QUE PECADOS SE PERDONABAN EN LA ANTIGUA LEY?
No muchos estudiosos de la Escritura se dan cuenta de que el Sistema Sacrificial Litúrgico
que el Señor entrego al Pueblo de Israel NO perdonaba muchos pecados, en último caso
los cubrían. De ahí la furia de los Fariseos cuando Jesús le dijo al Paralitico (San Marcos 2)
“tus pecados te son perdonados” a nosotros nos suena normal, pero desconocemos que
para un judío piadoso constituyen una blasfemia, pues para ellos solo Dios podía perdonar
los pecados y aun todos no lo eran.
El sistema de sacrificio era primordialmente (aunque no completamente) establecido por el
Señor con el propósito de Adoración y la expiación de los pecados, pero no todos los
podían ser expiados…no todos los pecados podían ser cubiertos por el sacrificio de
animales. Nosotros tenemos la ventaja en la Nueva Alianza de que TODOS los pecados
(menos el pecado contra el Espíritu Santo), bajo toda circunstancia posible, son cubiertos
por la pasión de Jesús en la cruz.
Cómo el sistema Levítico de sacrificio NO proveía expiación para algunos pecados, pero sí
para otros, cual es cuál? ¿Qué pecados alguien podía cometer para el cual el sistema
Sacrificial no ofrecía expiasion?
La Torá es muy clara con eso: pecados intencionales (en general) no podían ser expiados.
A veces nosotros vamos a ver palabras usadas en la Biblia para describir esta categoría de
pecados como “mayores”, o “grande”. La idea es que hay una categoría de pecado por la
cual no hay excusa ante los ojos de Dios. Estos pecados eran los pecados premeditados.
Estos pecados involucraban el negar ya sea la verdad de las Sagradas Escrituras o la
justicia de Dios, o incumplir a consciencia las leyes y ordenanzas que Él dio a Moisés.
Estos eran pecados de puro desafío en contra del Rey del Universo.
Estos pecados eran planificados, o cometido con total negligencia; ósea, cometiendo un
pecado que sabían que era una ofensa seria, pero que de cualquier manera lo hacían
(¿acaso alguien ha hecho eso recientemente?).
Lo único que el sistema de sacrificio expiaba era pecados NO-intencionados, los que no
eran considerados “pecados mayores”.
De ahí vienen nuestra categoría de “pecados mortales y veniales”. Uno se perdona el
simple arrepentimiento y el otro la confesión que es uno de los beneficios de la Acción
Sacerdotal de Jesús y de su Sacrificio.
La Ley Bíblica lo dejo bien claro para los Israelitas: el asesinato de un ser humano cae en
dos categorías básicas, justificado o no justificado. El matar justificadamente no era
asesinato. Muerte justificada sería, por ejemplo, el coger a un ladrón DESARMADO en la
casa POR LA NOCHE, y no tener manera alguna de hacer un juicio rápido en lo que
respecta al nivel de peligro que este ladrón te pone a ti y a tu familia, y por lo tanto lo
matas. En la Ley de la Torá, tú estabas justificado en matarlo porque estabas supuesto a
protegerte y también proteger a tu familia.
El matar a un ladrón DESARMADO durante las horas del día, cuando uno pudiese discernir
si el ladrón es un criminal peligroso y si estaba armado, es injustificado. El tomar su vida,
en este caso, tenía que ver solo acerca de la protección de la propiedad, y Dios no permite
ese intercambio…vida por propiedad. Cualquier hebreo sabría eso, por lo tanto, el matar
injustificado era un pecado intencional y NO estaba cubierto por la expiación del sacrificio:
el matar justificadamente NO era intencional, por lo que ESTABA cubierto por la expiación
del sacrificio.
Otro ejemplo: adulterio. Si un hombre casado tenia sexo con una mujer casada que no era
su esposa, esto era un pecado intencional. Ambos sabían la Ley en lo que respecta a este
asunto, o al menos debían de saberlo porque la prohibición en contra del adulterio era de
conocimiento común. El mismo no era accidental ni era un error, y ciertamente no era
justificable. Por lo que, esto NO estaba cubierto por el sistema de sacrificio, y la expiación
NO se podía hacer. Esas personas eran usualmente cortadas…ejecutadas por este
pecado. Y, de hecho, la ejecución (por lo general era apedrear) era considerada matar
“justificable”.
Así que, ¿qué sucedía con aquellos que no podían hacer expiación de sacrificio por sus
pecados, porque los pecados que ellos cometieron eran clasificados como intencionales?
Ellos eran entregados a la otra parte del sistema de justicia de Dios, las maldiciones de la
Ley.
Según hemos establecido TODOS los pecados no intencionales podían ser remediados
con el sacrificio adecuado, PERO NINGÚN pecado intencional podía ser cubierto por el
sistema de sacrificios; ahora era cuestión de las maldiciones de la Ley. Yo no estoy
hablando de la Ley en un sentido “difuso”, o de algún sistema de justicia criminal local. Yo
estoy hablando de la Ley Bíblica como es encontrada en la Torá.
