AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
CONTEXTO GENERAL
Desde la época de los patriarcas el hombre era dueño absoluto, sacerdote
y maestro en el hogar. Toda la instrucción en el campo de la fe del
pueblo de Israel corría a cargo del padre de familia.
La palabra “padre” viene del griego “patér” que significa nutridor,
protector o sustentador. También está relacionado con el término bíblico
“oikodespotes”, que denota como el “señor de la casa” o “jefe de
familia” (Marcos 14,14).
Por su parte, la mujer hebrea o judía siempre era considerada como
“menor de edad”. Si era joven estaba sujeta a la autoridad del padre, y si
era casada a la del esposo, a quien tenía que llamar como “señor” en
señal de respeto e importancia. Del mismo modo, si era viuda le
pertenecía a su primer hijo, ya que la progenitura del griego prototokai,
involucraba preeminencia y autoridad en la familia (Génesis 27,29; 49,3).
El hijo mayor tenía que ser el soporte moral y económico de la casa
cuando faltara el progenitor.
Sólo eran respetadas si tenían hijos, preferiblemente varones; de lo
contrario eran menospreciadas. El talmud (libro religioso e histórico del
judaísmo) decía: “Dichoso del que tiene hijos varones, y desdichado del
que tiene mujeres”.
Una hija era una pesada carga económica para algunos padres, porque
tenían que encontrarle cónyuge, y no podían contar con que los cuidaran
en la vejez. Por eso, eran consideradas como bienes que se venden a los
pretendientes que las compran, lo mismo que un esclavo.
Las obligaciones familiares de una madre (meter en griego) consisten en
el cuidado de los hijos menores, la educación de las hijas para su futura
misión como esposas y madres, la administración de la casa y la fiel
observancia de las prescripciones rituales.
La mayoría de las mujeres israelitas de la época daban mucho valor a
tener un hijo que se convirtiera en alguien importante, sobre todo un
profeta (Lucas 11,27-28).
EL CAMPO RELIGIOSO
Dice el apóstol San Pablo que “cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a
su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés” (Gálatas
4,4).
Veamos a ver los preceptos del judaísmo que se cumplieron en el
nacimiento, la infancia y la adolescencia de Jesús:
EVANGELIO DE LUCAS 2,21-47.
(Verso 21): La circuncisión del griego peritome, era un rito que había
sido ordenado por Yahweh Shaddai a Abraham y a sus descendientes
varones, como señal del pacto con Él (Génesis 18; Hechos 7,8; Romanos
4,11). De ahí que los israelitas eran vistos como los “circuncisos”,
mientras que los “gentiles” o “paganos” como “los incircuncisos” (Jueces
15,18; 2 Samuel 1,20), estableciendo la diferencia entre los unos y los
otros; aunque no necesariamente en forma de desprecio (Romanos 2,26;
Efesios 2,11).
El niño hebreo tenía que ser circuncidado a los ocho días de nacido
momento en el cual se le imponía el nombre, esto se hacía en el seno del
hogar pasando por el ancestral ritual del “brit milá” o circuncisión por el
padre de familia (Levítico 12,3).
Mediante la circuncisión, el varón israelita queda incorporado al pueblo de
Dios, se trata de un sello o una marca en la carne. Para las niñas había
que esperar quince días para que se le impusiera el nombre.
(Versos 22-24): Otros dos ritos diferentes se juntan en esta visita al
santuario de la ciudad de Dios:
Las mujeres judías después de la menstruación o de un parto debían
purificarse, del griego katharismo; porque la pérdida de sangre la
hacía impura, por eso tenía que esperar treinta y tres días si es niño
y sesenta y seis si es niña. La purificación establecida en el libro del
levítico apuntaba directamente a la pureza ritual y cultural, pero no
estaba relacionado con el aspecto moral.
Además tenía que ofrece un sacrificio consistente en un cordero o
un cabrito de un año. Si un israelita era muy pobre se aceptaba dos
tórtolas o dos pichones (Levítico 12,1-8). Pero si todavía era aún
más pobre, se le permitía presentar un poco de “flor de harina”, que
era la más selecta con la que se servía a los invitados de honor
(Levítico 5,7.11; Génesis 18,6).
