
LA SEPARACION DE LA IGLESIA ORTODOXA.
El Cisma de Oriente y Occidente o el Gran Cisma —en menor medida conocido también
como Cisma de 1054— refiere al conflicto religioso ocurrido en 1054, cuando el obispo de
Roma (san León IX), y el patriarca de Constantinopla (Miguel I Cerulario), se excomulgaron
mutuamente. Este enfrentamiento de autoridades comportó la separación del catolicismo
occidental, que reconocía la suprema autoridad de Roma, de la oriental u ortodoxa. De ahí
nace la Iglesia Ortodoxa. Su antecedente directo se conoce como Cisma de Focio.
Un precedente del Cisma tuvo lugar en el año 857, cuando el emperador bizantino Miguel
III, llamado el Beodo, y su ministro Bardas expulsaron de su sede en Constantinopla al
patriarca San Ignacio (conmemorado hoy en día como santo, tanto en la Iglesia ortodoxa
como en la Iglesia católica). Lo reemplazaron por un nuevo candidato para dicho puesto,
Focio, quien no era sacerdote y en seis días recibió todas las órdenes de la Iglesia. Focio
comenzó a entrar en desacuerdo con el papa Nicolás I que tenía que aprobar su ascensión
al Patriarcado.
Hay muchas perspectivas y opiniones referentes a la vida de dicho Obispo, tanto en pro
como en su contra. Para los que no le aprobaban en su primacía, fue descrito como “el
hombre más artero y sagaz de su época: hablaba como un santo y obraba como un
demonio. Focio fue destituido y desterrado a un monasterio en el año 887. En todo caso,
en su segundo período, obtuvo el reconocimiento formal de Roma en un concilio
convocado en Constantinopla en noviembre de 879. Los legados del papa Juan VIII
asistieron, dispuestos a reconocer a Focio como patriarca legítimo, una concesión por la
que el papa fue muy censurado por la opinión latina.
En 1054, el papa León IX quien, amenazado por los normandos, buscaba una alianza con
Bizancio, mandó una embajada a Constantinopla encabezada por su colaborador, el
cardenal Humberto de Silva Cándida, y formada por los arzobispos Federico de Lorena y
Pedro de Amalfi. Los delegados papales negaron, a su llegada a Constantinopla, el título
de ecuménico (autoridad suprema) al patriarca Miguel I Cerulario y, además, pusieron en
duda la legitimidad de su elevación al patriarcado. El patriarca se negó entonces a recibir a
los legados. El cardenal respondió excomulgando a Cerulario mediante una bula que
depositó el 16 de julio de 1054 sobre el altar de la Iglesia de Santa Sofía. Pocos días
después (24 de julio), Cerulario respondió excomulgando al cardenal y a su séquito, y
quemó públicamente la bula romana, con lo que se inició el Cisma. Alegaba que, en el
momento de la excomunión, León IX había muerto y por lo tanto el acto excomunicatorio
del cardenal de Silva no habría tenido validez; añadía también que se excomulgaron
individuos, no Iglesias.
Existen múltiples conjeturas para definir dicha escisión, y una de ellas pretende suponer
que el cisma fue más bien resultado de un largo período de relaciones difíciles entre las
dos partes más importantes de la Iglesia universal: causas como las pretensiones de
suprema autoridad (el título de “ecuménico”) del papa de Roma y las exigencias de
autoridad del patriarca de Constantinopla.
Bizancio nunca fe Sede Apostólica, San Andrés murió en Patras y no hay constancia cierta
de que alguna vez estuviera en esta ciudad, Filadelfo fue el primer obispo de Bizancio
después de la administración de ocho años de la Iglesia de Bizancio por un sacerdote cuyo
nombre no ha sido registrado. Esto ocurrió entre el 211 y 217 DC. En año 324 el
emperador Constantino refundaría la ciudad de Constantinopla.
