HAY SECTAS A LAS CUALES MOLESTA LAS CARTAS DE SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA QUE COMO NO TIENEN ARGUMENTO PUES DICEN QUE SON FALSAS. ESTA ES LA VERDAD ACADEMICA:
Definitivamente los sectarios cuando no pueden refutar algo lo declaran “ falso” ese es un método que hasta en la política hoy los que no tienen argumentos utilizan. Las Cartas de San Ignacio fueron conocidas en todo el mundo desde la época de San Policarpo (a quien quieren desaparcer también) de Origenes y del Eusebio de Cesarea, solo que se conocían unas versiones latinas donde definitvamente había interpolaciones posteriores. Era imperaativo encontrar la versión Griegas de estas cartas.
El descubrimiento y la identificación de las cartas de Ignacio mas antiguas que las conocidas se produjeron a lo largo de los siglos XVI y XVII, tras un arduo y polémico proceso. La temática Catolica de las cartas soliviantó los ánimos de teólogos protestantes como Juan Calvino, que las impugnaron enérgicamente.
La polémica entre católicos y protestantes continuó hasta el siglo XIX, en que se alcanzó un consenso sobre cuántas cartas, cuáles y en qué medida fueron escritas realmente por Ignacio. Desde entonces, la opinión mayoritaria, pero no indiscutida, es que Ignacio escribió cartas a las comunidades cristianas de Éfeso, Magnesia del Meandro, Trales, Roma, Filadelfia y Esmirna, además de una carta personal al obispo Policarpo de Esmirna, otro «padre de la Iglesia» y también «padre apostólico». Los escritos de Ignacio están próximos en el tiempo a la redacción de los evangelios y una parte de la investigación ignaciana está centrada en esclarecer su relación con ellos. Las cartas ofrecen, además, valiosos indicios sobre la situación de las comunidades cristianas a finales del siglo I y comienzos del siglo II.
La estela de Ignacio en la literatura cristiana, además de larga, empieza de forma inmediata. Tras el embarque en Tróade, Policarpo escribió una carta, quizá dos,41 a la comunidad de Filipos. Con ella respondía a una solicitud de los filipenses que querían disponer de una copia de la correspondencia de Ignacio. Policarpo recababa, además, noticias:
“Me habéis escrito, tanto vosotros como Ignacio, para que, si alguno fuese a Siria, llevase también consigo vuestras cartas: lo haré si encuentro el tiempo oportuno sea personalmente sea por medio de un embajador que envío por vosotros. Os enviaré también, tal como habéis solicitado, las cartas de Ignacio: las que nos envió a nosotros, así como las demás que poseemos. Estas mismas vienen a continuación [debajo] de esta carta. De ellas podéis sacar gran provecho. Contienen fe y perseverancia y toda edificación que se refiere a nuestro Señor. Y del mismo Ignacio y de aquellos que están con él, dad a conocer lo que lleguéis a saber con certeza.”
Ad Flp. 13
Esta carta enlaza las biografías de Ignacio y Policarpo más allá de su aspecto histórico, pues las investigaciones posteriores han tenido que considerar las interdependencias. Aquellos que han negado la autenticidad de las cartas de Ignacio se han visto obligados a negar también la de Policarpo. Sucede además que la tradición textual de la «Carta a los filipenses» ha dado pie a interminables discusiones desde el siglo XVII porque algunos capítulos se conservan en el original griego pero otros se conocen sólo por una traducción latina que arroja dudas interpretativas sobre el tiempo verbal de los sucesos. Así mientras en el capítulo 9 habla en pasado: «… visteis con vuestros ojos a Ignacio» (Ad Flp. 9, 1), la cita del capítulo 13 concluye con una frase latina en tiempo presente. «Dadme noticias de Ignacio y de aquellos que con él están.» (Ad Flp. 13). De cualquier modo, esta «Carta a los filipenses» es el testimonio más antiguo que se conserva.
La siguiente mención es obra de un testigo indirecto pero igualmente privilegiado que había conocido en su juventud a Policarpo. En su obra «Adversus haereses», Ireneo de Lyon menciona a Ignacio y transcribe un fragmento de su «Carta a los romanos» (Ad Rom. 4, 1).
Y por esto también la aflicción es necesaria para los que se salvan, para que algunos, al ser despedazados y amasados, por la paciencia, con el Verbo de Dios y horneados al fuego, sean dignos del banquete del Reino, como dijo uno de los condenados al testimonio (dado) a Dios ante las fieras: «yo soy trigo de Dios y soy despedazado por los dientes de la fieras para ser encontrado cual pan puro de Dios» (Adversus haereses V, 28, 4).