El otro ceremonial era la consagración a Yahvé del hijo primogénito,
que tiene su raíz del griego prototokos (de protos, primero, y
tikto, engendrar). Otra traducción más apegada al griego koiné
sería: “Todo varón que abre la matriz será llamado santo”.
Hay que tener en cuenta también que en el judaísmo todo primer
fruto, tanto de humanos, como de animales y vegetales, pertenece
al Señor (Éxodo 13,2).
(Verso 39-40): Sobre la infancia de los niños judíos era la costumbre que
asistieran desde los seis años a las sinagogas para el aprendizaje de la
torá que se traduce “lo que se enseña”, que son los cinco libros del
pentateuco atribuidos a Moisés; a los 10 el estudio de la mishná, o los
comentarios de los textos veterotestamentarios hechos por los rabinos (o
maestros de las Santas Escrituras), a los 13 eran considerados como
mayores de edad, y por lo tanto responsables del cumplimiento de de los
613 preceptos la religión judía. Según el Talmud, los votos de un varón
de trece años son legales, lo cual es el resultado de ser un “hombre”
como se lo requiere en el libro de los Números 6,2.
La ceremonia llamada bar mitzvá, “hijo de los mandamientos”; que
realiza todo joven judío a la edad de trece años más un día, viene de un
término que denota que se alcanza la madurez religiosa y jurídica,
además apto para leer los rollos sagrados en hebreo. A partir de este
momento, los jóvenes pasan a ser considerados, según la halajá o ley
judía, responsables de sus actos. Celebrar el bar mitzvá en una
sinagoga testimonia que el adolescente tiene alguna instrucción religiosa
básica. Hay que aclarar que este ritual no existía en los tiempos bíblicos,
solo desde el siglo XV llegó a ser una costumbre en el judaísmo.
(Versos 41-42): Observamos como la “sagrada familia” cumplía a
cabalidad todos los preceptos de la ley mosaica (Éxodo 23,14 ss). Los
israelitas se presentaban al templo de Jerusalén para dar gracias a
Yahvé por los beneficios recibidos, en las tres festividades principales
del año: Pascua, Pentecostés y la de los Tabernáculos. Los que vivían
lejos de la llamada Ciudad de Dios podían ir una sola vez al año o incluso
una cada varios años. Las familias pobres harían este viaje a pie, y los
hijos acompañarían a sus padres. A los doce años el adolescente empieza
a estar sometido a los mandatos religiosos, entre otros a la peregrinación
obligatoria a la Ciudad Santa en estas festividades.
(Versos 43-45): La familias hebreas viajaban en grupos acompañados de
sus parientes y amigos, pero la costumbre imponía que las mujeres vayan
separadas de los hombres. Los niños iban en el medio o bien en
cualquiera de ambos grupos De hecho la distancia entre Jerusalén y
Nazaret es de 140 kilómetros, y los peregrinos solían recorrer unos 30
kilómetros por día, es decir cinco días de camino, deteniéndose a mitad
de la jornada unas dos horas para comer todos juntos. Es aquí donde se
dan cuentan José y María que no aparece su joven hijo.
(Versos 46-47): Los jóvenes judíos a la edad de Jesús eran admitidos a
estas reuniones, y podían tomar parte de la discusión. En el templo de
Jerusalén había tres grandes salas abiertas al pueblo durante las fiestas.
En éstas se juntaban los doctores de la ley para dar al pueblo enseñanzas
religiosas. El maestro procedía por preguntas, ponía una cuestión o
proponía una dificultad. Los más instruidos daban la respuesta, que el
doctor discutía, aprobaba o corregía. A propósito de esto, el Talmud ha
conservado el recuerdo de dos adolescentes judíos, uno de 16 años y el
otro de 14, cuyas respuestas fueron tan acertadas, que fueron invitados
por los doctores a dejar los bancos de discípulos y a tomar asiento entre
ellos. Tal cual como sucedió con el mismo joven Jesús.
LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
Vamos a leer este pasaje del evangelio de Lucas que algunos biblistas
han querido llamar también como la parábola del “padre misericordioso”,
haciendo una exegesis para aproximarnos a la forma como un judío de la
época de Jesús lo entendería.
LUCAS 15,11-32.
(Versos 11-12): La ley de los hebreos preveía que los hijos primogénitos
heredaban el 50% de los bienes del padre, la otra mitad era repartida en
partes iguales entre los otros hermanos. En este caso al hijo mayor le
correspondería dos terceras partes de la herencia paterna (Deuteronomio
21,15-17), y aunque la división de la fortuna se podía hacer en vida, los
hijos no accedían a ella hasta después de la muerte del padre
(Eclesiástico 33,20-24). En este caso se hizo una excepción especial.
(Verso 13): Salir a un país extranjero para juntarse con personas pagana
y politeístas, era dejar la nación santa de Israel y su verdadera religión;
con el agravante de que en este caso fue para llevar una vida de
libertinaje.
(Versos 14-16): Este personaje de la parábola no pudo haber caído más
bajo, ya que se ve obligado a trabajar cuidando una pira de cerdos. Hay
que tener en cuenta que los porcinos son los animales más “impuros”
para la cultura judía. Con el apelativo de “cerdo” los paganos se dirigían a
ellos en forma déspota.
En los versículos del (17-19), se cumplen los tres pasos importantes de
una verdadera confesión de pecados de acuerdo a la doctrina moral de la
Iglesia Católica:
- Este joven hace un examen de conciencia sobre la desgracia que
está viviendo, por la misma libertad de sus actos mal encaminados. - Realiza una confesión personal por sus culpas con un corazón
contrito (dolor por haber ofendido a un padre tan bueno). - El mismo se pone la penitencia para regresar a la casa paterna.
(Verso 20): En este caso el hijo menor estaba tomando un riesgo muy
grande, ya que la ley de Moisés contemplaba que todo hijo que llevara
una vida de rebeldía, libertinaje o borracheras; podía ser denunciado por
su padre a los ancianos de la ciudad, para morir apedreado por los
hombres de la comunidad en la plaza pública (Deuteronomio 21,18-21).
La severidad del castigo hace evidente la importancia del mandamiento
de “honrar a los padres de familia”, en una sociedad patriarcal como la
israelita.
(Versos 22-24): Con la actitud del “padre compasivo” que tuvo con el hijo
que llega nuevamente al hogar, hay cuatro aspectos importantes de anotar:
El mejor traje simbolizaba revestirse de una nueva personalidad.
El anillo en la mano, quiere decir el compromiso de volver a cumplir las
órdenes del padre.
Las sandalias en los pies, para caminar rectamente en los caminos del
Señor.
La fiesta, porque todo acontecimiento importante a nivel familiar, social
o religioso era celebrado con un banquete, el baile y la música.
(Verso 28): Ante la actitud hostil del hijo mayor, el padre de familia de esta
historia, es quien toma la iniciativa de hablar con su primer descendiente.
(Versos 29-30): En los actos de ambos hermanos, el Señor Jesús quería
representar a los judíos de su época:
El hijo mayor está conformado por los “fariseos” y “publicanos”, que se
consideraban justos porque cumplían todos los preceptos de la ley,
dejando a un lado la compasión con los demás.
El hijo menor son los “publicanos” y “pecadores” a los cuales llamó el
Mesías para heredar el “reino de los cielos”.
(Verso 31): Tiene razón el padre, pues al haber repartido ya la herencia, a
este hijo le correspondió la mejor parte.
(Verso 32): El progenitor justifica su actitud con las dos mismas razones que
dio antes de empezar la fiesta de bienvenida con el hijo prodigo. Además a
diferencia del vástago mayor que se refiere a su hermano de sangre como
“ese hijo tuyo” (30); el padre por el contrario le devuelve su condición de
“hermano” suyo, reintegrándolo nuevamente al seno familiar.
Con este último versículo terminamos esta parábola que ha sido llamada
también como el “evangelio de los evangelios”.