Sin duda que una de las palabras que más mal ha interpretado la gente en los últimos años
es la palabra "juzgar". Prácticamente se ha hecho un tabú de ella y hasta católicos muy
comprometidos repiten con mucho simplismo, sin analizar a fondo, que no debemos de
"juzgar nunca a nadie".
Desde ya te comentó, que eso es Falso. Estar con esa idea dentro de la Iglesia tiene muy
malas consecuencias y por eso es necesario que precisemos el sentido más exacto del
término "juzgar" en la biblia para no cometer más errores dentro de la vida cristiana
lavándonos las manos al estilo Pilatos en muchas situaciones bajo el pretexto de ‘no
juzgar’. Profundicemos en las Sagradas Escrituras y en unos minutos estarás de acuerdo
conmigo.
Creo que hay dos razones principales por las cuales se cayó en esta actitud de pensar que
"juzgar es algo malo". Una por el influjo del cristianismo en la sociedad occidental donde se
ha dado una mala interpretación del pasaje donde Jesucristo dice que "no juzguemos para
no ser juzgados". Otra por el "relativismo" contemporáneo en todas sus modalidades que
ha penetrado abundantemente en mucha gente incluyendo en ambientes y líderes
católicos.
Aclaremos o desenredemos esto para así poder "juzgar al estilo cristiano" tal como
Jesucristo lo quiere e incluso lo exige.
1.- ‘Juzgar’ en el Antiguo Testamento
En la Biblia, específicamente en el Antiguo Testamento la palabra usada para "juzgar" es
"shapat" que significaba juzgar (Dt 16,18-20), liberar (libro de los jueces), gobernar (1
Crónicas 26).
En estos libros la palabra ‘juzgar’ no tenía el mismo significado que en la actualidad. Más
bien podía usarse como guiar, liberar, reinar o discernir y para eso era necesario decidir la
última palabra. Los jueces eran principalmente "caudillos" o líderes del pueblo de Dios que
buscaban establecer el orden pues no tenían un rey y desaparecen al establecerse la
monarquía. Ellos tenían que luchar, pero al mismo tiempo tomar decisiones.
“En aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lappidot, era juez en Israel. Se sentaba
bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraím; y los israelitas
subían donde ella en busca de justicia.” Juec 4,4-5
Además, el famoso rey sabio Salomón dice en su oración a Dios: “Concede, pues, a tu
siervo, un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el
mal, pues ¿quién será capaz de juzgar a este pueblo tuyo tan grande?»” 1 Rey 3,9
Nota como con mucha claridad en el antiguo testamento, se habla de que el “juzgar” es
algo tan bueno que el rey más sabio pidió sabiduría para poder juzgar y así poder “discernir
el bien del mal”.
Unas citas clave son Dt 16,18-20 que dice: "Establecerás jueces y escribas para tus tribus
en cada una de las ciudades que Yahveh te da; ellos juzgarán al pueblo con juicios justos".
Y Lev 19,15 "…que juzgarás con justicia a tu prójimo".
Así que, de acuerdo con la palabra de Dios, en el antiguo testamento era algo muy común
y correcto el poder ‘juzgar’ siempre y cuando lo hagamos de una manera justa.
Sí se puede juzgar, haciendo juicios justos.
Pasemos ahora al Nuevo Testamento donde examinaremos esta palabra a la luz de la
nueva alianza establecida por Jesucristo y bajo la guía del Espíritu Santo presente en su
Iglesia.
2.- ‘Juzgar’ en el Nuevo Testamento
En el griego koiné, que es el idioma usado en el Nuevo Testamento hay 2 palabras que se
usan para el "juzgar". Una es "Krinete" y la otra es derivada "Anakrinetai". La primera es la
que se usó al traducir del arameo al griego el evangelio de san Mateo cuando Jesucristo
dijo: "No juzguen para no ser juzgados". Mt 7,1 la segunda es usada por ejemplo en 1 Cor
2,14 como "discernir" o "juzgar para separar". 1 Tes 5,21
Además, la misma palabra "Krinete" es usada tanto en sentido negativo como también en
algo positivo.
Al ser traducida al español la palabra "juzgar" su significado es diferente pues viene del
latín iudicare que significa dictar un veredicto. "Ius" es igual a derecho y "dicare" a indicar.
En el nuevo testamento hay muchos sentidos:
• Juzgar en sentido negativo. "No juzguéis, para que no seáis juzgados." Mt 7,1
• Juzgar en sentido positivo. "No juzguen según la apariencia. Juzguen con juicio justo." Jn
7,24; 1 Cora 4,1-5
• Juzgar como disciplina interna: "Sepan que ya he juzgado al culpable como si estuviese
presente…" 1 con 5,3 "¿no son ustedes quienes deben juzgar a los que están dentro? 1
Cora 5,13
•
Pablo hizo juicios y muy duros. 2 Tim 3,8 "Del mismo modo que Janés y Jambrés se
opusieron a Moisés, también ellos se oponen a la verdad. Son hombres de mente
pervertida, descalificados en cuanto a la fe." Juzgó e incluyó los nombres.
