En su delirio anticatólico las sectas ahora han sacado la bandera absurda de que
san Agustín no fue católico. Esto no haría falta aclararlo pues es de una ignorancia
supina, pero nunca se sabe…
San Agustín. Serm. 295; PL 38,1348-1352.
“San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que
llegó a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro. Él había dicho
antes: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: «Ahora te digo
yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra
edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho:
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia. Porque tú eres
Pedro». «Pedro» es una palabra que se deriva de «piedra», y no al revés.
«Pedro» viene de «piedra», del mismo modo que «cristiano» viene de
«Cristo». El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a
los que dio el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó
la totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo
representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas
palabras: Te daré las llaves del reino de los cielos. Porque estas llaves las recibió
no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de
Pedro, en cuanto que él representaba la universalidad y la unidad de la
Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado
a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los
cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid
el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también
a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los
discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo,
por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la
Iglesia; y, si se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el
primero entre los apóstoles. No te entristezcas, apóstol; responde una vez,
responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que
por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que
por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor.
A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el
Señor sus ovejas a Pedro”
San Agustín también escribió: “Cristo, como ves, edificó su Iglesia no sobre un
hombre sino sobre la confesión de Pedro. ¿Cuál es la confesión de Pedro? ‘Tú eres
el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. Aquí está la roca para vosotros, aquí el
fundamento, aquí es donde la Iglesia ha sido construida, la cual las puertas del
inframundo no pueden conquistar”
Muchas veces estos individuos hablan del primer párrafo, pero no hablan de este
en el mismo libro.
“Aquí dije en algún lugar, «a propósito del apóstol Pedro, que en él como en la
piedra está fundada la Iglesia», sentido que muchos cantan con los versos del
beatísimo Ambrosio, cuando dice del canto del gallo: «Al cantar el gallo, / él,
piedra de la Iglesia, / llora su pecado».
Para que se sorprendan les voy a poner lo que la Iglesia dice en el Catecismo al
respecto.
552 en el colegio de los doce Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3, 16; 9,
2; Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación
del Padre, Pedro había confesado: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Entonces Nuestro Señor le declaró: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18). Cristo,
«Piedra viva» (1 P 2, 4), asegura a su Iglesia, edificada sobre Pedro la victoria
sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la
roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante
todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).
553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: «A ti te daré las llaves del
Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 19). El poder de las
llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la
Iglesia. Jesús, «el Buen Pastor» (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su
resurrección:» Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-17). El poder de «atar y desatar»
significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias
doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta
autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y
particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las
llaves del Reino.
881 El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la
piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó
pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). «Está claro que también el Colegio de
los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a
Pedro» (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a
los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
Estos párrafos dan claridad a lo dicho por San Agustín, por supuesto que Pedro es
la Piedra por que “Mi padre te lo revelo”, Es la Confeion de Pedro lo que da la
importancia a este Apóstol, pero esa Fe no es una fe indeleble o etérea, es la fe de
un HOMBRE y ese HOMBRE es Pedro.
El punto cuando los sectarios nos dan este dato es con la intención deliberada de
decirnos que San Agustín rechazaba y descartaba a Pedro como hacen ellos en su
ignorancia supina, si no solo leyeran a San Agustín para contender con nosotros lo
leyeran para aprender sacarían mas provecho (yo creo en milagros) pero ellos lo
que desean es entrar en discusión pues tienen “espíritu de contienda”.
En este párrafo de San Agustín este nos da su creencia en el oficio del Obispo de
Roma: “San Agustín. C. ep. Man. 4,5.
“Aun prescindiendo de la sincera y genuina sabiduría…, que en vuestra opinión no
se halla en la Iglesia Católica, muchas otras razones me mantienen en su seno: el
consentimiento de los pueblos y de las gentes; la autoridad, erigida con milagros,
nutrida con la esperanza, aumentada con la caridad, confirmada por la
antigüedad; la sucesión de los obispos desde la sede misma del apóstol Pedro, a
quien el Señor encomendó, después de la resurrección, apacentar sus ovejas,
hasta el episcopado de hoy; y en fin, el apelativo mismo de Católica, que son sin
razón sólo la Iglesia ha alcanzado….Estos vínculos del nombre cristiano – tantos,
tan grandes y dulcísimos- mantienen al creyente en el seno de la Iglesia católica, a
pesar de que la verdad, a causa de la torpeza de nuestra mente e indignidad de
nuestra vida, aún no se muestra”.