Más tarde, en el siglo III, Orígenes menciona a Ignacio en la Homilía VI sobre el Evangelio de Lucas y cita un pasaje de su «Carta a los efesios» (Ad Eph. 19, 1), ofreciendo además un dato biográfico que no viene en las cartas.
Bellamente se escribe en una de las cartas de un mártir. Me refiero a Ignacio que fue segundo obispo de Antioquía, después del bienaventurado Pedro: (Homilías al Evangelio de Lucas VI, 4) (PG 13, 1814).42
Tenemos tambien a Eusebio de Cesarea, que los consignó debidamente en su obra. También tuvo en su poder una copia de las cartas, según se desprende de los fragmentos que transcribe. Eusebio habla de Ignacio en dos capítulos de su «Historia Eclesiástica».43 El primero de los textos es una referencia muy breve sobre el orden de sucesión en la Iglesia de Antioquía. Eusebio de Cesarea afirma que Ignacio era muy conocido en su época (HE III, 22), incluso «el varón más célebre» (HE III, 36) El otro pasaje de Eusebio describe el viaje de Ignacio, enumera sus cartas en el orden en que se conocen hoy y recoge los testimonios conocidos. El pasaje de Eusebio es, por tanto, el más completo de todos y resume casi todo lo que se sabe.
Hay datos fidedignos de que inmeditament después de la muerte de Ignacio, quedaron sus escritos y la memoria viva de los que le habían conocido. La iglesia de Filipos quiso disponer de una copia de sus cartas. El resto de las iglesias debió de hacer lo mismo. De esta forma, y al igual que había sucedido medio siglo antes con las cartas de Pablo, se formaron diferentes colecciones que en algún momento de la confusa Edad Media, se perdieron todas Durante varios siglos, el único resto de su obra fueron los fragmentos consignados por los padres de la Iglesia (prueba de que Ignacio escribió y existio)
Tenemos prueba comprobables de que:
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A) Tras el embarque en Tróade, Policarpo escribió una carta, quizá dos,41 a la comunidad de Filipos. Con ella respondía a una solicitud de los filipenses que querían disponer de una copia de la correspondencia de Ignacio. Policarpo recababa, además, noticias:
“Me habéis escrito, tanto vosotros como Ignacio, para que, si alguno fuese a Siria, llevase también consigo vuestras cartas: lo haré si encuentro el tiempo oportuno sea personalmente sea por medio de un embajador que envío por vosotros. Os enviaré también, tal como habéis solicitado, las cartas de Ignacio: las que nos envió a nosotros, así como las demás que poseemos. Estas mismas vienen a continuación [debajo] de esta carta. De ellas podéis sacar gran provecho. Contienen fe y perseverancia y toda edificación que se refiere a nuestro Señor. Y del mismo Ignacio y de aquellos que están con él, dad a conocer lo que lleguéis a saber con certeza.
Ad Flp. 13
Esta carta enlaza las biografías de Ignacio y Policarpo más allá de su aspecto histórico, pues las investigaciones posteriores han tenido que considerar las interdependencias. Aquellos que han negado la autenticidad de las cartas de Ignacio se han visto obligados a negar también la de Policarpo. A este paso se niega hasta la ileada y la Odisea!
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B) La siguiente mención es obra de un testigo indirecto pero igualmente privilegiado que había conocido en su juventud a Policarpo. En su obra «Adversus haereses», Ireneo de Lyon menciona a Ignacio y transcribe un fragmento de su «Carta a los romanos» (Ad Rom. 4, 1).
Y por esto también la aflicción es necesaria para los que se salvan, para que algunos, al ser despedazados y amasados, por la paciencia, con el Verbo de Dios y horneados al fuego, sean dignos del banquete del Reino, como dijo uno de los condenados al testimonio (dado) a Dios ante las fieras: «yo soy trigo de Dios y soy despedazado por los dientes de la fieras para ser encontrado cual pan puro de Dios» (Adversus haereses V, 28, 4).
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C) Más tarde, en el siglo III, Orígenes menciona a San Ignacio en la Homilía VI sobre el Evangelio de Lucas y cita un pasaje de su «Carta a los efesios» (Ad Eph. 19, 1), ofreciendo además un dato biográfico que no viene en las cartas.