MURIO DIOS EN LA CRUZ?
La Iglesia enseña que “la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona
divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a “uno
de la Trinidad” -Catecismo #470:
470 Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación “la naturaleza humana ha sido
asumida, no absorbida” (GS 22, 2), la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los
siglos, la plena realidad del alma humana, con sus operaciones de inteligencia y de
voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero paralelamente, ha tenido que recordar en
cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona
divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella proviene de “uno
de la Trinidad”. El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal
de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente
las costumbres divinas de la Trinidad (cf. Jn 14, 9-10): «El Hijo de Dios […] trabajó con
manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó
con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de
nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado» (GS 22, 2).
La segunda persona de la Trinidad asumió la naturaleza humana de manera que todo lo
que le ocurre a Jesús (nacer, sufrir, morir, etc) se le atribuye a su persona que es divina.
Hay una verdadera unión. Así lo enseña el Catecismo: “… todo en la humanidad de
Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto… no solamente
los milagros sino también los sufrimientos y la misma muerte”
Catecismo #468.
468 Después del Concilio de Calcedonia, algunos concibieron la naturaleza humana de
Cristo como una especie de sujeto personal. Contra éstos, el quinto Concilio Ecuménico,
en Constantinopla, el año 553 confesó a propósito de Cristo: “No hay más que una sola
hipóstasis [o persona] […] que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad” (Concilio de
Constantinopla II: DS, 424). Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser
atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cf. ya Concilio de Éfeso: DS, 255),
no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cf. Concilio de Constantinopla II:
DS, 424) y la misma muerte: “El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor
Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la Santísima Trinidad” (ibíd.,
432)
Habacuc 1:13 enseña que Dios no puede ver el pecado.
““2.Mi Dios, mi Santo ¿no eres tú el Yahvé de antes que no puede morir? ¿Has hecho de
este pueblo, oh yagé, el instrumento de tu justicia? ¿Acaso lo has escogido, Roca mía,
¿para corregirnos? 13.Tus ojos son puros y no soportas el mal y ni puedes ver la opresión.
¿Por qué, entonces, miras a los traidores y observas en silencio cómo el malvado se traga
a otro más bueno que él?”
Cuando Jesús muere en la cruz, lo hace como un sacrificio de sangre por el pecado, hasta
el punto de convertirse en pecado por nosotros, con toda nuestra culpa sobre Él II Corintios
5: “21.A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser
justicia de Dios en él.”
¿Es correcto pensar que “Dios murió”? Vamos a razonar:
“Hay personas que piensan que, así como hay una muerte humana para los humanos,
aparentemente hay una muerte divina para Dios, y eso fue lo que pasó en el Calvario”.
Pero esta analogía es ABSURDA. La muerte es un concepto que solo funciona dentro del
contexto de una creación. Se necesita una existencia finita y limitada para que dicha
existencia termine en la muerte. Pensar en una “muerte divina” de manera idéntica a la
“muerte humana” es, probablemente, una idea incoherente.
Esto es precisamente donde las definiciones del Concilio de Calcedonia entran en juego, la
teología de la encarnación de Calcedonia pone que, por la encarnación, el Hijo de Dios
tuvo en unión personal de su naturaleza y su divinidad en una naturaleza humana
completa, y por lo tanto existió como una única persona hombre-Dios. Él no dejó de ser
Dios, sino que tomó la naturaleza humana en una unión hipostática (personal) consigo
mismo. Hizo suya esa humanidad, y en esa humanidad adueñada se apropió de la muerte
humana y real. Murió la única muerte que existe, nuestra muerte.
Cuando nos basamos y declaramos la Encarnación del Verbo en esta manera, implicamos
que en la frase “Dios ha muerto”, el sujeto “Dios” significa “la segunda Persona de la
Trinidad, Dios el Hijo”. Cada una de las tres Personas es Dios, pero son distintas Personas
en su relación interpersonal entre sí. El Hijo no es una tercera parte de Dios, o parte de
Dios, o la versión buena de Dios, sino simplemente Dios. Dios (el Padre) ha amado tanto al
mundo que dio a su Hijo único, y por lo tanto Dios (el Hijo, uno en la Trinidad) murió en la
cruz. Calcedonia ya nos proporciona la cristología desde una perspectiva trinitaria, y esto
no tiene sentido sin aceptar la teología de la Trinidad.
Cuando decimos: “Dios murió” también podemos decir en esta forma más explicativa: “la
segunda Persona eterna de la Trinidad, Dios el Hijo, tomó en unión personal consigo
mismo una naturaleza completamente humana, sin confundirla, sin cambiarla, dividirla, o
separarla de su naturaleza divina eterna, a través de la cual experimento la muerte De
todas formas, no hay engaño cuando decimos “Dios murió”. La frase más larga es lo que
significa la más corta, y ambas son verdaderas en la medida que se definen entre sí.
“El ángel se acercó a las mujeres que llevaban mirra en la tumba y dijo: / La mirra es
apropiada para los muertos, / pero Cristo se ha mostrado ajeno a la corrupción. “ Troparion
Viernes Santo