De nuevo acá San Agustín deja claro su sentir y creer en el Oficio de Pedro:
San Agustín. Ep. 53,2
“Si la sucesión de obispos es tomada en cuenta, cuanto más cierta y beneficiosa
la Iglesia que nosotros reconocemos llega hasta Pedro mismo, aquel quien portó
la figura de la Iglesia entera, el Señor le dijo: “Sobre esta roca edificaré mi
Iglesia, ¡y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella!”. El sucesor de
Pedro fue Linus, y sus sucesores en orden de sucesión ininterrumpida fueron
estos: Clemente, Anacleto, Evaristo, Alejandro, Sixto, Telesforo, Higinio, Aniceto,
Pío, Sotero, Eleuterio, Víctor, Ceferino, Calixto, Urbano, Ponciano, Antero, Fabián,
Cornelio, Licio, Esteban, Sixto, Dionisio, Félix, Eutiquiano, Cayo, Marcelino,
Marcelo, Eusebio, Miltiades, Silvestre, Marcos, Julio, Liberio, Damaso, y
Siricius, cuyo sucesor es el presente obispo Anastasio. En esta orden de sucesión,
ningún obispo donatista es encontrado”.
Una prueba tangente de la obediencia de san Agustín al Obispo de Roma es que
en el año 419 sometió su obra para que este le diera el “Placet” o aprobación
“Haec ergo quae… respondeo, ad tua potissimum dirigere sanctitatem, non
tam discenda quam examinanda, et ubi forsitan aliquid displicuerit emendanda,
constitui” (Contra duas epist. Pelag. I, 1 t. XLIV, col 549-551) [Estas cosas que…
respondo, he decidido dirigir de modo especial a tu santidad no para instruir sino
para que sean examinadas, y donde tal vez haya algo que displiciera, sea
enmendado]. Es de entender entonces porqué San Agustín hace también
referencia al obispo de Roma como Obispo de la “Sede Apostólica”
En este mismo Siglo V San Agustín escribió al Papa Inocencio para que confirmara
las decisiones de los concilios realizados en los años 411, 412 y 416 donde se
condenaba el pelagianismo. Al recibo de la confirmación del Papa a su pedido
exclamo: ““Ya por este motivo se han enviado dos misivas a la sede apostólica y
también de allí han venido dos rescriptos. La causa ha terminado para que
finalmente termine el error”. Sermo 131,10,10; Ep 1507.
Acá se ve también con claridad que San Agustín estaba sometido a la Sede
Apostólica, San Agustín Considera hereje no al que se equivoca en la fe (Ep. XLIII,
I) sino al que “resiste a la doctrina católica que le es manifiesta” (De Bapt. XVI,
23), la cual se expresa en el símbolo bautismal, en los concilios (Ep. XLIV, I) y en
la sede de Pedro, que siempre disfrutó del primado (Ep. XLIII, 7)”.
Ahora si ellos le hacen tanto caso a San Agustín por unas palabras sobre quien
es la roca deberían también hacerle caso es esto que apunta a su catolicidad:
1) Autoridad de la Iglesia. San Agustín. C. ep. Man. 5,6; cf. C. Faustum 28,2
“No creería en el Evangelio, si a ello no me moviera la autoridad de la Iglesia
católica”
2) La Santa Tradición. “…Todo lo que observamos por tradición, aunque no se
halle escrito; todo lo que observa la Iglesia en todo el orbe, se sobreentiende que
se guarda por recomendación o precepto de los apóstoles o de los concilios
plenarios, cuya autoridad es indiscutible en la Iglesia. Por ejemplo, la pasión del
Señor, su resurrección, ascensión a los cielos y venida del Espíritu santo desde el
cielo, se celebran cada año. Lo mismo diremos de cualquier otra práctica
semejante que se observe en toda la Iglesia universal. San Agustín de Hipona,
Carta a Jenaro (Ep 54,1-2) / Carta a Dióscoro (Ep 118,32)
3) La Virgen María. Virgen concibió, virgen dio a luz y virgen permaneció” San
Agustín. Serm. 51,18
4) San Agustín. Serm. 186,2
“¿Cómo es posible confesar en la regla de fe que creemos en el Hijo de Dios,
nacido de la Virgen María, si nacido de María fuera no el Hijo de Dios, sino el
Hijo del hombre? ¿Quién niega entre los cristianos que de esa mujer haya nacido
el Hijo del hombre? Mas, Dios hecho hombre, y, por tanto, el hombre hecho Dios”.