El 11 de mayo de 330, se celebró la ceremonia que ratificó la creación de la ciudad de
Constantino: Constantinópolis/Constantinopla. El emperador puso gran presión sobre los
Papas San Silvestre I y San Marcos para que movieran la Sede Apostólica a
Constantinopla. Estos no accedieron ya que la Sucesión de Pedro estaba en Roma (esto
demuestra la independencia de la Iglesia del Emperador que no lo puedo conseguir). Los
siguientes emperadores siguieron insistiendo hasta que, en el 381 en el Segundo Concilio
Ecuménico celebrado en Constantinopla, se estableció que el obispo de Constantinopla
recibiría el título de patriarca, y debía tener la preferencia de honor tras el obispo de Roma.
Debido a que esta decisión fue tomada por presiones imperiales, el Patriarcado de
Alejandría presentó su protesta, ya que en el primer concilio se había decidido que el
Patriarca de Alejandría tendría la preferencia de honor tras el Patriarca de Roma. Esto dio
origen a la Iglesia Copta. Constantinopla fue elevada a Sede Patriarcal por el único mérito
de ser la capital del Imperio. El Patriarca de Constantinopla era un mero oficial del imperio.
Así que la verdadera razón del Cisma fue política y no religiosa. Se le echo la culpa al
Filioque, pero eso no tiene ninguna base histórica cláusula Filioque fue insertada en la
versión latina del credo niceno-constantinopolitano durante el III Concilio de Toledo en 589
y la división fue en el Siglo X. Nada que ver, pura excusa, además las Iglesias Bizantinas
católicas recitan el Credo sin el Filioque. Eso demuestra que esto es solo una mala excusa
para dar un sentido “serio” a la división.
En el año 1431 se reunió el llamado Concilio de Florencia. Reunidos con los delegados de
la Iglesia ortodoxa y con el emperador bizantino Juan VIII Paleólogo se alcanzó, mediante
el decreto de unión bula Laetentur Caeli el 6 de julio de 1439, la unificación de ambas
Iglesias. El resultado principal fue el reconocimiento por parte de la Iglesia ortodoxa de que
la cabeza de la Iglesia era el papa, opción apoyada por el emperador Juan VIII Paleólogo,
el Patriarca latino de Constantinopla (Basilio Bessarión) y el Patriarca ortodoxo de
Constantinopla (Gregorio III). Sin embargo, la fiera oposición de los monjes griegos, que
tenían un gran poder en la iglesia de oriente y se lanzaron a la calle gritando “preferimos el
turbante turco a la mitra del papa” hizo fracasar lo pactado y no hubo tal unión. La
conquista de Constantinopla por los turcos acabó con toda posibilidad de unión pues el
Patriarca cayo bajo la “Protección” del Sultán Turco hasta el Siglo XX con el gobierno de
Kemal Atatürk. Después del Concilio Vaticano II se han hecho innumerables intentos y
reuniones para lograr la unión sin resultado alguno, por otra parte, el Patriarca de
Constantinopla ya no tiene poder alguno en la Iglesia Ortodoxa y ha perdido más después
de la separación de la poderosa Iglesia Rusa de Estambul. La Iglesia Ortodoxa se ha
disuelto en una serie de Iglesias nacionales sin gobierno coordinado o corporativo.
¿¿Que fue la cuestión del Filoque en el Siglo VI??
Filioque (en latín), que se traduce como «y del Hijo», es una cláusula insertada por la
teología cristiana en la versión latina del símbolo niceno-constantinopolitano del Concilio de
Constantinopla I del año 381. No está presente en el texto original griego, en el que
simplemente se lee que el Espíritu Santo procede «del Padre».
