La Iglesia Siriaca catolica tiene la Liturgia oriental llamada Siriaca.
La liturgia puede ser convenientemente dividida en dos partes: la Misa de los catecúmenos, que se extiende hasta el ofertorio, cuando los catecúmenos fueron despedidos, y la Misa de los creyentes, que comprende desde el ofertorio hasta el final. O, nuevamente, puede ser dividida en la preparación para el sacrificio que se extiende hasta el prefacio, y la anáfora o fórmula para la consagración correspondiente al canon Romano. “El orden de la Liturgia de los Apóstoles, compuesta por Mar Addai y Mar Mari, los bienaventurados Apóstoles” comienza con la señal de la cruz, después de lo cual viene el verso “Gloria a Dios en las alturas” etc. (Lucas 2:14), la Oración del Señor, y una oración para el sacerdote los domingos y fiestas de Nuestro Señor, o son recitadas una doxología de alabanza a la Trinidad en días de los santos y feriados. Son dichos luego varios salmos, junto con un himno del santuario (variable para los Domingos y fiestas o día de Santos) y una oración de alabanza y adoración.
El diácono invita entonces al pueblo “a elevar sus voces y glorificar al Dios viviente”, y ellos responden recitando el Trisagión. Entonces el sacerdote dice una oración y bendice al lector de las lecturas. Por lo general son leídas dos lecturas del Viejo Testamento, pero durante Eastertide la segunda lectura del Viejo Testamento es sustituida por una de Hechos de los Apóstoles. Después de un himno y una oración el diácono lee la tercera lectura (llamada el Apóstol), la que se toma de una de las epístolas de San Pablo. El sacerdote se prepara para el Evangelio recitando las oraciones apropiadas y bendice el incienso y, después de que ha cantado el aleluya, lee el Evangelio. Este es seguido por su apropiado himno, la letanía diaconal, y una corta oración recitada por el sacerdote, después de lo cual el diácono invita a la gente “a inclinar sus cabezas para la imposición de las manos y recibir la bendición” que invoca sobre ellos el sacerdote. Así es concluida la Misa de los Catecúmenos, por tanto los diáconos invitan a aquellos que no han recibido el bautismo a retirarse, y la Misa de los creyentes comienza. El sacerdote ofrece el pan y el vino, recitando las oraciones prescriptas, cubre el cáliz y la patena con un largo velo, baja del altar y comienza el himno de los misterios. El recitado del Credo en este momento es una adición tardía a la liturgia.
Habiendo entrado dentro del arco, el sacerdote hace las inclinaciones prescriptas ante el altar, lava sus manos y comienza las oraciones preparatorias para la anáfora. Recita una invitación a la oración correspondiente al Romano Orate Fratres (Orad hermanos); entonces pide al Señor no tenga en cuenta sus pecados ni los del pueblo, pero en toda su misericordia lo considere digno de celebrar los misterios del Cuerpo y la Sangre de Cristo y dignamente alaba y adora al Señor, tras lo cual se persigna y la gente contesta “Amén”. En este momento los Domingos y fiestas de Nuestro Señor el diácono parece que leía los dípticos, llamados por los Nestorianos el “Libro de los Vivos y los Muertos”. Se da entonces el beso de la paz, y se recita una oración para todas las clases de personas en la iglesia. La anáfora propiamente comienza con el prefacio. El diácono entonces invita a la gente a orar y el sacerdote recita una oración secreta, levanta el velo de las ofrendas, bendice el incienso, y reza que “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y el amor de Dios Padre, y la fraternidad del Espíritu Santo esté con todos nosotros ahora y siempre en todo el mundo”, y hace la señal a los misterios, y la gente contesta “Amén”. El sacerdote comienza entonces el prefacio con las palabras: “Elevad vuestras mentes”. El prefacio es seguido por el sanctus y la anamnesis (conmemoración de Cristo). Son insertadas aquí en el presente uso, las palabras de institución, aunque parecen tener poca conexión con el contexto. Pronuncia una corta doxología, y hace la señal a los misterios, y la gente contesta “Amén”. Luego el diácono dice “Orad en vuestras mentes. La Paz sea con nosotros”, el sacerdote recita quedamente la gran intercesión o memento. Sigue la epiclesis, o invocación del Espíritu Santo como una suerte de continuación de la intercesión. El sacerdote dice entonces una oración por la paz y una de acción de gracias, y se inciensa a sí mismo y a las ofrendas, recitando mientras tanto las oraciones adecuadas. Mientras el diácono recita un himno referido a la Eucaristía, el sacerdote, tomando la Hostia con ambas manos, dice una oración aludiendo al poder de dar vida de este pan que bajó del Cielo (en las liturgias del Uniato Caldeano, las palabras de institución son ubicadas después de la primera parte de esta oración), parte la Hostia en dos partes, una de las cuales pone en la patena, mientras con la otra hace la señal de la cruz al cáliz, y después de sumergirlo en el mismo hace la señal a la otra mitad de la Hostia, recitando al mismo tiempo las oraciones apropiadas para la consignación. Uniendo las partes dice una oración referida a las ceremonias recién completadas, une con su pulgar la Hostia en la parte de la misma que fue sumergida en el cáliz, hace la señal de la cruz sobre su frente, y recita una oración de alabanza a Cristo y a la Trinidad. Después, besando el altar, invoca una bendición sobre todos “La gracia de Nuestro Señor”etc., como se citara más arriba.
Mientras el sacerdote parte la Hostia, el diácono invita a la gente a considerar el significado de estos santos misterios y a tener la disposición adecuada para recibirlos; a perdonar las transgresiones de otros, y a suplicar al Señor perdonar sus propias ofensas. El sacerdote, continuando esta idea introduce la Oración del Señor (que recita completa) y dice una oración que amplía las últimas dos peticiones. Después de una corta doxología, el sacerdote da el Cáliz al diácono, bendice a la gente, y es entonces que ambos distribuyen la Comunión. Un himno especial es dicho durante la distribución. El diácono invita entonces a todos los que han recibido la Comunión a dar gracias, y el sacerdote recita en voz alta una oración de acción de gracias y una de petición. La Misa es concluida con una bendición pronunciada por el sacerdote sobre la gente. La principal característica en ésta, como en las otras liturgias Nestorianas, es la posición de la intercesión general o memento. Ello no ocurre después de la epiclesis, como en las liturgias Sirias, sino inmediatamente antes de ella. Parece ser una continuación de la anamnesis. Pueden ser notadas diferencias menores en que los Nestorianos usan un gran velo para cubrir la patena y el cáliz; que usan incienso en el prefacio; y que tienen dos fracciones de la Hostia, una simbólica recordando la pasión de Cristo, la otra necesaria para la distribución de la Comunión