5)Inmaculada Concepción. San Agustín. De nat. et. gr. 36,42
“Excepción hecha de la santa Virgen María, de la que, por el honor debido al
Señor, no tolero en absoluto que se haga mención cuando se habla de pecado…”
6) Bautismo de los niños. “Este nuestro adversario, apartándose con los
pelagianos de la fe apostólica y católica, no quiere que los que nacen estén bajo el
dominio del diablo, para que lo párvulos (niños) no sean llevados a Cristo,
arrancados de la potestad de las tinieblas y trasladados a su reino. Y
especialmente acusa a la Iglesia extendida por el mundo entero, donde todos los
infantes en el bautismo reciben en todas partes el rito de la insuflación no por otra
razón sino para arrojar fuera de ellos al príncipe del mundo, bajo cuyo dominio
necesariamente están los vasos de ira desde que nacen de Adán si no renacen en
Cristo y son trasladados a su reino una vez que hayan sido hechos vasos de
misericordia por la gracia.”/ “ “…No digo que los niños que mueren sin el
bautismo de Cristo sean castigados con una pena tan grande que más les valdría
no haber nacido; porque el Señor no dijo estas palabras de cualquier pecador, sino
de los muy criminales e impíos. Si la sentencia que pronunció sobre Sodoma no se
ha de entender sólo de los sodomitas, pues el día del juicio unos han de ser
castigados más gravemente que otros, ¡quién puede dudar que los niños no
bautizados, que mueren sin pecado personal alguno, con sólo el original, han de
sufrir la pena más leve de todas? Ignoro cuál será la naturaleza de esta
pena…pero vosotros los consideráis libres de toda culpa no queréis pensar en la
clase de penas a las que los condenáis privando de la vida y del reino de Dios a
tantas imágenes suyas y separándolas de sus piadosos padres, a los que tan
claramente exhortáis a engendrar. Es injusto que los niños sufran castigo si no
tienen pecado; pero, si su castigo es justo, es necesario reconocer en ellos la
existencia del pecado original.” Contra Iulianum Pelagianum II, XVIII, 33
7) Eucaristía. Quien recibe el misterio de la unidad y no tiene el vínculo de la paz
no recibe un misterio salvador en favor suyo, sino un testimonio contra sí mismo.
Si vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros entonces vuestro mismo
misterio reposa sobre la mesa de la Eucaristía. Vosotros debéis ser lo que veis y
debéis recibir lo que sois.
(Homilía 272)
Cristo es él mismo el que ofrece y él mismo el don ofrecido. Ha querido que el
sacramento de esta realidad sea el sacrificio cotidiano de la Iglesia que, siendo
cuerpo de esta cabeza, aprende a ofrecerse ella misma por él. La Ciudad de Dios,
X, 20
- «Reconoced en el pan lo que colgó del madero, y en el cáliz lo que manó del
costado. Todo lo que en muchas y variadas maneras fue anunciado de antemano
en los sacrificios del Antiguo Testamento pertenece a este singular Sacrificio que
se revela en el Nuevo Testamento». - «Cristo se sostuvo a sí mismo en sus manos cuando dio su Cuerpo a sus
discípulos diciendo: “Este es mi Cuerpo”. Nadie participa de esta Carne sin antes
Adorarla»
La Eucaristia: Alocución a los neófitos.
Fecha: Día de Pascua. Entre el 405 y el 411.
Lo que estáis viendo sobre el altar de Dios, lo visteis también la pasada noche; pero aún no
habéis escuchado qué es, qué significa ni el gran misterio que encierra.
Lo que veis es pan y un cáliz; vuestros ojos así os lo indican. Mas según vuestra fe, que
necesita ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, y el cáliz la sangre de Cristo. Esto
dicho brevemente, lo que quizá sea suficiente a la fe; pero la fe exige ser documentada.
Dice, en efecto, el profeta: Si no creéis, no comprenderéis. Ahora podéis decirme a mí:
«Nos mandas que lo creamos; explícanoslo para que lo entendamos.»
Puede, en efecto, surgir en la mente de cualquiera el siguiente pensamiento: «Sabemos de
dónde tomó carne Jesucristo nuestro Señor: de la virgen María. Siendo pequeño, tomó el
pecho, fue alimentado, creció, llegó a la edad madura, fue perseguido por los judíos,
colgado de un madero, muerto en el madero y bajado del
madero; fue sepultado, resucitó al tercer día y cuando quiso subió al cielo, llevándose allí
su cuerpo; de allí ha de venir a juzgar a vivos y a muertos, y allí esta ahora sentado a la
derecha del Padre: ¿cómo este pan es su cuerpo y cómo este cáliz, o lo que él contiene, es
su sangre?» A estas cosas, hermanos míos, las llamamos sacramentos, porque en ellas es
una cosa la que se ve y otra la que se entiende.
Lo que se ve tiene forma corporal; lo que se entiende posee fruto espiritual. Por tanto, si
quieres entender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol, que dice a los fieles: Vosotros
sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. En consecuencia, si vosotros sois el
cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois
vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros. A lo que sois respondéis con el
Amén, y con vuestra respuesta lo rubricáis. Se te dice: «El cuerpo de Cristo», y
respondes: «Amén.»
Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico el Amén. ¿Por qué precisamente
en el pan? No aportemos nada personal al respecto, y escuchemos otra vez al Apóstol,
quien, hablando del mismo sacramento, dice: Siendo muchos, somos un solo pan, un único
cuerpo. Comprendedlo y llenaos de gozo: unidad, verdad,
piedad, caridad. Un solo pan: ¿quién es este único pan? Muchos somos un único cuerpo.
