Gracia y Libertad
En el siglo XVI un monje de nombre Martín Lutero se separó de la Iglesia y dio inicio a la Reforma Protestante. La pieza clave de su teología se conoce como la Sola Fides, o salvación por la “Sola Fe”. Quienes profesan esta doctrina sostienen que el hombre se salva por gracia y solamente por la fe. Las buenas obras, el cumplimiento de los mandamientos son solo consecuencias o producto de la fe, más no un requisito para alcanzar la salvación. A lo largo del presente capítulo haremos un breve repaso de la doctrina católica y de las herejías respecto al tema de la gracia y la libertad humana.
Breve Resumen de la doctrina católica
Redención, Justificación
Los católicos creemos que luego del pecado original el hombre cayó del estado original de gracia de Dios con el que fue creado y en ese estado no podía salvarse a sí mismo. Es allí donde Jesucristo, por medio de su sacrificio en la cruz realiza en principio y objetivamente la reconciliación de los hombres con Dios. A este acto maravilloso lo llamamos redención.
La palabra redención proviene del latín redemptio derivada a su vez hebreo kopher y del griego lytron que en el Antiguo Testamento significa generalmente, precio de rescate. En el Nuevo Testamento, es el término clásico que designa el “gran precio” que el Redentor pagó por nuestra liberación. La redención presupone la elevación original del hombre a un estado sobrenatural y su caída a través del pecado.
Pero si bien Cristo murió por todos los hombres, no todos se salvan, de allí que cada individuo debe apropiarse de esta redención objetiva por medio de la redención subjetiva, la cual consiste en aplicar el fruto de esa redención a cada individuo, y a la que se denomina justificación. Así, cuando el hombre es justificado es declarado y hecho justo ante Dios en virtud del sacrificio de Cristo en la cruz.
Gracia y Libre albedrío
Se entiende por gracia al don gratuito por parte de Dios e inmerecido por parte del hombre. Si bien en este sentido amplio podemos hablar de gracia natural [1], se usará aquí en sentido estricto para hacer referencia a ella como un don sobrenatural que Dios, por su libre benevolencia, concede a una creatura racional para su eterna salvación. El sacrificio de Cristo en la cruz ha sido por pura gracia porque Dios lo ha realizado sin ninguna obligación, por puro amor y de manera gratuita.
Es también gracia la ayuda sobrenatural de Dios que impulsa al hombre a creer en El y luego a perseverar obrando el bien conforme a su voluntad.
Dios también ha dado al hombre otro don, que es el libre albedrío, posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Para que este don sea realmente del hombre, él tiene que poder ejercerlo con todas sus consecuencias. Así cuando Dios infunde su gracia al hombre, el hombre es libre de dejarse mover por la gracia o resistirse a ella.
Al momento de la justificación, el hombre se deja mover cuando cree, pudiendo libremente rechazar la gracia y no creer. Esta elección es una obra de Dios en el hombre, sin que éste sea un mero actor pasivo de la obra divina en su persona, pues dicha obra le capacita precisamente para creer y aceptar la gracia.
Así, Dios da su gracia a todos los hombres. La Escritura da testimonio de que Dios quiere que todos los hombres se salven [2]. La diferencia entre el hombre que decide creer y no creer, no reside en que Dios no quiso derramar su gracia sobre él, sino que este hombre haciendo ejercicio de su libertad aceptó o rechazó las gracias que Dios le concedió y que eran suficientes para su salvación.
Santificación
Una vez el hombre es justificado, no solo le es imputada la justicia de Cristo sino que es realmente “hecho justo”, (regenerado en su interior), y es por tanto una nueva creatura. En este sentido el Espíritu Santo comienza la obra de renovación que no es meramente un legalismo donde al hombre se le declara justo pero sigue siendo pecador, sino que el hombre se va volviendo realmente justo. Este proceso lo llamamos santificación.
