creyentes conmemoraban la Eucaristía  (La Santa Cena o la Cena del Señor), tres o cuatro veces al año. Hacia el año 200 se comenzó a celebrar durante la semana, y no sólo el domingo, más tarde se extendió a todos los días. En el siglo IX varios concilios decretaron obligatorio la comunión tres veces al año: Pascua de Resurrección, Pentecostés y la Natividad del Señor. La elevación de la Hostia y del Cáliz data del siglo XII. En el concilio de Letrán (1215), se dispuso que los laicos debieran comulgar mínimo una vez al año. Hacia los siglos XIII y XIV los fieles recibían únicamente la hostia cuando comulgaban. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia permite, en algunas ocasiones, bajo las dos especies.

 

V. MILAGROS EUCARÍSTICOS

 

Hay que resaltar el famosos milagro Eucarístico que se  conserva en   Lanciano  (Italia), cuando en el siglo VIII, durante la misa un monje basiliano dudó de la presencia de Cristo en el momento de la consagración, y para asombro suyo la “Hostia” se convirtió en carne de corazón  humano  y  el   “Vino”  en  sangre  de  tipo  AB  [la misma de la Sábana santa en que envolvieron el cuerpo del Hijo del hombre al ser bajado de la cruz, y que se conserva en Turín (Italia)]. Este milagro ha sido plenamente confirmado por los resultados de los análisis de la ciencia moderna. Cumpliéndose así las palabras del Mesías a los judíos incrédulos en la sinagoga de Capernaun: “El pan que yo daré es mi propio cuerpo”  (Juan  6, 51). De hecho, también los discípulos de Emaús, sólo reconocieron que estaban ante la presencia del Señor, cuando “tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús” (Lucas 24, 30-31).

La celebración litúrgica del Santísimo Cuerpo y sangre de Cristo se remonta al resurgimiento de las devociones eucarísticas, a partir del año 1110 en Francia y sobre todo en Lieja (Bélgica), por medio de su obispo, monseñor R. de Torote un siglo después. Pero fue sino hasta que el Papa Urbano IV, en conexión con el milagro eucarístico de Orvieto (Italia), donde se conserva otra hostia convertida en carne, así como los corporales manchados de la sangre que brotó de la misma santa forma; y además con las revelaciones particulares de una monja cisterciense, la Beata Juliana de Moncornillón; instituyó esta fiesta para toda la Iglesia en honor del “Corpus Domini” o “Corpus Christi”, por medio de la Bula Transiturus, publicada en Orvieto el 11 de agosto de 1264, y fijada para el jueves después de la octava de Pentecotés. El oficio y la misa de ese día son obra, por encargo del mismo romano pontífice, a Santo Tomás de Aquino (1263). Pero no fue sino con el papa Clemente V (1314), cuando este acontecimiento religioso se difundió con más rapidez en todo el orbe católico.

 

VI. LA EUCARISTÍA COMO DOGMA DE FE

 

Martín Lutero, Padre de la Reforma Protestante, llegó a decir: “Para negar que Jesús está en la Eucaristía, tiene uno que ser o un ignorante o un loco, porque la Biblia lo dice muy claro”. Poco después, el Concilio de Trento (1561-1563), define esta verdad de fe, con estas palabras: “En el Santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su alma y divinidad. En realidad, Cristo íntegramente”. Por esta razón, cuando volvamos a comulgar, tengamos siempre presente las palabras del Redentor: “Quien come mi  carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6,54).

 

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