Traed a la memoria que el pan no se hace de un solo grano, sino de muchos.
Cuando recibíais los exorcismos, erais como molidos; cuando fuisteis bautizados, como
asperjados; cuando recibisteis el fuego del Espíritu Santo fuisteis como cocidos. Sed lo que
veis y recibid lo que sois. Eso es lo que dijo el Apóstol a propósito del pan.
Lo que hemos de entender respecto al cáliz, aun sin decirlo expresamente, lo mostró con
suficiencia. Para que exista esta especie visible de pan se han conglutinado muchos
granos en una sola masa, como si sucediera aquello mismo que dice la Sagrada Escritura
a propósito de los fieles: Tenían una sola alma y un solo corazón hacia Dios. Lo mismo ha
de decirse del vino. Recordad, hermanos, cómo se hace el vino. Son muchas las uvas que
penden del racimo, pero el zumo de las mismas se mezcla, formando un solo vino. Así
también nos simbolizó a nosotros Cristo el Señor;
quiso que nosotros perteneciéramos a él, y consagró en su mesa el misterio de nuestra
Paz y unidad.
El que recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de
la Paz, no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio contra sí. Vueltos al
Señor, Dios Padre todopoderoso, démosle, con sincero corazón y en cuanto lo permita
nuestra pequeñez, las más sinceras gracias, suplicando con toda el alma
su particular mansedumbre para que se digne escuchar en su bondad nuestras súplicas,
alejar con su poder al enemigo de nuestras acciones y pensamientos, aumentar nuestra fe,
dirigir nuestra mente, otorgarnos pensamientos espirituales y
conducirnos a su bienaventuranza por Jesucristo, su Hijo. Amén.
Lo mismo ocurrió con el antiguo Israel bajo el Antiguo Pacto. Se produjeron
muchos cambios a lo largo de muchos siglos. Pero el establecimiento visible de
Dios de la religión verdadera alrededor del Tabernáculo, luego de Judá, Jerusalén
y el Templo, siguió siendo el mismo, a pesar de todo el caos a lo largo de los
siglos. Las diez tribus del norte de Israel que se separaron fueron completamente
destruidas. Mientras tanto, los judíos (de “Judá”) fueron preservados—a pesar de
70 años de exilio en Babilonia—y Jerusalén/el Templo conservó el lugar que Dios
les había ordenado.
Lo mismo es válido para la Nueva y Eterna Alianza, cuyo centro ahora es el trono
de Pedro en Roma.
Erudito anglicano: la “iglesia católica” de st. AGUSTÍN TENÍA SU CENTRO EN ROMA
Por: Joshua Charles
A menudo se dice que la “Iglesia Católica” a la que se refieren los Padres,
particularmente San Agustín, no es la Iglesia Católica que muchos conocen hoy
con su centro en Roma.
Ese simplemente no es el caso. Hay un millón de ejemplos que lo demuestran.
Irónicamente, muchos de los Padres abordaron exactamente esta misma objeción
en la antigüedad. Muchos herejes intentaron redefinir el término “católico” para
adaptarlo a su propia secta. Usaron argumentos prácticamente idénticos a los de
muchos grupos heréticos de hoy. Las palabras de los Padres que los refutan
podrían citarse hoy, a menudo sin cambios.
Por ahora, simplemente citaré la conclusión del respetado erudito anglicano
J.N.D. Kelly con respecto a San Agustín:
“No hace falta decir que Agustín identifica a la Iglesia con la Iglesia católica
universal de su época, con su jerarquía y sacramentos, y con su centro en Roma”.
J.N.D. Kelly, “Early Christian Doctrines” (edición revisada), 412-13.
Recuerde, esto fue mucho después de que Roma dejara de ser la capital del
Imperio Romano occidental. El emperador pagano Diocleciano había puesto fin a
su función administrativa siglos antes. Ésta no era una realidad política y
contingente que San Agustín aceptó a regañadientes. Era simplemente la
naturaleza de la única Iglesia verdadera debido a la cátedra establecida en Roma
por San Pedro (a la que se refiere San Agustín).
Uno de los criterios que utilicé para ayudarme a discernir la verdad sobre a qué
Iglesia se referían realmente los Padres fue hacer esta pregunta básica: “¿En qué
Iglesia se puede seguir haciendo la afirmación X del Padre Y con la menor
calificación?”
Esa Iglesia fue casi siempre la Iglesia Católica. De hecho, la descripción consistente
que hace San Agustín de esta Iglesia católica, con el centro de su unidad y
autoridad en Roma, sigue correspondiendo a una sola Iglesia hasta el día de hoy.
Nunca esperé que hubiera una correlación 1:1 (de ahí “menor calificación”) y, de
hecho, no estoy afirmando que la haya en todos los aspectos. Esa simplemente no
es la realidad.