En este momento, en y posterior a la justificación, también el hombre sigue teniendo libertad de elegir y puede rechazar la gracia tanto como hacerla fructificar. Esto es lo que explica la parábola de la vid [3], ramas que de permanecer unidas a Cristo producen fruto, unas más, otras menos, otras pueden incluso no producirlos y son cortadas.
Teniendo en cuenta que la colaboración del hombre con la gracia es indispensable, es un error decir que la salvación ocurre sin intervención humana (como pensaban los reformadores protestantes), más bien es correcto decir que la salvación es enteramente de Dios y en segundo lugar enteramente nuestra.
Esta colaboración del hombre con la gracia no puede ser desestimada, no podemos tampoco afirmar de que si el hombre tiene fe seguramente producirá buenas obras, porque esta afirmación excluye la posibilidad del ejercicio pleno del libre albedrío.
De allí que la fe sola no salva, sino la fe que produce obras, o lo que los católicos llamamos de forma abreviada “fe y obras”. La gracia nos mueve a creer y obrar y en ambos casos debemos dejarnos mover. Todo esto en pleno uso de nuestra libertad y en perfecta armonía con el Evangelio, donde las obras no son una moneda de pago donde se compra la salvación al estilo judaico.
No será difícil desde esta perspectiva entender por qué en el juicio todos seremos juzgados por obras, ya que por medio de ellas se verá si realmente dijimos si a la gracia de Dios, creyendo y obrando.
Desviaciones en la doctrina de la gracia
A lo largo de la historia no han faltado desviaciones en la sana doctrina, ya sea sobreestimando o devaluando tanto el papel de la gracia o del libre albedrío en la obra de salvación.
Perspectiva de la salvación según Pelagio
Pelagio era un monje romano-británico que aproximadamente en el año 390 se trasladó a Roma y predicó la no necesidad de la gracia divina y la redención de Cristo. Negó la existencia del pecado original, la necesidad de la gracia para la salvación del hombre. Argumentaba que la corrupción de la naturaleza humana no es innata, sino que se debe a malos ejemplos y hábitos, y a que las facultades naturales de la humanidad no se habían visto afectadas de forma perjudicial por la caída de Adán. Decía que los seres humanos pueden llevar vidas de rectitud moral y, por esta razón, merecen el cielo por sus propios méritos. Afirmó que la verdadera gracia subyace en los dones naturales de la humanidad, incluyendo el libre albedrío, la razón y la conciencia. También predicaba lo que llamaba gracias externas, como la ley mosaica y la enseñanza y ejemplo de Cristo, que estimulan la voluntad “desde fuera”, pero no tenían un poder divino implícito. La fe y el dogma casi no importaban, porque la esencia de la religión era la acción moral. Su creencia en la perfección moral se debía a las influencias que él había recibido del estoicismo [4].
El estoicismo fue la filosofía más influyente en el Imperio romano durante el periodo anterior al ascenso del cristianismo, cuando este era pagano. Los estoicos, como los epicúreos, ponían el énfasis en la ética considerada como el principal ámbito de conocimiento. No es de extrañar que para Pelagio, influenciado por estas corrientes filosóficas, la salvación fuera exclusivamente “por obras”. El hombre podía ganarse el cielo por sus propios méritos haciendo exclusivo uso de su libre albedrío, con el cual podía siempre perseverar en bien.
Perspectiva de la salvación según el protestantismo
Martín Lutero, mencionado en un comienzo, se hizo una controversial figura cuando se separó de la Iglesia Católica predicando que el hombre se salva solo por gracia y por medio de la Sola Fe ( Sola Fides). Las buenas obras para él eran un producto natural de la fe, y hacía énfasis en que no eran necesarias para salvarse. Predicaba que como la salvación es “gracia” que se recibe por medio de la fe, ya no hacía falta nada más, y ya el hombre podía tener una seguridad total de ser salvado. Para él era incompatible decir que si la salvación era “gracia”, eran también necesarias las obras. En sus encendidos sermones, predicaba que podía fornicar 24 veces al día, sin que esto afectara en nada su salvación, pues esta no dependía de él, ya Cristo la había ganado para él, y así como no hizo nada para recibirla (gratuita), ya una vez salvo, no podía hacer nada para perderla. Lutero argumentaba que su posición estaba sustentada en la Escritura, en Romanos 3,28 (“Pues estoy convencido de que el hombre obtiene la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley” ) y Romanos 4,3 ( “Creyó Abraham a Dios y eso le fue tenido en cuenta para obtener la salvación” ).
