LA GRAN DIFERENCIA ENTRE PROTESTANTISMO Y CATOLICISMO
(COMO LES HE DICHO) ES EL ASUNTO DE LA GRACIA Y A
JUSTIFICACION. ESTA ES UNA DOCTRINA QUE CADA DIA SE
COMPLICA MAS. ESTA ES LA DOCTRINA DE ELLOS DE LA “DOBLE
IMPUTACION”
Que es la Doctrina Protestante de la doble imputación:
Imputar: Un término que significa atribuir algo a otra persona, o acreditar
algo a la cuenta de otro o sea atribuir la responsabilidad de un hecho
reprobable a una persona.
La justicia es ese atributo por el cual se ve la naturaleza de Dios para ser
el estándar eternamente perfecta de lo que es correcto. Esta es la
situación del hombre antes del pecado, así que según la doctrina
protestante el Señor nos da este estado porque ya el cargo mi pecado (mi
pecado le fue imputado). Esta es la Doctrina llamada de la Imputación que
va ligada al proceso de Justificación, según sus doctrinas.
Ahora yendo al tema que mencionamos. En el mismo protestantismo surge
la Doctrina de una “Doble imputación”.
Por un lado, nuestros pecados fueron imputados al Hijo de Dios y fueron
contadas como si fuesen del mismo Cristo y al mismo tiempo, toda la
Gracia (la justicia de Cristo) es imputada libremente a todo aquel que
invoca su nombre (hombre). Por lo tanto, Dios mira a los pecadores a
través de de Cristo. Ya no estamos bajo condenación ni maldición delante
del trono de Dios. Somos perdonados de todo pecado y recipientes de una
justicia perfecta, la cual nos garantiza vida eterna y gozo perpetuo (según
su doctrina).
Ellos se basan en 2 Corintios 5,21: “Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de
Dios en Él”
Según ellos esto se obtiene por Fe y por la aceptación de Cristo en un
momento determinado de sus vidas, pero recuerden, esto es “imputado”!.
Dentro, el hombre sigue siendo malo, por eso ninguna acción que hace
este tiene méritos pues nace de la maldad. Es por eso por lo que se
recurre a la Fe.
¿¿Ahora yo me pregunto, no es la Fe una obra del hombre?? Lutero
consideraba que la fe es mirar a Cristo, unirse a Cristo, conformarse a
Cristo. Todo esto son “obras” del hombre.
Obra no es solo lo que se hace con las manos, obra es ante todo un
movimiento del intelecto del hombre que crea “algo” en ella y que mas
tarde se traduce en una acción exterior. Así que este postulado es
contradictorio. La caridad pertenece al campo de las “obras” que salen de
un hombre malvado y sería (según él) “profana”.
Lutero subraya la absoluta primacía de la fe sobre el amor, pues solo la
fides absoluta divina, y referida a la divinidad, es la que obraría nuestra
justificación. Esto entra en conflicto lo con lo que dice su admirado Pablo
que nos dice en II Corintios 13 “13 Y ahora permanecen la fe, la
esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la
caridad.” Y lo dicho claramente por el Señor en San Mateo 25, 31-46.
SS Benedicto XVI nos hace llegar a la conclusión de que esto “Es como
una especie de dialéctica que Lutero formula de este modo:
El cristianismo no es otra cosa que un constante ejercitar este punto
doctrinal (la Fe), sentir que estás libre de pecado, incluso si has pecado;
porque tus pecados los carga Cristo.
De esta forma de pensar en algunos grupos ha surgido la teoría de la
imputación progresiva. “Aunque hemos sido declarados justos, la verdad
es que aún pecamos, aún después de ser salvos. La justificación
progresiva (o santificación) es el proceso continuo de ser hecho justo por
nuestro Señor, o sea, peco y me justifican, peco y me justifican de nuevo y
así. Por lo tanto, Dios mira a los pecadores a través de de Cristo y no mira
su pecado (que está ahí) pero Cristo lo cubre, de ahí que ellos crean que
nada que salga del hombre (obra) puede ser buena pues, aunque
justificado el sigue siendo malo. “
DIFERENCIA CON NOSTROS:
La gran diferencia está en que en la Iglesia Católica sabe muy bien que
para nosotros es imposible librarnos de cometer pecados, pero el cristiano
“Peca y se arrepiente” en vez del mero “peca y cree” de Lutero.
Todo este embrollo proviene porque Lutero asumía que la fe desde el
punto de vista católico era solamente cumplimiento de normas,
cumplimiento de la ley. Cosa en la que estaba errado.
Nosotros los católicos no creemos en la Doctrina de la “imputación”. La
Iglesia cree desde su comienzo que todo eso que los Protestantes creen
imputado, es INFUNDIDO.