Ni siquiera la Iglesia de la era apostólica era 1:1 en todos los aspectos.
Por ejemplo, un cristiano que vivió y murió en los primeros 20 años
aproximadamente después de que Cristo resucitó de entre los muertos no habría
tenido Escrituras del Nuevo Testamento. Los cristianos de las décadas siguientes
lo harían. Este es un cambio enorme y uno de los innumerables ejemplos de cómo
la vida de la Iglesia cambia de diversas maneras, pero su esencia sigue siendo la
misma.
Entonces, en esta afirmación sobre San Agustín, ¿estoy afirmando que todos los
aspectos de ser católico son iguales hoy? No. No fue exactamente lo mismo para
San Agustín en el siglo V que para San Ignacio de Antioquía en el siglo I y II, etc.
No fue lo mismo para los católicos en el año 100 d.C. que en el año 35 d.C. .
Pero sí significa que la esencia estructural sigue siendo la misma. Esto es parte de
la constitución eterna establecida por el mismo Cristo para aquellos bajo el Nuevo
Pacto.
San Agustín es claro en muchos lugares que la Iglesia perdurará en su existencia y
estructura hasta el regreso de Cristo.
Por lo tanto, si eso es cierto, y si el centro divinamente designado de su unidad y
autoridad es Roma, entonces San Agustín necesariamente creía que cualquiera
que fuera la Iglesia Católica en el futuro, conservaría su carácter esencial: una
organización jerárquica y sociedad sacramental “con centro en Roma”.
8) Autoridad de Iglesia Católica. “En la Iglesia Católica, sin hablar de la sabiduría
más pura, al conocimiento de la cual pocos hombres espirituales llegan en esta
vida, de manera que la sepan, de la manera más extensa, efectivamente, porque
son hombres, todavía con incertidumbre (ya que el resto de la multitud de gente
deriva toda su seguridad no de la agudeza de intelecto, sino de la simpleza de la
fe,) – sin hablar de esta sabiduría, la cual tu no crees que está en la Iglesia Católica,
hay muchas otras cosas las cuales con mucha razón me mantienen en su seno. El
consenso de la gente y las naciones me mantienen en la Iglesia; así también su
autoridad, inaugurada por milagros, nutrida por esperanza, engrandecida por
amor, establecida por edad. La sucesión de presbíteros me mantiene en ella,
empezando por el mismísimo sillón del Apóstol Pedro, a quien el Señor, después
de Su resurrección, le entregó a cargo que alimente Sus ovejas [Juan 21:15-17], en
sucesión hasta el episcopado presente. Y así, finalmente, también el nombre
mismo de católica, el cual, no sin razón, en medio de tantas herejías, la Iglesia ha
así retenido; de manera que, aunque todos los herejes deseen llamarse católicos,
sin embargo, cuando un extraño les pregunta donde se reúne la Iglesia Católica,
ningún hereje se atreverá a señalarles a su propia capilla o casa. Tales son,
entonces, en número e importancia los lazos preciosos que pertenecen al nombre
cristiano los cuales mantienen a un creyente en la Iglesia Católica, como con
mucha razón debería ser así, aunque por la lentitud de entendimiento, o por la
escasa realización de nuestra vida, la verdad no se muestre completamente por si
sola. Pero contigo, no hay ninguna de estas cosas que me atraigan o me
mantengan, la promesa de verdad es lo único que es ofrecido. Ahora si la verdad
puede ser tan claramente probada a tal punto de no dejar posibilidad de duda,
debe ponerse ante todas las cosas que me mantienen en la Iglesia Católica; pero
si solamente está la promesa sin ninguna realización, nadie me va a mover de la
fe que ata mi mente con tantos lazos tan fuertes a la religión cristiana.
[…] Si tú te encuentras con una persona que no cree aun en las Escrituras, ¿Como
le contestarías si esta te dice que no cree? Por mi parte, no creeré en las
Escrituras a menos que la autoridad de la Iglesia Católica me mueva a ello. Así que
cuando aquellos en cuya autoridad yo he aceptado creer en las Escrituras me
dicen que no crea en Maniqueo, ¿Qué más puedo hacer sino aceptarlo? Escoge. Si
tú dices, cree a los católicos: Su consejo para mi es que no ponga mi fe en lo que
tú dices; así que, creyéndoles, soy prevenido de creerte; – Si tú dices, No creas a
los católicos: Tú no puedes con rectitud utilizar las Escrituras para traerme a la fe
en Maniqueo; porque fue bajo el mandato de los católicos que yo creí en las
Escrituras. – Nuevamente, si tú me dices, estabas en lo correcto al creer a los
católicos cuando ellos te dijeron que creas en las Escrituras, pero estabas
equivocado al creer sus vituperaciones en contra de Maniqueo: ¿Me crees tan
tonto como para creer lo que a ti te da la gana y no te da la gana, sin ninguna
razón? Así que es por eso más justo y seguro, habiendo puesto a primera
instancia mi fe en los católicos, no ir a ti, hasta que, en vez de que me insistas que
te crea, me hagas entender algo de la manera más clara y abierta. Para
convencerme, entonces, tienes que poner de lado las Escrituras. Si mantienes las
escrituras, yo me apegaré a aquellos quienes me mandaron a creer en las
Escrituras; y, en obediencia a ellos, no te creeré en lo absoluto. Pero si por
casualidad tienes éxito en encontrar en las Escrituras un testimonio irrefutable del
apostolado de Maniqueo, debilitarías mi consideración para con la autoridad de
los católicos quienes me dicen que no te crea; y el efecto de esto será, que yo no
creeré más en las Escrituras tampoco, porque fue a través de los católicos que yo
recibí mi fe en ellas; y así lo que sea que me traigas de las Escrituras no tendrá
más peso para conmigo. Así que, si no tienes una prueba clara apostolado de
Maniqueo encontrada en las escrituras, yo creeré a los católicos en vez de a ti.