San Pedro juzgó e incluso impuso un severo castigo a Ananías y Sáfira. Hech 5,1-11
El mismo Jesucristo después de que dijo no juzguen… en Mt 7,5 dice: "Hipócrita, saca
primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu
hermano". El problema no es el juzgar, sino ver o juzgar mal con actitudes fariseas u
olvidando que todos somos pecadores.
Juan el Bautista llamó a los fariseos y saduceos "raza de víboras" (Mateo 3,7). Juzgó y
duro.
Jesús llamo “sepulcros blanqueados a los Fariseos. 33 »¡Serpientes! ¡Raza de víboras!
¿Cómo van a escapar del castigo del infierno? San Mateo 23
Ah… y aprovechando, el Papa Francisco llamó hace unas semanas "hipócritas a los que se
disfrazan de santos y se creen muy católicos por tener un familiar benefactor de la iglesia o
ser amigos del obispo" y “rígidos” a los que se apegan a la Tradición. Sin duda que eso es
también juzgar con bastante fuerza y públicamente.
Juzgar como un discernimiento cristiano. Heb 5,14 "A los adultos se les da el alimento
sólido, pues han adquirido la sensibilidad interior y son capaces de distinguir lo bueno y lo
malo". No se puede distinguir sin haber hecho antes un juicio. 1 Tes 5,21 "Examínenlo todo
y quédense con lo bueno". Solamente juzgando y emitiendo juicios somos capaces de
distinguir lo malo y rechazarlo para quedarnos con lo bueno.
Así que todos aquellos que se rasgan las vestiduras modernas diciendo que nunca se debe
de juzgar y que no se diga nada sobre la pareja de lesbianas que bautizo a su hijo; la
práctica de la homosexualidad y el orgullo gay… les digo que ellos mismos ya están
haciendo un juicio y se alejan de la palabra de Dios y del sentido común que tanto urge en
nuestro tiempo.
"Por eso estamos, como estamos” haciéndonos cómplices de cuanta injustica y pecado
interno nos rodea. Hasta en nosotros mismos y mucho de esto pasa por falta de un juicio
de discernimiento. Si leyéramos más la biblia mi estimada hermana Martha nos daríamos
cuenta de que el juzgar con sano juicio es algo 100 % bíblico como ya lo miramos tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Juzgar cristianamente no es malo, al contrario, es una necesidad y urgencia de nuestro
tiempo. No se puede vivir cristianamente sin un juicio de discernimiento constante de todo
lo que nos rodea.
Dicho de una manera directa: Aquellos que no desean que se juzgue a nadie ni nada, son
"hijos del relativismo e individualismo" donde cada uno piensa y hace lo que quiere y que el
mundo ruede. Son incapaces de discernir o juzgar entre lo bueno y lo malo. Ni les interesa.
Al pensar así, están revelando ellos mismos su misma desobediencia e inmadurez. Dios es
Amor (1 Jn 4,8) pero al mismo tiempo es un Dios Juez, justo y misericordioso. (Tobías 3,2)
Juzgar no solamente es bíblico, sino bueno, necesario y urgente pues por falta de
discernimiento y no juzgar las actitudes muchos cristianos terminan viviendo, como lo dice
la Biblia y el Papa, como auténticos católicos y paganos al mismo tiempo. Siguiendo las
ideas y creencias del mundo en vez de las de Dios… y todo sin darse cuenta de ello.
La diferencia esta entre juzgar y condenar
Muchos ven juzgar y condenar como una misma cosa, aunque la diferencia es muy grande.
El término juzgar (evaluar) no tiene que entenderse negativamente. La mera declaración en
el sentido de evaluar el bien y el mal, el justo y el equivocado, es en realidad sólo la
aplicación práctica de los principios revelados por Dios en la Biblia. La distinción entre el
bien y el mal es importante tanto en lo que se refiere a nuestra relación con Dios como en
los asuntos cotidianos. Para muchas personas, palabras como juzgar y juicio evocan
asociaciones negativas y presuponen una mala actitud. Detrás del juzgar (evaluar), sin
embargo, está el deseo de ver y aceptar la verdad sobre un asunto y ayudar a otros en él.
Sin esta motivación, incluso una amonestación totalmente justificada y apropiada será una
condena sin amor y sin compasión. Hay varios pasajes en la Biblia que hablan en contra de
este comportamiento farisaico y santurrón (por ejemplo, Mateo 9:9–13, Lucas 18:9–14,
etc.). Con la siguiente advertencia bien conocida, pero desafortunadamente a menudo mal
interpretada, Jesús se refiere a este comportamiento sin amor.