- Καὶ εἰς τὸ Πνεῦμα τὸ Ἅγιον, τὸ κύριον, τὸ ζωοποιόν, τὸ ἐκ τοῦ Πατρὸς ἐκπορευόμενον
- Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre
El Credo con el filioque:
- Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem, qui ex Patre Filioque procedit
- Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo
Se considera que la cláusula Filioque fue insertada en la versión latina del credo niceno-
constantinopolitano durante el III Concilio de Toledo en 589 y que se extendió
espontáneamente3 por todo el pueblo franco. En el siglo IX, el papa León III aceptó la
doctrina del origen del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, aunque se opuso a la adopción
de la cláusula Filioque. Sin embargo, en 1014 en Roma, se adoptó el canto del credo con
Filioque en la misa.
Si bien es cierto que la palabra “Y del Hijo” fue añadida al Credo de Nicea Constantinopla
en Occidente esto no varía para nada la esencia de este Credo, pues no es un cambio de
Doctrina, es una aclaración.
En el Occidente se entendió que decir que procede solo del “Padre” daría párvulo a
herejías que propondrían que Cristo no es Dios.
Si se tiene en Cuenta que son tres Divinas Personas, pero UN solo Dios, lo que procede de
uno procede del otro. No hay motivo de controversia.
En Jn 16,13-15, en el que Jesús dice que el Espíritu Santo «(…) recibirá y tomará de lo mío
y os lo anunciará» se interpreta que en las relaciones entre las Personas de la Trinidad,
uno de ellos no podría «tomar» o «recibir» (en griego: λήψεται) ninguno de los otros, sino
que «proceden» uno de los otros Versículos como Jn 20,22: «Y, dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”», fueron vistos por los Padres de la Iglesia,
especialmente Atanasio de Alejandría, Cirilo de Alejandría y Epifanio de Salamina, como
base para decir que el Espíritu Santo «procede sustancialmente de ambos», del Padre y
del Hijo.
Otros pasajes que se han utilizado en el debate incluyen Rm 8,9, Gá 4,6 y Flp 1,19, en los
que el Espíritu Santo se identifica como «Espíritu de Cristo», «Espíritu de su Hijo» y
«Espíritu de Jesucristo». Del mismo modo, el Diccionario Oxford de la Iglesia cristiana
describe versículos del Evangelio de Juan (Jn 14,16, Jn 15,26 y Jn 16,7) en los que Jesús
envía el Espíritu Santo. Además, en Ap 22,1, el río del agua de la Vida (identificando el
Agua de la Vida como el Espíritu Santo de Jn 7,39) brota del trono de Dios y del Cordero
(siendo Cristo el Cordero en Jn 1,29), lo que se puede interpretar como el Espíritu Santo
que procede tanto del Padre como del Hijo.
Desde el siglo III, antes de que se celebrara el Concilio de Constantinopla y de que el
Símbolo Niceno-Constantinopolitano se conociera en Occidente, teólogos cristianos de
Occidente hablaban explícitamente del Espíritu Santo como «del Padre y del Hijo» o «del
Padre a través del Hijo». Todo ello, mientras los Padres de la Iglesia griegos debatían por
encontrar un lenguaje capaz de expresar la naturaleza misteriosa de la relación del Hijo
con el Espíritu. Incluso durante la vida de Cirilo de Alejandría, los teólogos latinos
afirmaban que el Espíritu Santo procede del Padre y el Hijo (ex Patre et Filio procedentem).
A principios del siglo III en la provincia romana de África, Tertuliano enfatizaba que el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo comparten una misma substancia divina, un mismo grado
y una misma potestad. Él concibe como que fluye del Padre y se transmite por el Hijo al
Espíritu. Usando las metáforas de la raíz, el brote y el fruto; la primavera, el río y la
corriente; y el sol, el rayo y el punto de luz; para la unidad con distinción en la Trinidad. Así,
«el Espíritu, entonces, es tercero de Dios y del Hijo…».