Pero si tu encuentras, de alguna manera, un pasaje claramente a favor de
Maniqueo, no les creeré ni a ellos ni a ti: ni a ellos, porque ellos me mintieron con
respecto a Maniqueo; ni a ti, porque me estas citando esas Escrituras en las
cuales he creído bajo la autoridad de “esos mentirosos”. Pero lejos de que yo no
vaya a creer en las Escrituras; creyendo en ellas, no encuentro nada en ellas que
me haga creerte a ti.” (San Agustín de Hipona. “En Contra de la Epístola de Mani
Llamada “La Fundación” 4:5-6 [397 D.C.])
9) Culto a los Santos. Damos cultos a los mártires con un culto de amor y
participación
Del tratado de san Agustín, obispo contra Fausto
El pueblo cristiano celebra la conmemoración de sus mártires con religiosa
solemnidad, para animarse a su imitación, participar de sus méritos y ayudarse
con sus oraciones, pero nunca dedica altares a los mártires, sino sólo en memoria
de los mártires.
¿Pues quién es el obispo, que, al celebrar la misa sobre los sepulcros de los
santos, haya dicho alguna vez: «Te ofrecemos a ti, Pedro», o: «a ti, Pablo», o: «a
ti, Cipriano»? La ofrenda se ofrece a Dios, que coronó a los mártires, junto a los
sepulcros de aquellos a los que coronó, para que la amonestación, por estar en
presencia de los santos lugares, despierte un afecto más vivo para acrecentar la
caridad con aquellos a los que podemos imitar, y con aquel cuya ayuda hace
posible la imitación. Damos cultos a los mártires con un culto de amor y
participación, con el que veneramos, en esta vida, a los santos, cuyo corazón
sabemos que está ya dispuesto al martirio como testimonio de la verdad del
Evangelio. Pero a aquéllos los honramos con mucha más devoción, por la certeza
de que han superado el combate, y por ello les confesamos vencedores en una
vida feliz, con una alabanza más segura que aquellos que todavía luchan en esta
vida. Pero aquel culto que se llama de latría, y que consiste en el servicio debido a
la divinidad, lo reservamos a solo Dios, pero no tributamos este culto a los
mártires ni enseñamos que haya que tributárselo.
Ahora bien, la ofrenda forma parte de este culto de latría, y por eso se llama
idolatría la ofrenda hecha a los ídolos; pero nosotros no ofrecemos nada
semejante, ni tampoco mandamos que se ofrezca, en el culto a los ángeles, los
santos o los mártires; y, si alguien cae en tan gran tentación, se le amonesta con
la verdadera doctrina, para que se corrija o para que tenga cuidado. Los mismos
santos y los hombres se niegan a apropiarse estos honores exclusivos de Dios. Así
hicieron Pablo y Bernabé, cuando los habitantes de Licaonia, después de haber
visto los milagros que hicieron, quisieron ofrecerles sacrificios como a dioses;
pero ellos, rasgando sus vestiduras, proclamaron y les persuadieron que no eran
dioses, y, de esta forma, impidieron que les fuera ofrecidos sacrificios. Pero una
cosa es lo que enseñamos, y otra lo que soportamos; una cosa es lo que
mandamos hacer, y otra lo que queremos corregir, y así, mientras vamos
buscando la corrección más adecuada, tenemos que tolerar muchas cosas.
10) Primado de Pedro. Esto es lo que hace la Iglesia, dichosa por su esperanza,
mientras dura esta vida llena de dificultades. El apóstol Pedro, por la primacía de
su apostolado, representaba de forma figurada la totalidad de la Iglesia.
11) SOBRE PEDRO!