A partir de entonces, fue básicamente la posición oficial de todas las iglesias protestantes evangélicas surgidas de la reforma, y es incluso la posición actual de una buena mayoría hoy día. Así, encontramos que evangélicos y fundamentalistas nos aseguran tener una absoluta seguridad de ser salvos. Concluyen que Cristo prometió que el cielo es de ellos a cambio de un acto muy simple. Todo lo que deben hacer es, “aceptar a Cristo como su salvador personal” , y asunto acabado.
Otras perspectivas de la salvación según otras comunidades eclesiales protestantes
Aunque después de la Reforma Protestante las iglesias Evangélicas enseñaban que la salvación era exclusivamente por medio de la fe y la imposibilidad de perder la salvación para creyentes justificados, la paz no duró mucho tiempo. Pronto se levantaron detractores de estas doctrinas dentro de sus mismas Iglesias, que sostenían que sí era posible perder la salvación. Aquel movimiento creció, tomó fuerza y hasta hoy continúa el debate entre Iglesias evangélicas.
En el siglo XVII Jacobo Armiño predicó que la libre voluntad humana puede existir sin limitar el poder de Dios o contradecir la Biblia. Se oponía a las doctrinas calvinistas que hacían énfasis en la predestinación.
Arminio afirmaba que la predestinación era bíblica y verdadera, es decir, que Dios había destinado a algunas personas al cielo y a otras al infierno, como se indica por la referencia de Jesús, “ovejas y cabritos”. Pero se centraba en el amor de Dios más que en su poder a la hora de elegir, proceso por el cual Dios eligió a aquellos destinados al paraíso.
Tras la muerte de Arminio, un grupo de ministros que simpatizaban con sus puntos de vista desarrollaron una teología sistemática y racional basada en sus enseñanzas. En su declaración, protesta publicada en 1610, los arminianos afirmaban que la elección estaba condicionada por la fe, que la gracia podía ser rechazada, que la obra de Cristo estaba pensada para todas las personas, y que era posible que los creyentes cayeran en desgracia.
En el Sínodo de Dort o Dordrecht (1618 -1619), los Sumos Calvinistas prevalecieron sobre el grupo de los arminianos y condenaron a los que estaban en desacuerdo con su teoría. El Sínodo de Dort declaró que la obra de Cristo estaba destinada sólo a aquellos elegidos para la salvación, que la gente que creía no podía perder la gracia, y que la elección de Dios no dependía de ninguna condición. Los evangélicos armíñanos fueron entonces totalmente prohibidos en Holanda por el resto de evangélicos calvinistas hasta 1630, y desde entonces no sin reservas hasta 1795. Sin embargo, la tradición arminia se mantuvo en los Países Bajos a finales del siglo XX.
El teólogo británico John Wesley estudió y afirmó la obra de Arminio en su movimiento metodista durante el siglo XVIII en Inglaterra. Para el pueblo, el arminianismo se resume en la idea de que no existe la predestinación y que la gente es libre de seguir o rechazar el Evangelio.
A partir de aquí, muchas Iglesias evangélicas a diferencia de las anteriores, afirman que la salvación no se pierde, sino que “se rechaza”, lo cual, es en esencia, una forma elegante de dar el brazo a torcer, ya que en fin de cuentas, es lo mismo. Alguien que iba camino al cielo ayer, puede estar rumbo al infierno hoy por no obrar conforme a la voluntad de Dios.
Fundamento Bíblico
El hombre no puede salvarse a sí mismo.