A principio del siglo IV, Mario Victorino conectó fuertemente al Hijo y al Espíritu en sus
argumentos contra el arrianismo. A mediados de siglo, Hilario de Poitiers escribió que el
Espíritu «proviene del Padre» y es «enviado por el Hijo», es enviado «del Padre a través
del Hijo» y «tiene al Padre y al Hijo como fuente». Por otro lado, cuestiona si «recibir del
Hijo es lo mismo que proceder del Padre», en referencia a Jn 16, 15. A finales de siglo,
Ambrosio de Milán afirmó que el Espíritu «procede del (procedit a) Padre y del Hijo», sin
separarse jamás de ninguno de los dos. Escribe, «Dios Todopoderoso, tu Hijo es la fuente
de la vida, es decir, la fuente del Espíritu Santo. Porque el Espíritu es vida…». Estos
autores no reflexionan sobre el origen del Espíritu, sino que enfatizan la igualdad de las
personas de la Trinidad como Dios, reconociendo al Padre como fuente de Dios eterno.
En ese mismo siglo, los padres capadocios también escribieron sobre las tres personas de
la Trinidad. Así, Basilio de Cesárea indicaba que «a través del Hijo único [el Espíritu Santo]
se une al Padre» y «la bondad natural, la santidad inherente y la dignidad real llegan del
Padre a través del unigénito (διὰ τοῦ Μονογενοῦς) al Espíritu. Gregorio Nacianceno
distinguió entre los dos verbos griegos procedencia, ἐκπορεύεσθαι, tal y como se utiliza en
la versión griega original del símbolo Niceno-Constantinopolitano y προϊέναι.
En la primera mitad del siglo V, Cirilo de Alejandría legó en sus enseñanzas que el Espíritu
Santo procede del Padre y el Hijo utilizando los verbos griegos προϊέναι (en latín
procedere) y προχεῖσθαι (viene de), y no el verbo ἐκπορεύεσθαι que aparece en el texto
griego del símbolo de Nicea. También habla del Espíritu Santo que viene del Padre a
través del Hijo, dos expresiones diferentes que para él son complementarias: la procesión
del Espíritu Santo del Padre no excluye la mediación del Hijo y el Hijo recibe del Padre una
participación en la venida del Espíritu Santo. La Iglesia católica acepta ambas frases, y
considera que no afectan la realidad de la misma fe, expresando la misma verdad de
maneras ligeramente diferentes.
La Iglesia católica reconoce como justas tres maneras de hablar del origen del Espíritu
Santo:163164165166
• El Espíritu Santo procede del Padre (la fórmula en el texto original del Símbolo niceno-
constantinopolitano),
• El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (definición de, por ejemplo, el Concilio de
Lyon II)145 y
• El Espíritu Santo procede del Padre por medio del Hijo (definición de, por ejemplo, el
Concilio de Florencia).
• La Iglesia católica enseña que las expresiones de fe griegas y latinas sobre este tema no
son contradictorias, sino complementarias:
La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por
relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como “salido del Padre” (Jn 15,26), esa
tradición afirma que éste procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La tradición occidental
expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el
Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice “de manera legítima y razonable”
(Concilio de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden eterno de las personas divinas en
su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en
tanto que “principio sin principio” (Concilio de Florencia 1442: DS 1331), pero también que,
en cuanto Padre del Hijo Único, sea con él “el único principio de que procede el Espíritu
Santo” (Concilio de Lyon II, año 1274: DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se
desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.
Canon 248 del Catecismo de la Iglesia Católica
La cuarta cruzada.
RESUMIENDO, TAL COMO LES DIJE. ESTO NO ES MAS QUE UNA EXCUSA PUES
CUANDO LAS IGLESIAS SEPARADAS DE ROMA REGRESARON A LA OBEDIENCIA
(MELKITA, CALDEA, MALANKAR, MALABAR, ARMENIA, COPTA, ETC) SE LES
PERMITIO RECITAR EL CREDO SIN EL FILIOQUE PUES ESTO NO ES NINGUN
PROBLEMA DE TEOLOGIA NI DOGMA Y ASI SIGUE HASTA EL DIA DE HOY.
QUE BUSQUEN OTRA EXCUSA, ESA NO FUNCIONA.