
CONOCES QUE ES LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACION. ¿UNA DE LAS MAS
IMPORTANTES DE NUESTRA IGLESIA Y DESCONOCIDA POR MUCHOS TANTO
CATOLICOS COMO PROTESTANTES?
¿QUE ES LA JUSTIFICACION? LA GRACIA COMO PRINCIPIO Y MOTOR DE LA
JUSTIFICACION
La doctrina de la justificación (del griego dikaiosis δικαιοσις) es el punto central
de la teología paulina y del cristianismo
Las diferentes interpretaciones, según el papel que se les dé a la fe y a las obras, a
la voluntad del hombre y a la de Dios, al libre albedrío y a la predestinación, son
algunas de las principales causas doctrinales de la separación entre protestantes y
católicos y entre los mismos protestantes
Que es la Justificación:
Técnicamente Justificar (es un término jurídico) significa declarar justo y absolver
y proporcionar sentencia favorable en un juicio. En término teológico, es el acto
de Dios de quitar la culpa y la pena del pecado, al mismo tiempo que hace justo a
un pecador por medio del sacrificio expiatorio de Cristo Justo:
Según el Diccionario Protestante «Biblia Todo». La palabra justicia tiene en la
Biblia dos principales significados, según los casos:
1). Atributo divino por el que sanciona la conducta moral del hombre ‘o de la
comunidad’, dando a cada uno según sus obras
2) Justicia del hombre viene a ser sinónimo de salvación, de gracia, de amistad
con Dios, de participación de la vida divina.
Justo es el hombre que actúa y vive de acuerdo a Dios, Justus, «justo», “recto”
«La justificación es el acto divino por el cual el pecado queda totalmente
destruido y borrado por la sangre de Cristo, pero exige una parte del hombre que
es la respuesta de las buenas acciones y no sólo de las buenas intenciones.»
Inspirándose S. Pablo (Col. 1. 13) definió la justificación como «traslado del estado
en que el hombre nació, como hijo del primer Adán, al estado de gracia y de
adopción entre los hijos de Dios por medio del segundo Adán Jesucristo,
Salvador» (Denz. 796).
Por eso la justificación, en el sentido católico, se entiende como verdadera
destrucción, remisión, perdón del pecado.
El hombre recibe la gracia, la amistad divina, la LIMPIEZA REAL, NO APARENTE.
Deja de ser pecador por el recibimiento de la gracia y se convierte en santo, justo,
amigo de Dios. El hombre experimenta una renovación y santificación
sobrenatural: no es solamente perdonado, sino que es transformado, por el amor
divino. Esa es la esencia de la santidad.
San Pablo, el gran y primer teólogo de nuestra Fe y quien puso y explico entre
nosotros la realidad de la Salvación con todos sus efectos (el Señor la realizo, el
Espíritu Santo la explico). El gran Pablo nos transmite esta Revelación, el afirma
que «Dios salva gratuitamente en virtud de su bondad y de la redención de Cristo
(Rom. 3.24). PERO más tarde dice: «No damos tanto valor a la fe para anular las
obras de la ley, sino al contrario» (Rom. 3.31). Y también añade: «Hemos
alcanzado la salvación por la fe» (Rom 5. 1). Y en otro lugar se añade: «Que
vuestro amor no sea una farsa, sino detestad las cosas malas y abrazaos a las
buenas.» (Rom. 12.9)
Sólo pueden ser entendidos estos textos a la luz de toda la Escritura, que abunda
en la idea de una verdadera destrucción del pecado: Prov. 10. 12; 1 Petr. 4. 8; Ef.
- 23; 1 Cor. 1. 30.
Una vez el hombre justificado, no solo le es imputada la justicia de Cristo, sino
que es realmente “hecho justo», (regenerado realmente en su interior), es nueva
criatura. En este sentido el Espíritu Santo comienza la obra de renovación que no
es meramente un legalismo donde al hombre se le declara justo, pero sigue
siendo pecador, sino que el hombre se va volviendo realmente justo. Esto
llamamos santificación.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice que «la justificación es la obra más
excelente del amor de Dios, manifestado en Cristo y concedido por el Espíritu
Santo. Y S. Agustín dice que la justificación del impío es una obra más que grande
que la creación del cielo y de la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, pero la
salvación y justificación de los elegidos permanecerá para siempre.» (Cat. Igl Cat.