Citas de San Agustín cuando comenta Mateo 16,18 o se refiere al Primado de
pedro:
“Eran muchos los apóstoles y sólo a uno se dice: Apacienta mis ovejas. ¡Lejos de
nosotros decir que faltan ahora buenos pastores; ¡lejos de nosotros el que falten,
lejos de su misericordia el que no nos los produzca y establezca! En efecto, si hay
buenas ovejas, hay también buenos pastores, pues de las buenas ovejas salen
buenos pastores. Pero todos los buenos pastores están en uno, son una sola cosa.
Apacientan ellos, es Cristo quien apacienta. Los amigos del esposo no dicen que
es su voz propia, sino que gozan de la voz del esposo. Por lo tanto, es él mismo
quien apacienta cuando ellos apacientan. Dice: Soy yo quien apaciento; pues en
ellos se halla la voz de él, en ellos su caridad. Al mismo Pedro a quien confiaba
sus ovejas, como si fuera su «alter ego», quería hacerle una cosa sola consigo,
para de este modo confiarle las ovejas. Porque así él sería la cabeza y
mantendría la figura del cuerpo, es decir, de la Iglesia”
San Agustín, Sermón 46,30
“La misma confesión, hecha mucho más tarde por Pedro, mereció que le llamara
bienaventurado y le diera las llaves del reino de los cielos”
San Agustín, Sobre diversas cuestiones a Simpliciano, I,2,14
“En un solo apóstol, en Pedro, primero y principal en el orden de los Apóstoles y
que representaba a la Iglesia, había que significar los dos grupos, esto es, los
fuertes y los débiles; porque sin ambos no hay Iglesia”
San Agustín, Sermón,76, Pedro Camina sobre las aguas, 4
“No sin causa hace Pedro las veces de la Iglesia católica entre todos los
apóstoles. A esta Iglesia se le dieron las llaves del reino de los cielos cuando se le
dieron a Pedro.”
San Agustín, El combate cristiano, c.30
“Y lo lleva a Jesús. Jesús fija en él su mirada y le dice: Tú eres Simón, hijo de Juan,
y tú te llamarás Cefas, que significa Pedro. No es gran cosa que el Señor diga de
quién es hijo éste. ¿Qué es grande para el Señor? Sabía los nombres de todos los
santos que predestinó antes de la existencia del mundo, ¿y te causa extrañeza
que le diga a un hombre: ¿Tú eres hijo de tal y tú llevarás tal nombre? ¿Es gran
cosa cambiarle el nombre y de Simón hacer Pedro? Pedro viene de piedra, y la
piedra es la Iglesia. El nombre de Pedro es, pues, figura de la Iglesia. ¿Quién es el
que está seguro sino el que construye sobre piedra?”
San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan, 7,14
“Cuando, pues, hubo dicho a sus discípulos: ¿Queréis tal vez iros también
vosotros?, respondió Pedro, la piedra aquella, en nombre de todos: ¡Señor!, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”
San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan, 11,5
“Pedro contesta, en nombre de todos, uno por muchos, la unidad por la
universalidad.”
San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan, 27,9
“Porque ¿quién no sabe que el beatísimo Pedro era el primero de los
apóstoles?”
San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan, 56,1
“Pedro, el primero de los apóstoles, recibió las llaves del reino de los cielos para
atar y desatar los pecados a todos los justos pertenecientes inseparablemente al
cuerpo de Cristo, para sostener el gobernalle de esta vida tempestuosa.”
San Agustín, Sobre el evangelio de San Juan, 124,7
“Hablando el Salvador sobre su pasión, por la que fuimos salvados, y, si no la
hubiera padecido, no lo hubiéramos sido, Pedro, que poco antes confesó que
Cristo era Hijo de Dios, y que en aquella confesión fue llamado Piedra, sobre la
que se edificaría la Iglesia, dice al Señor, que habló poco después de esta
confesión sobre su pasión: No hay tal cosa, Señor; séate Dios propicio; no
sucederá esto. Poco antes le dice el Señor: Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Jonás, porque no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en los
cielos; y ahora incontinenti le dice: Vete detrás de mí, Satanás. ¿Qué significa vete
detrás de mí, Satanás? Sígueme.”
San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 55,15
“El apóstol San Pedro personificó a la Iglesia”
San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 108,18
“No fue quitada en absoluto la palabra de la verdad de la boca de Pedro, que
representaba a la Iglesia; porque si, turbado por el temor, negó de momento, sin
embargo, se restableció llorando; y, confesando, fue después coronado.”