Hay numerosos textos bíblicos que hacen referencia al pecado original y a la incapacidad del hombre en estado caído de salvarse a sí mismo:
“En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” Romanos 5,19
“no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente” Salmo 143,2
“¡Si nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate!” Salmo 49,8
“Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre” Salmo 51,7
Estos textos eran presentados por los Padres de la Iglesia a los pelagianos para probarles que el hombre nada puede por sus propios méritos sin ayuda de la gracia.
“Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” Juan 15,5
La Salvación es Gracia
También abundan textos en la Escritura que enfatizan que la salvación no es una gracia que recibamos a cambio de algo, sino producto del amor de Dios:
“[Dios] nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús” 2 Timoteo 1,9
“él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” Tito 3,5
“estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo – por gracia habéis sido salvados – y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios” Efesios 2,5-8
“Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” 1 Timoteo 2,3-4
“Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres,… Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres” Tito 2,11; 3,4
Somos justificados por la Fe
“Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2,8
“Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo” Romanos 5,1
“El justo vivirá por la fe” Romanos 1,17
“Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Porque dice la Escritura: Todo el que crea en él no será confundido. Que no hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan. Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” Romanos 10,9-13
“En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” Juan 5,24
“Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa»” Hechos 16,31
“Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna” 1 Juan 5,13
Colaboración de la libertad humana
Pero así como es un error negar o disminuir el papel fundamental de la gracia tal como lo hace el pelagianismo, también lo es negar la colaboración de la libertad humana en la obra de salvación. Este fue el error fundamental de Lutero, quien en su obra De servo arbitrio coloca al hombre como un ser puramente pasivo y receptor de la gracia.
A diferencia de Lutero creemos que el hombre es enteramente libre, y a cada impulso de la gracia se añade la energía de la voluntad, y es allí cuando se produce el acto saludable (entendiendo este como la obra buena, meritoria de vida eterna). Por supuesto que en realidad es la fuerza de Dios la que causa siempre toda la fuerza del hombre para el bien, pues cuantas veces obramos bien, Dios obra en nosotros y con nosotros para que obremos, pero no sin nosotros.
Mala y flaca exégesis es aquella que fundamenta su doctrina en solo algunos textos ignorando otros. A continuación algunos textos bíblicos que se oponen más frontalmente a la doctrina de Lutero:
“No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!” «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina»” Mateo 7,21-27
Hay muchos textos como este que ponen de relieve que las buenas obras son necesarias para la salvación. Allí Jesús estaba hablando precisamente de aquellos que profesaron con sus labios su fe en Él y le reconocieran como Señor. De estos dice que “No todos entrarán” , refiriéndose a aquellos que “no hicieron la voluntad del Padre” .
Es importante notar que muchos de los que en este texto son reprobados llegaron a profetizar en nombre de Jesús, expulsaron demonios e hicieron milagros. A estas personas Jesús no les dice que mienten, efectivamente hicieron todas esas obras milagrosas en nombre de Jesús . No se salvaron porque no obraron conforme a la voluntad de Dios cumpliendo los mandamientos, y por eso les responde “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!”
La moraleja que debemos aprender es que el verdadero creyente es aquel que “pone en práctica” la Palabra.
“Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo: se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es” Santiago 1,22-24
“Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado” Santiago 4,17
Es frecuente que los protestantes no entiendan bien la posición católica. Ellos suelen ver la necesidad de las obras como una forma de “comprar” la salvación (lo cual es pelagianismo). En el Evangelio encontramos una parábola que puede servir para ayudarles a comprender bien lo que creemos.
“«El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir… Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda” Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos»” Mateo 22,2-3.8-14
La parábola hace referencia a las bodas del Cordero (Jesús y su Iglesia). Los que inicialmente habían sido invitados y no quisieron venir representan a los judíos que rechazaron creer en el Mesías, por lo que el rey mandó a buscar por los caminos a todo el que quisiera asistir (estos representan a los gentiles y paganos).