Nº 1994)
El Concilio de Trento (Denz. 799) definió los cauces y los elementos que entran en
juego en la justificación. Y es precisamente su enseñanza el eje de un hermoso
guion de catequesis sobre la justificación: - El fin de la justificación es la gloria de Dios y de Cristo, que quieren mostrar su
amor a los hombres en el perdón. Ese amor es la prenda de la vida eterna para los
hombres. Dios nos justifica para salvarnos. Nos ama, a pesar de que nos deja
libres para aprovecharnos de sus dones. - La razón de la justificación es la misericordia divina; y el medio de que Dios se
sirve para hacerla real es la muerte de Jesús, que fue enviado por el Padre para
rescatar a los hombres del pecado original que nos había alejado de Dios y de los
pecados personales que renuevan nuestro alejamiento divino y nuestra
infidelidad. - El instrumento que Dios ha querido poner en nuestras manos para lograr la
justificación es el Bautismo y los actos de arrepentimiento y penitencia que luego
hacemos, conscientes de nuestra debilidad y de nuestros pecados. - El signo en que se manifiesta la justificación es la conversión o la mejora
continua de vida personal y justicia; es decir la vida en justicia y en caridad, las
obras buenas.
El Apóstol san Pablo distingue claramente la justificación de la salvación cuando
dice: “Con más razón ahora que por su sangre hemos sido justificados, por
mediación de Él seremos salvados” (Rm 5,9).
San Pablo refiere la justificación al pasado; ya está realizada puesto que el
justificado ya es cristiano y está en amistad con Dios. La salvación es un proceso
que termina con la Vida Eterna por eso pone el verbo en futuro: ‘seremos
salvados”.
Para salvarnos debemos creer que ya fuimos justificados.
DIFERENCIA ENTRE LOS
REFORMADORES Y LA IGLESIA SOBRE LA JUSTIFICACION:
TEOLOGIA DE LUTERO:
Lutero afirma que la Justificación es imputada.
Imputar: Un término que significa atribuir algo a otra persona, o acreditar algo a
la cuenta de otro, el concepto se utiliza para nombrar la acción y efecto de
imputar (atribuir la responsabilidad de un hecho reprobable a una persona. La
justicia es ese atributo por el cual se ve la naturaleza de Dios para ser el estándar
eternamente perfecta de lo que es correcto, es la situación del hombre antes del
pecado, así que según la doctrina protestante el Señor nos da este estado porque
ya el cargo mi pecado, de ahí surge en algunos grupos la imputación progresiva,
Aunque hemos sido declarados justos, la verdad es que aún pecamos,
aún después de ser salvos. La justificación progresiva (o santificación) es
el proceso continuo de ser hecho justo por nuestro Señor, o sea, peco y
me justifican, peco y me justifican de nuevo y así. Por lo tanto, Dios mira a
los pecadores a través de de Cristo y no mira su pecado (que está ahí) pero Cristo
lo cubre, de ahí que ellos crean que nada que salga del hombre (obra) puede ser
buena pues, aunque justificado el sigue siendo malo
La enseñanza de Lutero sobre la justificación explica que la naturaleza humana
quedó corrompida por el pecado de Adán. El hombre posee tendencia al mal por
su misma naturaleza deteriorada. Eso es la concupiscencia que, para Lutero,
equivale al pecado original consistente y permanente.
La justificación, para Lutero, es una especie de acto (actus forensis, decían los
reformadores) en el que Dios declara justo al hombre por su sola misericordia,
pero éste sigue siendo en su interior injusto y pecador. El pecado no se borra, si
no que se oculta. Cristo cubre con su Sangre el pecado que sigue en mi naturaleza
(eso era el fin de los Sacrificios en el AT, no perdonar, sino cubrir).