No juzguéis, para que no seáis juzgados; porque con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que
está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu ojo? O, ¿cómo dirás a
tu hermano: ¿Deja que saque la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo?
¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo
de tu hermano. (Mateo 7:1–5)
Del contexto se desprende claramente que la persona a la que se dirige es un hipócrita
altivo y santurrón que enfatiza los pecados de los demás sin querer ver los suyos. Así que
no es cuestión de no quitar la paja. Jesús criticó la actitud condenatoria que describió con
esta imagen y llama a una autocrítica honesta y humilde y a apartarse de los propios
pecados. Entonces podremos ayudar a los demás. “¿Y por qué miras la paja (…), y no
consideras la viga que está en tu ojo? O, ¿cómo dirás a tu hermano: ¿Deja que saque la
paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo?” Lo que Jesús dijo aquí no encaja con la
idea generalizada de que la paja en el ojo de los demás no debe ser tocada. Tener una
paja en el ojo no es agradable para nadie. No sería amoroso no ayudar a la otra persona.
En Lucas 6:37–42 encontramos el paralelo con Mateo 7:1–5:
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y
seréis perdonados. (Lucas 6:37)
Aquí encontramos un paralelismo entre la advertencia de Jesús de no juzgar y la
advertencia de no condenar y la llamada a perdonar. Este paralelismo muestra que el juicio
debe verse aquí en el sentido de condenar y negar el perdón.
También dos versículos más tarde (en el versículo 39) Jesús pregunta: “¿Puede acaso un
ciego guiar a otro ciego? ¿No es cierto que ambos caerán en el hoyo?”. Esto significa que
una persona que no admite sus propios pecados no puede recibir el perdón de Dios y, por
lo tanto, no puede transmitir la gracia y el amor de Dios a los demás. No puede mostrar a
los demás la salida de sus pecados. Pero el que confiesa sus pecados y se arrepiente
recibe el perdón, y por gratitud y amor tendrá el deseo de ayudar a otros a encontrar la
reconciliación con Dios.
Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos, Para que seas
reconocido justo en tu sentencia, Y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad fui
formado, Y en pecado me concibió mi madre. (…) Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame
de derramar sangre, y mi lengua alabará tu justicia. Abre, Señor, mis labios, y mi boca
proclamará tu alabanza. (Salmo 51:4–6; 14–15)
Así que el pasaje paralelo en Lucas 6:37–42 deja aún más claro que la intención de Jesús
en Mateo 7:1–5 era también advertir contra un juicio hipócrita y sin amor sin examinarse a
sí mismo ante Dios. También el mensaje de las otras parábolas en relación con los pasajes
citados de Mateo y Lucas (especialmente Mateo 7:6,15–23; Lucas 6:43–46) alienta la
crítica y el juicio sobrios. Se nos desafía a preguntarnos: “¿Quién es digno de recibir
nuestras perlas “2, “¿Quién no entrará en el reino de Dios?” Jesús también nos dice que
reconoceremos a los falsos profetas por sus frutos, lo que equivale a un llamamiento para
juzgar.
En este mundo marcado por el pecado, una persona que busca el bien debe siempre
examinar todo cuidadosamente. Pablo expresa muy drásticamente el peligro de la
tentación en 2 Corintios 11:14–15:
Y no es de extrañar, ya que Satanás mismo se disfraza de ángel de luz. Por eso no es de
sorprenderse que sus servidores se disfracen de servidores de la justicia. Su fin
corresponderá con lo que merecen sus acciones.
Dios, por su gran amor y gracia, nos ha mostrado en Jesús el camino hacia él, que todo
hombre puede tomar. Pero también ha expuesto el mal y el pecado.
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el
siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a
mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. (Juan 15:14–15)
Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora
no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también aborrece a mi Padre. Si
yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro antes ha realizado, no serían
culpables de pecado. Pero ahora las han visto, y sin embargo a mí y a mi Padre nos han
aborrecido. (Juan 15:22–24)
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen
fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres. (Juan 8:31–32)
Sólo se puede vivir con Dios si se quiere vivir también en la verdad que nos ha dado como
fundamento (Romanos 12:1–2). Por lo tanto, es vital encontrar la verdad y actuar en
consecuencia, lo que al mismo tiempo significa descubrir y distanciarse del mal, de lo
contrario se perderá el camino hacia la vida eterna.
Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que
conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el
camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran. (Mateo 7:13–14)
Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al
Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios
es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4:23–24)
Cuídense de no echar a perder el fruto de nuestro trabajo; procuren más bien recibir la
recompensa completa. Todo el que se descarría y no permanece en la enseñanza de
Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza sí tiene al Padre y al Hijo. (2
Juan 8–9)
En la Biblia, por lo tanto, encontramos numerosas invitaciones para examinar y juzgar todo
y a todos:
Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de
luz (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad) y comprueben lo que
agrada al Señor. No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino
más bien denúncienlas, … (Efesios 5:8–11)
No apaguen el Espíritu, no desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a
lo bueno, eviten toda clase de mal. (1 Tesalonicenses 5:19–22)
Cuídense de los falsos profetas. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro
son lobos feroces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o
higos de los cardos? Del mismo modo, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo
da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto
bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos
los conocerán. (Mateo 7:15–20)
El juicio y el amor están muy relacionados. Para poder darle al hermano lo que Dios
realmente quiere darle, debemos tratar de entender, sobre la base de su vida y sus
acciones, dónde se encuentra en su relación con Dios, dónde están sus debilidades y
pecados y dónde necesita ayuda. Quien tenga el deseo de complacer a Dios también
estará agradecido por esta ayuda.
Desafortunadamente, muchas personas que se llaman a sí mismas cristianas son
demasiado orgullosas y se sienten ofendidas cuando abordas problemas en su vida
espiritual. Ciertamente es más fácil no confrontar a la otra persona con sus errores y
llamarla al arrepentimiento.
La Biblia ha previsto estos peligros y nos llama a ser responsables de nuestros hermanos
en la fe, a amonestarlos y animarlos. Sólo así es posible que el amor, como corresponde a
la voluntad de Dios, y la pureza de la iglesia puedan mantenerse.
Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e
incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien, mientras dure ese «hoy»,
anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño
del pecado. (Hebreos 3:12–13)
Por tanto, si tu hermano peca, ve, repréndelo estando tú y él solos. Si te escucha, habrás
ganado a tu hermano; pero si no escucha, toma contigo a uno o dos, para que por boca de
dos o de tres testigos quede firme toda palabra. Y si los desoye a ellos, dilo a la iglesia; y si
desoye a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano. (Mateo 18:15–17
Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose
hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona
ni siquiera deben juntarse para comer. ¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No
son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? Dios juzgará a los de afuera.
«Expulsen al malvado de entre ustedes.» (1 Corintios 5:11–13)
Además de las llamadas de aliento y reprimenda, también encontramos muchos ejemplos
de cristianos que velan por la correcta doctrina y la Iglesia, que es “una columna y
fundamento de la verdad”. (1 Timoteo 3:15)
Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu,
sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos
falsos profetas. En esto pueden discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta que
reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano, es de Dios; todo profeta que no
reconoce a Jesús no es de Dios sino del anticristo. Ustedes han oído que éste viene; en
efecto, ya está en el mundo. Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos
falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el
mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan desde el punto de vista del mundo, y el
mundo los escucha. Nosotros somos de Dios, y todo el que conoce a Dios nos escucha;
pero el que no es de Dios no nos escucha. Así distinguimos entre el Espíritu de la verdad y
el espíritu del engaño. (1 Juan 4:1–6)
Conozco tus obras, tu duro trabajo y tu perseverancia. Sé que no puedes soportar a los
malvados, y que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles, pero no lo son; y has
descubierto que son falsos. (Apocalipsis 2:2)
El siguiente pasaje nos muestra que era muy natural que las congregaciones del primer
siglo evaluaran a las personas a las que querían ayudar a arrepentirse:
Pero si uno que no cree o uno que no entiende entra cuando todos están profetizando, se
sentirá reprendido y juzgado por todos, y los secretos de su corazón quedarán al
descubierto. Así que se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: «¡Realmente Dios
está entre ustedes!» (1 Corintios 14:24–25).
El mismo Jesús mostró a la gente muy claramente lo que los separaba de Dios (por
ejemplo, en Mateo 23:13–36 y 19:16–22), aunque sabía que al hacerlo también hacía
enemigos. Si queremos ayudar a la gente a encontrar su camino hacia Dios, debemos
seguir su ejemplo, incluso si esto lleva a conflictos y rechazos.
En conclusión, podemos decir: La Biblia dice que debemos evaluar. Esto significa mostrar a
otras personas, por amor y basado en la palabra de Dios, cuáles son los caminos de Dios y
dónde la gente no camina por esos caminos. No sólo lo hizo Jesús, sino que también llamó
a sus discípulos y a todos los que quisieran seguirlo a hacerlo. La base para esto es
evaluar la propia vida según la norma de la Biblia y someterse a Dios con humildad y
obediencia. El Nuevo Testamento confirma esta práctica en muchos lugares. Por lo tanto,
juzgar (evaluar) no es un concepto negativo en sí mismo, sino que pertenece
inseparablemente al amor a la verdad, a los hermanos y hermanas y a toda la gente.
(actualizado junio 2022)