De todos los invitados muchos aceptaron la invitación y fueron a la boda. Estos que si aceptaron la invitación representan aquellos que profesaron su fe en Jesús y le aceptaron como Señor. Sin embargo, de entre todos los invitados fue encontrado uno sin llevar puesto el “traje de bodas”. Si el invitado no lo tenía puesto no es porque fuera pobre, o no tuviera con que comprarlo, ya que el traje de bodas era suplido por el celebrante. De allí que el invitado se queda callado porque no tenía razón para no tenerlo puesto (no quiso ponérselo)
El traje de bodas que menciona la parábola representa “el traje del hombre nuevo” , la nueva vida que debe llevar todo buen cristiano luego de su conversión. Vida que debe ir acompañada de una obediencia a los mandamientos y una fe que obre por la caridad. Esta idea es reiterada por en todo el evangelio. Cuando el joven rico le pregunta cómo puede hacer para salvarse, Jesús le responde que debe guardar los mandamientos.
“En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? » Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos»” Mateo 19,16-17
Algunos textos donde se enfatiza que aparte de la fe es necesaria la obediencia a Dios y al caridad:
“y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” Hebreos 5,9
“…aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy” 1 Corintios 13,2
“Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad”1 Corintios 13,13
De todos estos textos, quizá el que se opone es el siguiente texto de la epístola de Santiago:
“¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios.» Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino? Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” Santiago 2,14-26
El texto anterior es tan claro que ameritó que Lutero llamara a la epístola de Santiago “la epístola de paja”[5].
Armonizando la Escritura
Hemos visto que hay abundantes textos bíblicos que enfatizan la necesidad de la fe, al igual que otros que enfatizan la necesidad de las obras. Sin una exégesis adecuada pueden encontrarse aparentes contradicciones entre unos y otros. Un ejemplo lo tenemos entre estos dos textos:
“Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” Romanos 3,28
“Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente” Santiago 2,24
Pasajes como Romanos 3,28 en la Escritura hay muchos, en las cartas a los Romanos y a los Gálatas hay abundantes menciones a que la salvación del hombre es por la fe “sin las obras de la ley”, mientras Santiago dice que el hombre se justifica por las obras y no por la fe solamente. La Iglesia siempre nos ha enseñado que para entender la Escritura debemos estudiar el contexto, pues a través de él podemos armonizar los pasajes y entender nos quiere decir cada uno. En Romanos 3,28 no se utiliza la expresión obras, sino “obras de la ley” , porque la Ley de la cual San Pablo habla en todas partes en Romanos y Gálatas es la “Ley Mosaica” , la cual está compuesta no solo de las leyes morales o mandamientos, sino de las leyes ceremoniales, las prohibiciones alimenticias, y era pactada por la circuncisión (Ver Las obras de la Ley y la salvación). Es en este contexto donde San Pablo trataba de dar a entender a los cristianos la no necesidad del cumplimiento de la ley Mosaica. Si analizamos el contexto de estos pasajes veremos que Pablo se encuentra allí en pleno conflicto judaizante, el cual fue el primer problema serio que enfrentó la Iglesia primitiva [6]. Dicho conflicto comienza cuando un grupo de judíos aferrados a la antigua Ley insisten en que los gentiles deben circuncidarse si quieren salvarse. Aquí es donde el apóstol hace hincapié una y otra vez que los cristianos no se justifican “por las obras de la Ley”
“Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros»” Hechos 15,1
Responde San Pablo:
“Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva” Gálatas 6,15
“¿Cuál es, pues, la ventaja del judío? ¿Cuál la utilidad de la circuncisión? ” Romanos 3,1
Lutero malinterpretó estos textos y no diferenció que cuando se hablaba de las obras de la Ley no estaba haciendo referencia a las obras producto de la fe de las que habla el apóstol Santiago. Estas obras tampoco compran la salvación, pero si son requisitos para salvarnos, incluido el cumplimiento de los mandamientos.
No entender de esto de esta manera conduce a la contradictoria doctrina protestante que termina ignorando o dejando en segundo plano todos los textos bíblicos que enfatizan el papel de la libertad humana en la obra de salvación, la cual a cada impulso de la gracia debe responder libremente.