La palabra Kipur (כיפור) denota expiación o la acción de cubrir algo. O sea, se
expía y se cubre, pero sigue ahí En la Biblia, la raíz k-p-r (כפר) significa cubrir algo
físicamente
Este acto no es una verdadera remisión y perdón de los pecados, sino una simple
«noimputación». Dios cubre con su manto de misericordia al pecador, pero este
sigue pecador ante él.
TEOLOGIA CATOLICA:
La justificación es el acto divino por el cual el pecado queda totalmente destruido
y borrado por la sangre de Cristo, pero exige una parte del hombre que es la
respuesta de las buenas acciones (que no compran la justificación, pero nos ayuda
en el camino de la salvación) y no sólo de las buenas intenciones.
Por eso la justificación, en el sentido católico, se entiende como verdadera
destrucción, remisión, perdón del pecado. El hombre recibe la gracia, la amistad
divina, la limpieza real, no aparente. Deja de ser pecador por la gracia y se
convierte en santo, justo, amigo de Dios
Como ven hay una gran diferencia entre el punto reformado y el católico sobre la
Justificación. Nuestras diferencias son más profundas que las que muchos
evangélicos y católicos creen.
Dice el Catecismo:
Punto 1987: La justificación La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de
santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos “la
justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf Rm 6, 3-4):
«Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo
que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la
muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una
vez para siempre; más su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros,
consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm 6, 8-
11).
1991 La justificación es, al mismo tiempo, acogida de la justicia de Dios por la fe
en Jesucristo. La justicia designa aquí la rectitud del amor divino. Con la
justificación son difundidas en nuestros corazones la fe, la esperanza y la caridad,
y nos es concedida la obediencia a la voluntad divina.
1992 La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la
cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser
instrumento de propiciación por los pecados de todos los hombres. La
justificación es concedida por el Bautismo, sacramento de la fe. Nos asemeja a la
justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia.
Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida eterna (cf Concilio de
Trento: DS 1529)
1993 La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad
del hombre. Por parte del hombre se expresa en el asentimiento de la fe a la
Palabra de Dios que lo invita a la conversión, y en la cooperación de la caridad al
impulso del Espíritu Santo que lo previene y lo custodia:
Acá podemos ver, la Justicia de Dios se nos es dada, no atribuida. Es un proceso
personal que restituye al hombre a su condición antes del pecado. Cambia
profundamente al hombre, no es un cambio cosmético. Como el hombre vuelve a
pecar por la concupiscencia el Señor estableció la Confesión como medio de
recibir la gracia perdida y volver al estado Adámico.
La Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial firmaron una Declaración
conjunta sobre la doctrina de la justificación el 31 de octubre de 1999.
Uno de los puntos de la Declaración Católico-Luterana sobre la Justificación dice:
» 25. Juntos confesamos que el pecador es justificado por la fe en la acción
salvífica de Dios en Cristo. Por obra del Espíritu Santo en el bautismo, se le
concede el don de salvación que sienta las bases de la vida cristiana en su
conjunto. Confían en la promesa de la gracia divina por la fe justificadora que es
esperanza en Dios y amor por él. Dicha fe es activa en el amor y, entonces, el
cristiano no puede ni debe quedarse sin obras, pero todo lo que en el ser humano
antecede o sucede al libre don de la fe no es motivo de justificación ni la merece.
Justificación protestante: Es ser declarado justo.;
Justificación católica: Es ser hecho justo.
Conclusión: Por tanto, la afirmación de Santiago de que, al igual que Abraham, los
cristianos son justificados por obras (v. 24), no es contraria a la insistencia de
Pablo de que los cristianos, como Abraham, son justificados por la fe (Ro. 3:28;
4:1–5), sino que su afirmación es complementaria. Santiago mismo cita Gn. 15:6
con el mismo propósito que Pablo lo hace—para mostrar que fue la fe lo que
consiguió la aceptación de Abraham como justo (v. 23; cf. Ro. 4:3ss.; Gá. 3:6ss.).
La justificación que le preocupa a Santiago no es la aceptación original del
creyente por parte de Dios, sino que la vindicación subsecuente de su profesión
de fe por medio de su vida. Santiago difiere de Pablo en terminología, no en
pensamiento.