San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 118, XIII, 3
“En efecto, a Pedro, único sobre quien organiza la Iglesia [Dicit enim Petro, in
quo uno format Ecclesiam], le dice: Pedro, ¿me amas? El respondió: «Señor, te
amo.» Apacienta mis ovejas.” San Agustín, Sermón,137,3 Obras completas de San
Agustín, Tomo XXIII
“En muchos lugares de las Escrituras aparece Pedro simbolizando a la Iglesia,
sobre todo donde se dice: Te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que
atares en la tierra, quedará atado también en el cielo, y todo lo que desatares en
la tierra quedará desatado también en el cielo. ¿Acaso recibió Pedro estas llaves y
no las recibió Pablo? ¿Las recibió Pedro y no las recibió Juan, Santiago y los
restantes apóstoles? ¿O no son estas las llaves por las que en la Iglesia se
perdonan a diario los pecados? Puesto que Pedro significaba a la Iglesia, lo que
se le concedió a él solamente, se le concedió a la Iglesia. Por ende, Pedro
significaba a la Iglesia, Iglesia que es el Cuerpo de Cristo”
San Agustín, Sermón,149,7
“Con razón, pues, el Señor, después de su resurrección, confió al mismo Pedro el
cuidado de apacentar sus ovejas. No fue, ciertamente, el único entre los
discípulos que mereció apacentar las ovejas del Señor; pero, cuando Cristo habla
a uno solo, está encareciendo la unidad; habló primero a Pedro, por ser el
primero de los apóstoles.”
San Agustín, Sermón,295,4
“El bienaventurado Pedro, el primero de los apóstoles, amador de Jesucristo el
Señor a la vez que negador”
San Agustín, Sermón,296,1
“No escuchemos a los que niegan que la Iglesia de Dios pueda perdonar todos los
pecados. Esos míseros, por no entender en Pedro la piedra y por negarse a creer
que han sido dadas a la Iglesia las llaves del reino de los cielos, las han perdido
ellos entre sus manos… Si esos cataros quisieran reconocer su nombre, se
llamarían mundanos” San Agustín, El combate cristiano, 31,33
“No escuchemos a los que se apartaron de la unidad y prefirieron llamarse
luciferianos antes que católicos… Porque en parte alguna deben reinar las
entrañas de misericordia tanto como en la Iglesia católica; como auténtica madre,
no debe insultar orgullosamente a los hijos pecadores ni oponer dificultades al
perdón de los arrepentidos. No sin motivo hace Pedro las veces de la Iglesia
católica entre todos los apóstoles. A esta Iglesia se le dieron las llaves del reino
de los cielos cuando se le dieron a Pedro…”
San Agustín, El combate cristiano, 30,32
“Aun dejando de lado, repito, esta sabiduría que vosotros no creéis que se halle
en la Iglesia católica, hay muchas otras cosas que me sujetan justamente en su
seno. Me sujeta el consenso de los pueblos y las naciones; me sujeta su autoridad
incoada con milagros, nutrida con la esperanza, acrecentada con el amor y
asentada con la antigüedad. Me sujeta la sucesión de sacerdotes desde la misma
cátedra del apóstol Pedro a quien el Señor confió, después de su resurrección, el
pastoreo de sus ovejas, hasta el episcopado actual. Me sujeta finalmente el
mismo nombre de «católica» que no sin motivo sólo esta Iglesia obtuvo entre
tantas herejías.”
San Agustín, Réplica a la carta llamada «del Fundamento», 4
“¿qué te ha hecho la cátedra de la Iglesia romana, en la cual se sentó Pedro, y
en la cual hoy se sienta Anastasio?”
San Agustín, Réplica a las cartas de Petiliano, Libro II, 51,18
“Cierto que el cisma se opone a la unidad, pero también se opone a la triple
comunión plena de fe, de sacramentos y de amor, cuando se mantiene con
soberbia y presunción, porque entonces resiste manifiestamente a la doctrina
católica con obstinación, y se hace hereje porque hereje es el que, soberbio y
obstinado, rechaza la regla de fe propuesta por la Iglesia católica en unión con
Pedro”
Epist. 43 (año 397): 1; De baptismo (año 400-401): 4.
Así que tenemos que San Agustín cree en la autoridad de la Iglesia, en la Santa
Tradición, en la Virgen María, en el Bautismo de niños, en la presencia real de
Jesús en la Eucaristía, en la autoridad de la Iglesia Católica, en el culto a los Santos
y en el Primado de Pedro sobre la Iglesia entre otros artículos de fe, mi estimado
amigo, ¡ni te embulles que no vas! San Agustín fue más católico que yo a pesar de
par de opiniones que no son infalibles.
Por último, voy a dejar que sea el mismo San Agustín (si, ese que manoseaste)
quien te de un consejo:
“Cierto que el cisma se opone a la unidad, pero también se opone a la triple
comunión plena de fe, de sacramentos y de amor, cuando se mantiene con
soberbia y presunción, porque entonces resiste manifiestamente a la doctrina
católica con obstinación, y se hace hereje porque hereje es el que, soberbio y
obstinado, rechaza la regla de fe propuesta por la Iglesia católica en unión con
Pedro”
Epist. 43 (año 397): 1; De baptismo (año 400-401): 4.
“La mentira capital y la primera que hay que evitar decididamente es la mentira
en la doctrina religiosa.”