A este respecto explica el Concilio de Trento:
“Cuando dice el Apóstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; se deben entender sus palabras en aquel sentido que adoptó, y ha expresado el perpetuo consentimiento de la Iglesia católicaa; es a saber, que en tanto se dice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de la salvación del hombre, fundamento y raíz de toda justificación, y sin la cual es imposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijos suyos. En tanto también se dice que somos justificados gratuitamente, en cuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificación, sea la fe, o sean las obras, merece la gracia de la justificación: porque si es gracia, ya no proviene de las obras: de otro modo, como dice el Apóstol, la gracia no sería gracia.”
Y más adelante:
“Justificados pues así, hechos amigos y domésticos de Dios, y caminando de virtud en virtud, se renuevan, como dice el Apóstol, de día en día; esto es, que mortificando su carne, y sirviéndose de ella como de instrumento para justificarse y santificarse, mediante la observancia de los mandamientos de Dios, y de la Iglesia, crecen en la misma santidad que por la gracia de Cristo han recibido, y cooperando la fe con las buenas obras, se justifican más; según está escrito: El que es justo, continúe justificándose. Y en otra parte: No te receles de justificarte hasta la muerte. Y además: Bien veis que el hombre se justifica por sus obras, y no solo por la fe. Este es el aumento de santidad que pide la Iglesia cuando ruega: Danos, Señor, aumento de fe, esperanza y caridad”
Algunos textos bíblicos que enfatizan la necesidad de cumplir los mandamientos y hacer buenas obras:
“Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” Mateo 16,27
“Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal”2 Corintios 5,10
“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras. Y el mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras. La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego – este lago de fuego es la muerte segunda -y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego” Apocalipsis 20,12
“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme” . Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna»” Mateo 25,31-46
El criterio que utilizará Cristo para separar “ovejas” de “cabritos”, para definir si nos salvamos o condenamos, será en base a las obras de misericordia que hayamos hecho, las cuales son también gracia, porque Dios al coronar sus méritos corona sus dones.
“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos” Mateo 7,16-17
¿Salvo siempre Salvo?
Otra doctrina que predican muchas iglesias evangélicas hoy día, es que la salvación no se puede perder. Los defensores de esta posición citan muchos textos bíblicos que pueden utilizarse para demostrar que el creyente justificado está en estado de gracia, pero no para demostrar que no puede caer de ese estado. A continuación se analizarán algunos de esos textos:
“En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” Juan 5,24
Los protestantes deducen como el que “cree” tiene “vida eterna” , por el hecho mismo de ser eterna está asegurada. Aunque la expresión “vida eterna” si hace referencia a un estado de gracia que conducirá a la salvación (en caso de morir), este no implica que la persona no pueda caer de este estado por medio del pecado. Un ejemplo lo tenemos en el siguiente texto bíblico:
“Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él”1 Juan 3,15
En el pasaje anterior Juan está hablando de alguien que tenía vida eterna, pero como ha comenzado a guardar resentimientos contra su hermano. Una vez ya ha cedido a guardar odio en su corazón esta vida eterna ha dejado de ser “permanente” . De allí que a continuación nos exhorte a que para que permanezcamos en la vida
“Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” 1 Juan 3,17-18
Textos como este demuestran que no necesariamente por haber estado en el amor, se puede permanecer en él. Es evidente que nadie puede dejar de pertenecer a algo a lo que no haya pertenecido antes. Quizá una explicación más diáfana la podemos encontrar en la parábola de la Vid. Allí se representa metafóricamente a los creyentes como ramas unidas al tronco del árbol (Cristo). La gracia es representada por la sabia que fluye a las ramas (nosotros) y sin la cual no pueden dar fruto. Las ramas no están unidas de manera inseparable al árbol, y por eso incluso si dejan de producir fruto son cortadas:
“ Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” Juan 14,4-6
“«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” Juan 15,1-2
“ Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden” Juan 15,6
Más adelante al terminar la parábola Jesús explica como permanecer en El:
“ Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” Juan 15,10
Otro pasaje muy utilizado por protestantes para afirmar que la salvación no se puede perder es el siguiente:
“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno»” Juan 10,27-30
Este texto puede utilizarse para probar que nadie puede separarnos del amor de Dios, pero no que nosotros mismos no podemos por medio de nuestra desobediencia.
“Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando Yahveh tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida…” Deuteronomio 3,15
Hay abundantes textos en la Escritura que enfatizan que hay que perseverar hasta el fin en el bien para salvarse.
“Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará” Mateo 24,12-13
“…Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2,10
“Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no le salvará el día de su perversión, ni la maldad del malvado le hará sucumbir el día en que se aparte de su maldad. Pero tampoco el justo vivirá en virtud de su justicia el día en que peque. Si yo digo al justo: «Vivirás», pero él, fiándose de su justicia, comete la injusticia, no quedará memoria de toda su justicia, sino que morirá por la injusticia que cometió. Y si digo al malvado: «Vas a morir», y él se aparta de pecado y practica el derecho y la justicia, si devuelve la prenda, restituye lo que robó, observa los preceptos que dan la vida y deja de cometer injusticia, vivirá ciertamente, no morirá. Ninguno de los pecados que cometió se le recordará más: ha observado el derecho y la justicia; ciertamente vivirá. Los hijos de tu pueblo dicen: «No es justo el proceder del Señor.» El proceder de ellos es el que no es justo. Cuando el justo se aparta de su justicia para cometer injusticia, muere por ello. Y cuando el malvado se aparta de su maldad y observa el derecho y la justicia, vive por ello. Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Yo os juzgaré, a cada uno según su conducta, casa de Israel” Ezequiel 33,17-20
Y de igual manera otros en donde se pone de relieve que podemos perder la salvación:
“Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado”1 Corintios 9,25-27
“Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación” Filipenses 2,12
“¿cómo saldremos absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron” Hebreos 2,3
En el capítulo 11 de la carta a los Romanos San Pablo exhorta a los creyentes a no vanagloriarse. Muchos de los nuevos cristianos debieron haberse engreído y menospreciar a quienes fueron antes el pueblo escogido de Dios. En este mismo capítulo compara al pueblo de Dios un terreno donde somos plantados los creyentes. Los judíos son llamados las “ramas naturales” y nosotros “olivo silvestre” . La moraleja de todo el texto es que así como los judíos fueron desgajados por su incredulidad, así también nosotros podemos serlo si no nos mantenemos en la bondad (palabras que no tendrían sentido si la salvación no se pudiera perder)
“Que si algunas ramas fueron desgajadas, mientras tú – olivo silvestre – fuiste injertado entre ellas, hecho participe con ellas de la raíz y de la savia del olivo. Pero dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. ¡Muy bien! Por su incredulidad fueron desgajadas, mientras tú, por la fe te mantienes. ¡No te engrías!; más bien, teme. Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, no sea que tampoco a ti te perdone. Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron, bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que si no, también tú serás desgajado” Romanos 11,17.19-22
NOTAS
[1] La creación, los dones del orden natural como la salud del cuerpo y del espíritu
[2] 1 Timoteo 2,4
[3] Juan 15
[4] El estoicismo derivaba de una escuela de filosofía occidental, fundada en la antigua Grecia. La filosofía estoica se desarrolló a partir de la de los cínicos, cuyo fundador griego, Antístenes, fue discípulo de Sócrates.
[5] A este respecto escribió Lutero “Hay que distinguir entre libros y libros. Los mejores son el evangelio de S. Juan y las epístolas de S. Pablo, especialmente la de los Romanos, los Gálatas y los Efesios, y la 1ª epístola de S. Pedro, estos son los libros que te manifiestan a Cristo y te enseñan todo lo que necesitas para la salvación; aunque no conozcas ningún otro libro. La epístola de Santiago, delante de éstas, no es más que paja, pues no presenta ningún carácter evangélico” Prólogo del Nuevo Testamento de 1546 (Bibel VI, 10)
tomado de http://infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/1103130255-gracia-y-libertad