Infundir: Es dar, comunicar. De acá creemos que, la Justicia de Dios se
nos da, no se nos atribuye (imputa). Para la Iglesia esto es un proceso
personal que restituye al hombre a su condición antes del pecado. Esta
acción cambia profundamente al hombre, no es un cambio cosmético.
Como el hombre vuelve a pecar por la concupiscencia el Señor estableció
la Confesión como medio de recibir la gracia perdida y volver al estado
Adámico. O sea, el hombre puede ser hecho “justo” (bueno) al recibir la
Gracia y por eso puede dar obras buenas que no le dan la salvación, pero
si lo ayuda en su santificación que es parte del proceso.
Dice la Enciclopedia Católica:
Para los católicos, la justificación es “el tránsito del estado en que nace el
hombre hijo del primer Adán, al estado de gracia y de adopción de los hijos
de Dios por el segundo Adán, Jesucristo nuestro Salvador”. Incluida la
transformación de un pecador del estado de injusticia al estado de
santidad. Esta transformación es posible al acceder al mérito de Cristo,
disponible en la expiación, a través de la fe y los sacramentos. La Iglesia
Católica enseña que “la fe sin obras está muerta” y que la fe se
perfecciona por las obras.
En la teología católica, todos nacen en un estado de pecado original, lo
que significa que la naturaleza pecaminosa de Adán es heredada por
todos. Siguiendo a san Agustín, la Iglesia Católica afirma que las personas
no son capaces de hacerse justas por sí mismas; en cambio, ellas
requieren la gracia de la justificación. La teología católica sostiene que el
sacramento del bautismo, que está estrechamente relacionado con la fe,
“purifica, justifica y santifica” al pecador; en este sacramento, el pecador es
“liberado del pecado” (original y personales). Esto se denomina
justificación inicial o “limpieza del pecado”, la entrada a la vida cristiana.
Los católicos usan Marcos 16:16, Juan 3: 5 y Hechos 2:38 para apoyar
este punto de vista en la justificación por el bautismo.
A medida que el individuo progresa en su vida cristiana, continúa
recibiendo la gracia de Dios tanto directamente a través del Espíritu Santo
como a través de los sacramentos. Esto tiene el efecto de combatir el
pecado en la vida del individuo, haciendo que se vuelva más justo tanto en
el corazón como en la acción. Si uno cae en pecado mortal, pierde la
justificación y puede recuperarla a través del sacramento de la
Reconciliación
Dice el Catecismo:
Punto 1987: La justificación La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de
santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos
“la justicia de Dios por la fe en Jesucristo” (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf
Rm 6, 3-4): «Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él.
Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; más su vida,
es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm 6, 8-11).
1991 La justificación es, al mismo tiempo, acogida de la justicia de Dios
por la fe en Jesucristo. La justicia designa aquí la rectitud del amor divino.
Con la justificación son difundidas en nuestros corazones la fe, la
esperanza y la caridad, y nos es concedida la obediencia a la voluntad
divina.
1992 La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se
ofreció en la cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya
sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de todos los
hombres. La justificación es concedida por el Bautismo, sacramento de la
fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por
el poder de su misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el
don de la vida eterna (cf Concilio de Trento: DS 1529)
1993 La justificación establece la colaboración entre la gracia de Dios y la
libertad del hombre. Por parte del hombre se expresa en el asentimiento
de la fe a la Palabra de Dios que lo invita a la conversión, y en la
cooperación de la caridad al impulso del Espíritu Santo que lo previene y lo
custodia:
Conclusión: Por tanto, la afirmación de Santiago de que, al igual que
Abraham, los cristianos son justificados por obras (v. 24), no es contraria a
la insistencia de Pablo de que los cristianos, como Abraham, son
justificados por la fe (Ro. 3:28; 4:1–5), sino que su afirmación es
complementaria. Santiago mismo cita Gn. 15:6 con el mismo propósito que
Pablo lo hace—para mostrar que fue la fe lo que consiguió la aceptación
de Abraham como justo (v. 23; cf. Ro. 4:3ss.; Gá. 3:6ss.).
La justificación que le preocupa a Santiago no es la aceptación original del
creyente por parte de Dios, sino que la vindicación subsecuente de su
profesión de fe por medio de su vida. Santiago difiere de Pablo en
terminología, no en pensamiento.
En la “Declaración entre Luteranos y Católicos”, firmada el 31 de Octubre
de 1999, se dice:
(9) En el Nuevo Testamento se tratan en forma diferenciada los temas de
Ia «justicia» y Ia «justificación» en los evangelios de san Mateo (5,10; 6,33
y 21,32) y san Juan (16,8-11); en las cartas de los Hebreos (5,1-3 y 10,37-
38) y de Santiago (2,14-26)10. También en las cartas de san Pablo se
describe de varias maneras el don de Ia salvación, entre ellas: «Estad
pues, firmes en Ia libertad con que Cristo nos hizo libres» (Gál 5,1-13, cf.