Para obrar en justicia algunos pecados no intencionados requerían restauración en adición
al sacrificio, por ejemplo, si un burro de un hombre se lastimaba una pierna en un hoyo que
tú habías hecho y habías fallado en no cubrirlo, tendrías que hacer un sacrificio de animal
en el Tabernáculo, pero tenías que hacer restitución al hombre por la pérdida del burro. Al
hacerlo, tu habías hecho la paz con Dios y justamente compensado la parte perjudicada
por tu error.
Pero este sistema de satisfacción divina tenía un gran problema, la Torá NO proveía un
camino para que un Israelita se reconciliara con Dios. Por lo que, con el tiempo, los
escritores de las Tradiciones judías se hicieron cargo de esto. Tú puedes leer en el Talmud
toda clase de remedio para este aparente problema sin solución. Después de todo, ¿Quién
quiere cometer uno de estos grandes pecados, y luego ir por la vida sabiendo que su
destino es uno del que no puedes escapar? Los grandes eruditos y Rabinos hicieron
dictámenes de gran envergadura que decían que el Día de Expiación (Yom Kippur) todos
los pecados eran cubiertos (OJO cubierto, no perdonados) decían que el hacer buenas
obras y/o mostrar arrepentimiento sincero cubría los pecados, aun los intencionales.
Nosotros somos más afortunados! por su muerte en la Cruz Jesús nos ha librado
verdaderamente del pecado y su UNICO sacrificio pudo QUITAR, ARRANCAR Y BORRAR
EL PECADO, por eso dice San Pablo en Romanos 3:23-25 “…por cuanto todos han
pecado, y se encuentran privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente
por medio de la gracia y mediante la salvación que es por medio de Jesucristo, a quien
Dios pre ordenó como propiciación por su sangre, mediante la fe, a causa de nuestros
pecados cometidos anteriormente”.
Y en Colosenses 2, 13 ” Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, habiéndonos perdonado
todos los delitos, 14habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos
contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz.
15Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público,
triunfando sobre ellos por medio de Él…”
Demos gracias al Señor que acepto el gran Sacrificio siendo Sacerdote, víctima y altar y
que en el no “cubrió” nuestros pecados sino que los arranco para siempre y nos dejó el
Sacramento de la Confesión fruto de su Sacrificio como único método de ser perdonados
por su mediación de Sumo Sacerdote ante su Padre.
” y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al
pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados.” 1 Pedro 2:24
Oración de San Agustín para extirpar vicios y obtener las virtudes:
Señor Dios mío, haz que mi corazón te desee, y te busque deseándote, te encuentre
buscándote, te ame encontrándote, y amándote sea redimido de mis males, y no recaiga
en los pecados perdonados. Inspira, Dios mío, a mi corazón la penitencia, a mi espíritu la
contrición, a mis ojos el torrente de las lágrimas, a mis manos la generosidad de la limosna.
Señor, Rey mío, extingue en mí los deseos de la carne y enciende el fuego de tu amor.
Redentor mío, expulsa de mí el espíritu de soberbia y concédeme propicio el tesoro de tu
humildad. Salvador mío, aleja de mí el furor de la ira y otórgame benigno el sereno espíritu
de la paciencia. Creador mío, arranca de mí el rencor del alma, y otórgame, Señor, la
dulzura de un alma mansa. Concédeme, Padre clementísimo, una fe sólida, una esperanza
bien ordenada, una caridad permanente. Señor, mi guía soberana, aleja de mí la vanidad,
la inconstancia de la mente, la divagación del corazón, la ligereza del lenguaje, el orgullo
de la vista, la glotonería del vientre, todo ultraje contra el prójimo, los pecados de
detracción, el afán de la curiosidad malsana, el deseo de las riquezas, la usurpación de las
dignidades, el apetito de vanagloria, el mal de la hipocresía, la vergüenza de la adulación,
el desprecio de los pobres, la opresión de los débiles, el ardor de la avaricia, el orín de la
envidia y la muerte de la blasfemia.
Líbrame, Creador mío, de toda temeridad, de la pertinacia, la inquietud, la ociosidad, la
somnolencia y la pereza, la pesadez del espíritu, la ceguera del corazón, la obstinación en
mis opiniones, la crueldad de las costumbres, la desobediencia a los preceptos del bien, y
la resistencia a los buenos consejos. Aparta también de mí la intemperancia del lenguaje,
todo lo que pueda violar los derechos de los pobres y de los débiles, toda calumnia contra
los inocentes, toda negligencia contra mis súbditos, toda iniquidad contra mis domésticos,
toda ingratitud contra mis amigos y toda dureza respecto de mi prójimo.
¡Oh Dios mío, misericordia mía, te pido por tu amado Hijo, que me concedas hacer obras
de caridad y misericordia, compartir los dolores de los afligidos, socorrer las necesidades
de los indigentes, ayudar a los desgraciados, volver al buen camino a los extraviados,
consolar a los tristes, proteger a los oprimidos, tender la mano a los pobres, levantar a los
abatidos, pagar a mis deudores, perdonar a los que me han ofendido, amar a quienes me
odian, dar bien por mal, no despreciar a ninguno, sino honrar a todos, imitar a los buenos,
desconfiar de los malvados, abrazar todas la virtudes y rechazar todos los vicios, ser
paciente en la adversidad, moderado en la prosperidad, poner una guardia a mi boca y una
barrera en torno a mis labios, pisotear los bienes terrenos y tener sed de los celestiales.