Rom 6,7); «Y todo esto proviene de Dios que nos reconcilió consigo
mismo» (2 Cor 5,18-21; cf. Rom 5,11); «tenemos paz con Dios» (Rom 5,1);
«es nueva criatura» (2 Cor 5,17); «vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rom
6,11-23) y «santificados en Cristo Jesús» (1 Cor 1,2 y 1,31; 2 Cor 1,1).
Entre estas expresiones sobresale Ia descripción de Ia «justificación» del
pecado de los seres humanos por Ia gracia de Dios por medio de Ia fe
(Rom 3, 23-25), que cobró singular relevancia en Ia época de Ia Reforma.
(10) San Pablo describe el Evangelio como fuerza de Dios para Ia
salvación de quien ha caído bajo el poder del pecado: como mensaje que
proclama que «la justicia de Dios se revela de fe en fe» (Rom 1,16-17) y
otorga Ia «justificación» (Rom 3,21-31). Proclama a Jesucristo como
«nuestra justificación» (1 Cor 1,30), atribuyendo al Señor resucitado Io que
Jeremías proclama de Dios mismo (23,6). En Ia muerte y resurrección de
Cristo están arraigadas todas las dimensiones de su obra redentora, ya
que él es «Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados y
resucitado para nuestra justificación» (Rom 4,25). Todos los seres
humanos tienen necesidad de Ia justicia de Dios, pues «todos pecaron y
están privados de Ia gloria de Dios» (Rom 1,18; 2,23; 3,22; 11,32 y Gál
3,22). En Ia carta a los Gálatas (3,6) y en Ia carta a los Romanos (4,3-9)
comprende Pablo Ia fe de Abrahán (Gn 15,6) como fe en el Dios que
justifica a los pecadores y apela al testimonio del Antiguo Testamento,
para subrayar su evangelio de que Ia justicia Ie es imputada a quienes
como Abrahán confían en Ia promesa de Dios. «El justo vivirá por Ia fe»
(Hab 2,4; cf. Gál 3,11; Rom 1,17).
En las cartas paulinas la justicia de Dios es también fuerza para aquellos
que creen (Rom 1,16s) El hace que sea justicia nuestra Ia suya (2 Cor
5,21). La justificación se nos otorga por medio de Cristo Jesús, «a quien
Dios exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre,
mediante Ia fe» (Rom 3,2, véase 3,21-28). «Pues habéis sido salvados por
Ia gracia mediante Ia fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de
Dios; tampoco viene de las obras…» (Ef 2,8-9). (11) La justificación es
perdón de los pecados (cf. Rom 3,23-25; Hech 13,39 y Lc 18,14),
liberación del dominio del pecado y Ia muerte (Rom 5,12-21) y de Ia
maldición de Ia ley (Gál 3,10-14). Es aceptación en Ia comunión con Dios,
ahora ya, aunque plenamente realizada en el futuro reino de Dios (Rom
5,12). Ella nos une a Cristo, a su muerte y resurrección (Rom 6,5).
Acontece por Ia recepción del Espíritu Santo en el bautismo como
incorporación al cuerpo uno (Rom 8,1-2.9-11; 1 Cor 12,12-13). Todo ello
proviene sólo de Dios, por causa de Cristo y por gracia mediante Ia fe en
«el evangelio del Hijo de Dios» (Rom 1,1-3)
(12) Las personas justificadas viven por Ia fe que dimana de Ia Palabra de
Cristo (Rom 10,17) y que obra por el amor (Gál 5,6), que es fruto del
Espíritu (Gál 5,22). Pero como los poderes y las pasiones atacan a las
personas creyentes desde fuera y desde dentro (Rom 8,35-39 y Gál 5,16-
21) y sucumben al pecado (1 Jn 1,8.10), han de escuchar una y otra vez
las promesas de Dios y confesar sus pecados (1 Jn 1,9), participar en el
Cuerpo y Ia Sangre de Cristo y ser exhortadas a vivir en justicia, conforme
a Ia voluntad de Dios. De ahí que el Apóstol diga a las personas
justificadas: «ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque
Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien Ie parece»
(FiI 2,12-13). Mas esto no invalida Ia buena nueva: «Por consiguiente,
ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús» (Rom
8,1) y en quienes Cristo vive (Gál 2,20). Por Ia justicia de Cristo «procura a
todos los hombres toda Ia justificación que da Ia vida» (Rom 5,18).
Pueden leer la declaración completa en:
https://www.lutheranworld.org/sites/default/files/2020/documents/joint_decl
aration_2019_es.pdf
Pero les recuerdo que este es un acuerdo no con los Protestantes, sino
con los Luteranos, el protestantismo se ha dividido tanto que en esto no
puede haber consenso dado que la mayoría de los grupos desprendidos
de la reforma no están de acuerdo con la Iglesia y Fe Luterana.